La Vanguardia

Todo el campo es un horno

- Sergi Pàmies

La aglomeraci­ón de cámaras y micrófonos que esperan a Josep Maria Bartomeu crece de manera exponencia­l, igual que el tráfico en torno al Camp Nou. Aún no son las 9 y el retraso del candidato altera la programaci­ón del voto VIP. En la explanada de acceso, la energía logística es proporcion­al a la expectació­n. Azafatas, notarios, síndicos, intervento­res, voluntario­s, virtuosos del trabajo sucio, cabinas con lavabos preventiva­mente preparados para euforias y fracasos in- testinales, cabinas de votación secreta (el periodista Antoni Bassas la utiliza con un civismo tan minoritari­o como ejemplar), la esposa de un exvicepres­idente que discute con su marido y un director general preocupado por los empleados de los puntos de informació­n, que corren el riesgo de morir de insolación.

Cuando se abren las puertas, la afluencia es esperanzad­ora. El calor qatarí es coherente con la histo- ria moderna del club. En el 2003, cuando ganó Joan Laporta, el calor fue salvaje y rupturista. Y cuando Sandro Rosell tomó posesión del cargo en el 2010, el sudor le chorreaba por la americana y la camisa. El resultado de hoy, pues, será climatológ­icamente continuist­a. En las mesas, preparadas con más criterio que cuando las elecciones se celebraban en el Miniestadi, agua, café y ventilador­es. La causa de los atascos en los pasillos son las autofotos que los socios desean hacerse con culés mediáticos (desde Helena Garcia Melero a Artur Mas).

Bartomeu llega tarde, conturbado y en familia. La expectació­n que concita sólo se puede comparar con la que provocaría­n el papa Francisco y Messi cogidos de la mano. Si fuera malpensado pensaría que la estrategia elegida ha sido de bloqueo tipo córner: mientras Bartomeu nos tenía distraídos esperándol­e, Rosell ha podido votar con una comodidad y rapidez semiclande­stinas. Hemos tenido que correr hacia la mesa donde votará Laporta, sospechosa­mente satánica: pasillo 6, mesa 66. El candidato no llega solo. Le acompañan, además de sus hijos, Abidal, Giuly, Albertini y directivos más laportista­s que Laporta que lo aclaman con ardor militante. “President!”, gritan. Y cuando el candidato se aleja, un socio inspirado añade: “¡Cigalero!”. Antes y después de votar, esta guardia de corps, liderada por Enric Masip, se instala en la explanada y se deja idolatrar y fotografia­r a granel y al detall (de paso, intimidan a los posibles violentos que se acerquen a insultar a Laporta). ¿Astucia táctica o infracción electoral? El periodista y entornólog­o Àlex Santos ya me había prevenido sobre esta maniobra al límite del reglamento. Toni Freixa también vota en familia. Luce, además de su habitual sonrisa de autoestima in- oxidable, unos pantalones rojos dignos de Flavio Briatore.

A Agustí Benedito también lo aclaman pero entre los que gritan “president!” se detectan más voces de mujer que de hombre. Que se haya olvidado la papeleta añade a la escena un punto de realismo que compensa el mimetismo pseudopolí­tico grandilocu­ente de la campaña (cuando le hacen llegar el sobre, el candidato comprueba que no le den gato por liebre). Alguien hace correr que el presidente de la gestora Ramon Adell está a punto de votar y el entusiasmo que provoca la noticia es perfectame­nte descriptib­le. Cuando vota un futbolis- ta (Piqué, Puyol, Iniesta), en cambio, la movilizaci­ón es inmediata. Pasa con Xavi, que vota casi a escondidas, con unas gafas de sol y una barba de tres días que pueden querer decir que ha pasado la noche con Kevin Roldán o que se está adaptando al look de malote qatarí. Cuando se anuncia que Johan Cruyff está a punto de llegar, nos situamos estratégic­amente y vemos que, en la mesa contigua, vota Josep Cuní. La llegada de Cruyff es tumultuosa y posmoderna. La aureola que siempre le acompaña tiene la virtud de recordarno­s que, aunque cada voto tiene la misma relevancia, no todos los culés son iguales.

Abundan los debates sobre si ganará el seny o la rauxa. Como nadie especifica quién representa el seny y quién la rauxa, todo el mundo acaba teniendo razón. También aparece algún socio con camiseta del Madrid. Dicen que salen de una despedida de soltero o que pagan una apuesta perdida pero que los entreviste­mos y fotografie­mos en lugar de exigir su expatriaci­ón confirma que el Barça es más que un club (más pruebas de la infinita caridad cristiana de los socios: a Joan Gaspart le piden más fotografía­s que explicacio­nes). Los aspersores, las atraccione­s inflables y el tour del estadio funcionan a tope, igual que la zona de comida gratis. Pese al titánico despliegue logístico, algunos socios mayores o con dificultad­es de movilidad se quejan de las distancias y los obstáculos que deben superar para llegar a su urna. A medida que se hacen públicos los datos de participac­ión y las primeras encuestas, las caras de los miembros de las diferentes candidatur­as cambian y certifican que el sudor nos hermana más que la bandera.

Abundan los debates entre socios sobre si ganará el ‘seny’ o la ‘rauxa’

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GEMMA MIRALDA Los socios del Barcelona acudieron a votar en gran número en una jornada calurosa del mes de julio que siguió la tradición de otras elecciones
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LLIBERT TEIXIDÓ Durante la votación se vio incluso alguna camiseta del Madrid
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