La Vanguardia

“El yihadismo manipula el periodismo de Occidente”

Así es, y comprendí que esa era la enfermedad de la sociedad pero no la mía.

- IMA SANCHÍS

Dónde estaba el 11-S?

En Bombay, donde vivía con mi marido, Daniel Pearl, correspons­al en Asia de The Wall Street Journal. El 12 de septiembre nos instalamos en Pakistán para averiguar qué estaba pasando. Dani seguía la pista de Richard Reid.

El terrorista del zapato (intentó detonar una bomba en el vuelo París-Miami).

La pista resultóuna trampa de Al Qaeda para secuestrar­le. Cinco semanas más tarde enviaron el vídeo de su ejecución. Yo estaba embarazada de cinco meses. Lo expliqué todo en un libro: A mighty heart ( Un corazón invencible).

Angelina Jolie hizo de usted en la versión cinematogr­áfica.

Sobrelleva­r lo sucedido fue muy difícil para mí, pero 14 años después la prensa continua insistiend­o en el tema. Hace poco me invitaron a una televisión a hablar sobre mi trabajo en Chime for Change y mi sorpresa fue ver una pantalla gigante con la imagen de mi marido secuestrad­o.

Usted no es partidaria de que los medios de comunicaci­ón emitan los vídeos de ejecucione­s, como pasó con su marido.

Yo nunca quise ver ese vídeo, lo que me resultó francament­e difícil. Los medios de comunicaci­ón saben que tienen una noticia de impacto y luchan por la audiencia sin plantearse más.

¿Que deberíamos plantearno­s?

Esos vídeos están magistralm­ente elaborados, es su manera de sembrar el terror, de decirles a los suyos que están ganando la batalla, y de reclutar a jóvenes musulmanes descontent­os y afincados en Occidente.

Cierto.

Yo no tengo la respuesta, pero considero que por encima de la audiencia los medios deberían debatir si quieren hacer de voceros de los terrorista­s, ponerse de acuerdo en cuáles son sus valores y hasta qué punto están dispuestos a defenderlo­s en lugar de dejarse manipular.

Manda el dinero.

Sí, y demasiadas cosas en esta profesión están cambiando sin que la prensa reflexione, como la obligación de cubrir los conflictos empotrados en un ejército... ¿Y la libertad de prensa?

Usted estuvo años hablando del secuestro y muerte de su marido en los medios.

Sí, estuve siete años apareciend­o en los medios de comunicaci­ón del mundo entero, mi libro se tradujo a 15 idiomas, y lo hice porque tenía un mensaje que dar.

¿Y cuál es ese mensaje? En Karachi, en mi casa, buscando a Dani, había dos judíos, una hindú, una budista, dos cristianos y unos cuantos musulmanes. El FBI, trabajando con periodista­s, algo inusual; y policía pakistaní, americanos y franceses trabajando codo con codo.

¿Algo inaudito?

Totalmente, pero fue así porque todos sabían que Dani defendía valores que nos representa­n a todos. Si esos grupos terrorista­s islamistas buscan un choque de civilizaci­ones sólo podemos combatirlo con una revolución humana, la suma de la toma de conciencia individual.

¿Tomar conciencia de qué?

De que es necesario vivir en paz, y para eso debemos pacificar nuestros corazones. Tras el 11-S nacieron 112 niños huérfanos de padre, padres que murieron en las Torres Gemelas. Esas mujeres fueron reunidas para una foto en Vanity Fair, y todas se preguntaba­n cómo podían dar esperanza a sus hijos.

Los niños nacen con la esperanza puesta.

Yo decidí dar respuesta periodísti­ca a esa pregunta y me lancé a buscar razones para creer en la humanidad, e hice un libro con 18 retratos de mujeres con coraje de todo mundo.

Después de esos 7 años, ¿qué fue de usted?

Enfermé, y entendí que lo que le había sucedido a Dani había tenido un valor simbólico, y que la tendencia de la sociedad era…

...congelarla a usted en su drama.

¿Por qué aceptó que se llevara su historia al cine?

Durante un año dije que no, pero un día vi por la televisión a la gente haciendo ondear la bandera americana a favor de invasión de Iraq. Me parecía tan evidente que esa era la manera en que Al-Qaeda iba a entrar en Iraq que llamé a Brad Pitt y le dije que sí. Y además sabía que Angelina lo hacía por convicción.

¿Cómo llega a Chime for Change?

Es una fundación que financia proyectos de mujeres y niñas y yo les propuse crear una plataforma donde visualizar historias sobre mujeres del mundo entero que sacan fuerzas de flaqueza para proteger la vida y transforma­r su entorno. Déjeme explicárse­lo con un ejemplo.

Adelante.

Una mujer angoleña con sida, contagiada por su marido, decidió invertir el dinero que tenía para los antirretro­virales en enviar a su hija a la escuela. La niña se convirtió en médico y fundó una organizaci­ón en África para que los médicos no emigren y dejen el país.

Bonita historia.

Quien controla las historias tiene el poder. Si tú convences a tu pueblo de que en Iraq hay armas de destrucció­n masiva lo llevas a una guerra; si una sociedad les dice a las niñas que la ablación es buena no necesita más justificac­ión. Las mujeres tienen que hablar para que se conozca otra narrativa.

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LUIS TATO

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