Vocación tardía
Fue un escritor tardío porque siempre prefirió dedicar la mayor parte de su tiempo a la lectura. Un auténtico devorador de libros, se especializó en poesía, pero también, especialmente en los últimos años, en filosofía. Rafael Suárez Plácido, sevillano, ha muerto tras una complicada intervención quirúrgica.
Su tardía vocación por escribir, aunque más correcto sería por publicar, se tradujo en dos libros: El descubrimiento del Bósforo (2008) y Simulacro (2013). Antes había ejercido activamente la crítica literaria en revistas como Clarín (Oviedo), Turia (Teruel), El Cuaderno (Oviedo), Cuadernos del Matemático (Madrid) y Beta (Córdoba), y en las revistas digitales Clarín Digital, Estado Crítico, Tinta China, Papel-literario y Literarias. Fue codirector de la revista cultural Hwebra y durante un tiempo publicó reseñas en El Correo de Andalucía. Licenciado en Filología Hispánica, era profesor en un instituto sevillano de secundaria.
Viajero impenitente, invirtió su tiempo en frecuentes desplazamientos a Canarias, donde pasaba habitualmente el verano, aunque siempre estaba en Sevilla en primavera. La playa gijonesa de San Lorenzo y la sierra onu-
bense de Aracena fueron otros de sus escenarios favoritos.
Era de ese tipo de personas dedicadas a la lectura, el estudio y la meditación que un día dejan caer un manuscrito que es como un trallazo, que hace renacer la luz entre los lectores. Simulacro contiene 54 poemas donde verdea el paso de la infancia a la madurez: “Todo era tan distinto de lo que ya conocíamos / que parecíamos adolescentes reconociendo el mundo / y yo ya tenía cuarenta años / y tú tan sólo veinticuatro / ¿Quién era el desfasado? (...)”
Era de esas personas dedicadas a la lectura que un día dejan caer un manuscrito que es como un trallazo
Pasó gran parte de su vida hablando con otros y, sobre todo, consigo mismo. Un escritor tardío capaz de aprehender un instante y elevarlo a la sublimación de poema: “Hasta los treinta años, ya pasados, /ni supe de la muerte, / ni supe de personas que había muerto/ y, de golpe, llegó la enfermedad...”