Transparencia
El proceso electoral ha abierto, una vez más, la polémica sobre cuáles son los derechos de la lista más votada. Esta es una cuestión que se responde en función de cuál haya sido el resultado de la fuerza política opinante. El partido más votado acostumbra a reclamar el derecho de acceder a la alcaldía, sin perjuicio de que cuando, en otras ocasiones, los resultados no le hubieran sido tan favorables, hubiera reclamado la legitimidad de coaliciones que permitieran impedir que la fuerza más votada accediera a la alcaldía. Se podría decir que, en este caso, la coherencia se sacrifica en beneficio de la ambición de poder.
La polémica no es buena ni nueva. Son muchos los países que hace tiempo han intentado resolverla. Desde otorgar a la fuerza más votada, automáticamente, la mayoría de los concejales hasta intentar primar con mecanismos diversos la estabilidad sobre la proporcionalidad.
¿La fuerza más votada tiene derecho a gobernar? ¿Por qué no? Es legítimo. Puede ser que su mayoría sea muy minoritaria y augure un periodo de difícil estabilidad, cosa que perjudica los intereses de los ciudadanos. Pero, para evitarlo, se pueden constituir coaliciones y pactos de gobierno que recuperen la mayoría que los resultados electorales no dieron a nadie. El problema radica en saber a quién corresponde esta decisión de conformar una nueva mayoría: si las fuerzas políti- cas con representación municipal o directamente a los electores. Sin deslegitimar la primera opción, parece evidente que sería la segunda la que tendría que recibir la más alta valoración de comportamiento democrático. Nadie mejor que los electores para decidir cuáles son los acuerdos que tienen que permitir el gobierno más representativo.
Este es el sentido de una segunda vuelta electoral, al estilo ballotage francés. Cuando en una primera vuelta ninguna fuerza política obtiene una mayoría, se da una segunda
Nadie mejor que los electores para decidir cuáles son los acuerdos que deben permitir el gobierno más representativo
opción que permite acuerdos políticos que al concentrar el voto en coaliciones pactadas, faciliten al elector decidir el sentido de su voto en un equilibrio ideológico y pragmático. Se vota a la lista que mejor represente los sentimientos de los electores. Saben que esta lista integra sensibilidades diferentes pero con su voto la validan, conociendo los pactos que la han hecho posible. A esto se le llama transparencia. La transparencia comienza con un buen sistema electoral.