La verdad nos hará libres
Las relaciones entre el poder y la prensa son hoy terriblemente difíciles. A los partidos siempre les ha interesado tener periodistas amigos favorecidos por ayudas y subvenciones mientras intentan ahogar en lo posible las voces independientes. De aquí vienen espectáculos lamentables como los comunicados vía tele de plasma con los periodistas bien lejos –caso Rajoy–, o el férreo intervencionismo en los medios públicos, convertidos en altavoces acríticos con el gobierno de turno –hagan ustedes la lista, a mí no me cabe en esta humilde columna–.
Una de las primeras medidas del gobierno de Manuela Carmena en Madrid debería parecernos una rareza totalmente inútil y falta de sentido. La alcaldía madrileña ha creado una web para desmentir falsas noticias, hechos inexistentes y medidas que no va a impulsar. Parece que debería hacer lo contrario: publicitar las iniciativas de un nuevo gobierno de izquierdas que, tras décadas de ejecutivos del Partido Popular, a la fuerza deben ser diferentes e inéditas.
Pero dicen en el Ayuntamiento que se han visto obligados a hacer una web de desmentidos, cansados de los inventos que algunos medios de comunicación atribuyen al nuevo gobierno municipal o de las noti-
Mal vamos cuando un gobierno decide abrir una web de información paralela a los medios de comunicación
cias que consideran directamente falsas y que se publican sin contrastar. El nombre de la web es Versión Original, para destacar que es, de verdad, la voz del gobierno de Madrid.
Esta iniciativa es toda una declaración de principios sobre cómo ven los medios de comunicación los nuevos responsables de la capital española: con desconfianza y recelo. En la oposición tanto el Partido Popular como el PSOE han criticado la medida con dureza y las asociaciones de la prensa madrileña lo consideran desde un ataque a la libertad de expresión hasta un intento de censura.
Se puede manosear la verdad desde el Gobierno y desde la oposición. El presidente de EE.UU., Barack Obama, es en esto gato escaldado. Cadenas tan influyentes como la Fox y docenas de canales ultraconservadores hicieron una repugnante campaña para convencer –sin pruebas– a los ciudadanos de que su nuevo presidente no tenía la nacionalidad americana. Fue inútil que la presidencia, ante la magnitud de la mentira, se viera obligada a hacer pública la documentación que acreditaba que Obama, efectivamente, es ciudadano norteamericano. Aún hoy miles y miles de americanos están convencidos de lo contrario.
Mal vamos cuando un gobierno decide abrir una web de información paralela a los medios de comunicación. Eso quiere decir que la desconfianza es tan grande que los puentes de contacto entre poder y prensa están rotos y que se ve al periodista emboscado en la trinchera contraria. Y mal vamos cuando hay periodistas que sólo son estómagos agradecidos al servicio del partido que mejor pague: cuando el comedero cambia de propietario, se dedicará a dispararle por tierra, mar y aire. Y que nadie piense que esta es una reflexión corporativista que sólo nos afecta a los periodistas y a los políticos. La prensa libre e independiente continúa siendo uno de los pilares de una democracia sana y al servicio de los ciudadanos. Y no valen sustitutos de segunda: toda versión original debe admitir subtítulos críticos.