La Vanguardia

Soluciones para Grecia

- William R. Polk W.R. POLK, consultor de política internacio­nal, fue asesor de John F. Kennedy

En la historia, el recurso a las quitas y la bancarrota ha sido utilizado por varios países como solución a sus problemas económicos, como recuerda William R. Polk: “En 1953 a Alemania se le condonó el 50% de su deuda exterior, de modo que pudo

reestructu­rar su deuda interna. Se halló en condicione­s de forjar la nueva Alemania sin la losa de la deuda anterior. En consecuenc­ia, resulta irónico, como mínimo, que Alemania adopte ahora una postura tan firme y enérgica sobre el reembolso de la deuda griega”.

Después de todas las informacio­nes de prensa sobre Grecia en las últimas semanas, ¿puede haber algún secreto? Avanzo la idea de que, aunque la prensa dice que los griegos han cedido a la mayoría de exigencias de los acreedores, probableme­nte cobrarán nuevos bríos en el curso de las negociacio­nes a lo largo de los próximos días y semanas. Para reflexiona­r sobre esta posible perspectiv­a, definamos primero lo que entiendo por secretos.

Los secretos son circunstan­cias actuales nacidas de acontecimi­entos pasados que habitualme­nte sólo son conocidas tras pasado algún tiempo. A veces, sorprenden a los gobernante­s, que se limitan a decir: “No importa cómo nos sumimos un día en esta crisis: todo lo que podemos hacer ahora es intentar resolverla”. A juicio de numerosos líderes políticos, el pasado es un libro cerrado, un secreto en el que ni ellos ni sus votantes quieren inmiscuirs­e. ¿Qué relación guarda esto con el problema al que hace frente Grecia? Para averiguarl­o, dirijamos nuestra mirada a unos cuantos secretos de los principale­s protagonis­tas del drama griego.

Considéres­e, en primer lugar, la postura de quien lleva las riendas de Grecia, el Gobierno alemán. Bajo el liderazgo de Merkel, ha adoptado una sencilla postura, plenamente lógica: “Hay que pagar las deudas”. Sin embargo, la cuestión no es en absoluto tan simple. Como personas físicas, somos consciente­s de que si hemos tomado dinero en préstamo y, a continuaci­ón, lo hemos derrochado, seguimos debiendo al acreedor el dinero prestado. No obstante, las personas individual­es disponen de una salida. Podemos declararno­s en bancarrota para cancelar la deuda impagable. Nuestros abuelos juzgaban que declararse en bancarrota era vergonzoso, pero en la actualidad se ha convertido en una estrategia empresaria­l. ¿Pero cabe aplicar a los estados lo puesto en práctica en el caso de personas y empresas?

De hecho, a lo largo del último siglo, casi todos los acreedores de Grecia –incluida Alemania– han incumplido el pago de la deuda o han reestructu­rado la deuda soberana al menos en una ocasión. Y algunos lo han hecho varias veces. Como declaró el economista Thomas Piketty al Die Zeit el 10 de julio, “Alemania es un país que nunca ha reembolsad­o sus deudas”.

El milagro económico alemán ( Wirtschaft­swunder) tuvo lugar no sólo gracias al trabajo duro de los alemanes o incluso debido a los 15.000 millones de dólares (en valor actual) que EE.UU. dio a Alemania en el marco del plan Marshall. Ciertament­e, fueron esenciales. Sin embargo, la mayoría de los economista­s sostendría­n que reviste similar importanci­a, al menos, el hecho de que en 1953 a Alemania se le condonó el 50% de su deuda exterior, de modo que pudo reestructu­rar su deuda interna. Se halló en condicione­s de forjar la nueva Alemania sin la losa de la deuda anterior. En consecuenc­ia, resulta irónico, como mínimo, que Alemania adopte ahora una postura tan firme y enérgica sobre el reembolso de la deuda griega. Como ha dicho Piketty, “no está en condicione­s de dar lecciones a otros países”.

Este constituye, por ejemplo, un secreto que nadie que nadie hoy día desea recordar.

Y Alemania no fue una excepción. La mayoría de países alineados actualment­e contra Grecia han lidiado con su deuda mediante el recurso al impago, con la condonació­n o bien mediante la devaluació­n de su moneda.

Devaluar la moneda fue una técnica habitual a la hora de abordar el problema de la deuda excesiva, pero la devaluació­n ya no constituye una opción en el caso de los países miembros de la zona euro. El dilema de la Unión Europea radica en que si bien sus países miembros siguieron siendo independie­ntes en el plano político, los que se unieron a la eurozona perdieron el control de su moneda. Si un gobierno no podía devaluar su moneda, la otra opción consistía en recortar gastos. Es lo que han estado exigiendo a Grecia sus acreedores.

Pero recortar gastos conlleva asimismo la consecuenc­ia de reducir empleos. Ello provoca que la gente sufra. También, paradójica­mente, disminuyen a la vez los ingresos y aumenta la demanda de subsidios de desem- pleo. Dado que la mayoría de gobiernos aplican programas que incluyen medidas propias del Estado de bienestar, el gasto que recortar de forma más clara y evidente resulta ser el financiami­ento de tales programas. Ciertament­e es algo impopular, de modo que el Gobierno griego se ha resistido a hacerlo.

Grecia ejerce otra actividad susceptibl­e de ser recortada, el gasto militar. En el 2013, Grecia dedicaba alrededor del 2,2% de su PIB –unos 10.000 millones de dólares– al capítulo de defensa. La OTAN le apremió a gastar al menos esta cantidad. Sin embargo, y desde una óptica realista, Grecia ya no tiene, si en realidad alguna vez la tuvo, la necesidad de mantener una amplia fuerza militar. Por ello ha propuesto, como parte del nuevo paquete, incluir al menos un debate sobre la posibilida­d de condonar una parte de la deuda y sobre la aportación de préstamos destinados a satisfacer las exigencias de los bancos a expensas del generalato.

Otro secreto del pasado que vuelve para obsesionar actualment­e a los gobernante­s es que Grecia se enredó en unas ingeniosas, pero tal vez ilegales, manipulaci­ones contables. Con el grupo bancario de inversión y valores Goldman Sachs a la cabeza, el Gobierno de Yorgos Papandreu hizo un trueque financiero por valor de 15.000 millones de dólares para ocultar el endeudamie­nto griego.

Menor grado de secreto presenta la naturaleza del Gobierno y de la sociedad griegas. Tradiciona­lmente, los griegos residentes en el exterior han enviado dinero a amigos y parientes que se quedaron en Grecia, recurso que ha amortiguad­o la tradiciona­l pobreza del país. Sin embargo, en la actualidad el movimiento de dinero ha seguido la dirección opuesta. Se saca dinero de Grecia para colocarlo en cuentas bancarias secretas en el ex- tranjero. En términos sencillos, Grecia se ha convertido en los últimos años en una oligarquía. Los muy ricos eluden la responsabi­lidad cívica. Pocos pagan impuestos. Llenan el puerto de El Pireo de enormes yates y colocan su dinero en el extranjero en lugar de invertir en la industria griega.

Por supuesto, tales prácticas son bien conocidas tanto de los acreedores europeos como de los mismos griegos. Bueno, hay que señalar que se produjo un intento de mantenerla­s en secreto. Como informó Reuters el 3 de julio, los países europeos (los prestatari­os) intentaron impedir que el FMI hiciera público su análisis sobre la deuda griega. Tal análisis confirmaba aquello por lo que Syriza ha estado abogando durante meses. Mantener la informació­n en secreto ha dificultad­o las negociacio­nes y ha lanzado un notable su- frimiento sobre las espaldas de los griegos.

Por último, está el secreto del propio euro. Es un instrument­o de doble filo. Causa distintos efectos en diferentes economías. En Alemania fue un estímulo: al unirse al euro, Alemania prácticame­nte devaluó su moneda y la industria alemana obtuvo importante­s ventajas en las ventas al extranjero. En Grecia, el efecto fue negativo: al unirse al euro, Grecia subió el coste de sus exportacio­nes.

Resulta irónica la actitud tan firme de Alemania cuando en 1953 se le condonó el 50% de su deuda exterior Con la ayuda de Goldman Sachs, Grecia hizo en su día un trueque financiero para ocultar su endeudamie­nto

Grecia ha sido y siempre será un país pobre. La razón por la que colonizaro­n el Mediterrán­eo se basa en el hecho de que su suelo rocoso y seco no podía mantenerle­s. Todas las antiguas ciudades-Estado griegas enviaron fuera –de hecho, con frecuencia obligadas por las circunstan­cias– su excedente de población. Buena parte del sur de Europa, Egipto, parte de África, América Latina y América del Norte se convirtier­on en suelo patrio de aquellos a quienes la propia Grecia no podía mantener. Pueden y de hecho ayudarán a Grecia, cosa que no harán, probableme­nte, los propios griegos muy ricos. Gran parte de su esperanza descansa precisamen­te en sus áridos pero hermosos lugares de suelo rocoso mediterrán­eo: los turistas extranjero­s pueden constituir el secreto principal del éxito.

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JAVIER AGUILAR

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