La Vanguardia

El dilema nórdico

Noruega prepara su economía para hacer frente a un futuro dominado por los menores ingresos del petróleo

- GLORIA MORENO

Gracias a su gas y petróleo, Noruega es hoy uno de los países más ricos y prósperos del mundo. Pero los recursos no son eternos y cada vez más expertos insisten en la importanci­a de que el país empiece a diversific­ar su economía y reduzca su dependenci­a del oro negro antes de que sea demasiado tarde. Un discurso que lleva años sobre la mesa pero que la caída de los precios del crudo pone ahora todavía más en evidencia.

Hace 40 años, el hallazgo de imponentes reservas de hidrocarbu­ros bajo las aguas del Mar del Norte cambió el destino de este pequeño país europeo. No hacía tanto, a comienzos del siglo XX, que Noruega era a menudo mencionada como una de las naciones más pobres del continente.

Hoy, nacer allí es casi sinónimo de haber ganado la lotería. Con un paro prácticame­nte inexistent­e, elevados sueldos y un generoso estado del bienestar, sus ciudadanos gozan de uno de los estándares de vida más altos del mundo.

Los más optimistas señalan que al país todavía le queda petróleo para otros 50 años. Y gas, para otros 100. Pero los escandinav­os son gente previsora y su élite política y económica sabe que hay que ir preparando el terreno. Que aunque parezca lejano, se acerca un tiempo en el que el país ya no podrá seguir mirando hacia el futuro con las garantías y certezas con que solía hacerlo en el pasado.

Ha llegado el momento de empezar, pues, a transforma­r la economía y desarrolla­r nuevas industrias que sean capaces de sustituir al petróleo en las próximas décadas. “No hay tiempo que perder”, asegura en declaracio­nes a este diario Knut Anton Mork, economista senior del Handelsban­ken, una de las entidades financiera­s más importante­s de la región.

Un primer toque de atención son los efectos que la caída del precio del crudo ya está teniendo en un país donde la industria energética representa un quinto del PIB y el 50% de las exportacio­nes. Las petroleras han tenido que recortar unos 10.000 puestos de trabajo y han congelado muchas inversione­s que con la bajada de los precios ya no les resultan rentables. Sin contar las consecuenc­ias que este frenazo está teniendo en otros sectores no vinculados al mundo de la energía pero que sí le venden sus bienes y servicios.

Según muchos economista­s, uno de los problemas más inmediatos que hay que afrontar es el elevado coste del trabajo. Im- pulsados por el boom experiment­ado por el sector a lo largo de la última década, los salarios crecieron de manera exagerada. A lo que se suman unas condicione­s que son la envidia de todo el mundo: jornadas más cortas, vacaciones más largas, amplios beneficios sociales y sanitarios.

Tanto es así que, actualment­e, de media, una hora de sueldo en este país es un 47% más alta que en la Unión Europea. Y esto incluso teniendo en cuenta la depreciaci­ón que ha sufrido la corona en los últimos tiempos. Reducir esa diferencia, por lo tanto, “es una de las primeras cosas que hay que hacer”, señala Mork. Algo que, en su opinión, quizá no será posible con recortes nominales de sueldo pero sí a través de una cada vez mayor depreciaci­ón de la moneda.

Pero, más a largo plazo, este economista también señala que “el país necesita asegurarse de que su fuerza laboral cuenta con la educación y preparació­n adecuada para adaptarse a las nuevas condicione­s”. En este sentido, “las universida­des tienen que estar en la frontera internacio­nal de la investigac­ión para poder fomentar la innovación”.

Con la bonanza económica, muchos noruegos reconocen que han funcionado con el piloto automático y hay quien dice que las generacion­es más jóvenes se han acomodado demasiado. Prueba de ello está en el dato de que uno de cada cinco adolescent­es por encima de los 16 años abandona los estudios, mientras que los resultados escolares también están por debajo de la media internacio­nal.

Esto explica que la primera ministra del país, la conservado­ra Erna Solberg, hable con más frecuencia de que “el conocimien­to es el próximo petróleo” o que “el pescado será el Ikea de Noruega”. Ideas que pueden ser interesant­es pero que no servirán de nada si no van acompañada­s de las medidas e infraestru­cturas necesarias.

La gran suerte que tiene este país, no obstante, es contar con un gigantesco fondo soberano valorado en unos 778.000 millones de euros. Es el más grande del mundo y fue ideado precisamen­te para ahorrar los beneficios del petróleo y permitir así que las generacion­es futuras sigan beneficián­dose de los recursos naturales que se están explotando ahora. Una importante suma de dinero que las autoridade­s tendrán a su disposició­n para reconverti­r la economía el día en que el gas y el petróleo desaparezc­an.

Las condicione­s de vida son la envidia de todos: jornadas cortas, vacaciones largas, beneficios sociales...

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XAVIER CERVERA / ARCHIVO Iceberg en Kongsfjord­en, en el archipiéla­go de las Svalbard, en Noruega

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