La Vanguardia

Maria Josep Planas

Sant Joan de Déu se transforma para que los niños enfermos se sientan bien

- ANA MACPHERSON

HOSPITAL SANT JOAN DE DÉU

La directora de Planificac­ión de este centro ha creado un espacio único para los pequeños pacientes y sus padres, lleno de color, alegría y juego, para reducir en lo posible el trauma que supone a un niño estar ingresado.

El paso por el hospital, ya sea por una brecha en la cabeza, porque se dispara la fiebre o por un cáncer, deja una profunda huella en los pacientes pequeños. Por eso es tan importante para los gestores del infantil Sant Joan de Déu que cada transforma­ción que hagan en sus insta- laciones –un plan de diez años– está dirigido a que niños de cualquier edad puedan estar allí sin miedo.

Es una pretensión que va mucho más allá del confort y la seguridad profesiona­l. “Intentamos que el paciente se sorprenda, que pasen cosas siempre que venga”, resume la arquitecta Rosa Clotet. Es la responsabl­e junto a Joan Llongueras y los grafistas Rai Pinto y Dani Rubio de que haya un tobogán para pasar de un piso a otro, de que haya colchoneta­s donde los más pequeños boten sin fin mientras esperan entrar en la consulta y que nadie se queje, de que la luz de las habitacion­es del hospital de día, donde pasan mucho tiempo pacientes en quimiotera­pia, esté tamizada no por unas persianas, sino por una especie de celosía que parece un pinar, de que el TAC sea una nave espacial o de que la nueva unidad de cirugía ambulatori­a vaya a tener el techo lleno de cometas.

Hay ardillas en la cabecera de la cama del hospital de día. En los pasillos nuevos, los animales representa­dos a tamaño natural por cilindros de colores empezaron por ser un entretenim­iento para la vista y la imaginació­n. Pero ahora también para el oído: a algún niño se le ocurrió poner una moneda sobre los cilindros que al bajar de uno a otro produce una melodía. “Con eso no contábamos”, reconoce M. Josep Planas directora de planificac­ión del hospital. “Pero cada cambio se ha estudiado a fondo y hemos contado con la opinión de todas las profesione­s que interviene­n en el hospital y con las familias, porque ellos también están aquí dentro”.

Y sus sugerencia­s se atienden. Por ejemplo, en el nuevo hospital de día hay, a petición de las familias, hay dos asientos junto al enfermo, no uno; y también un cuarto con microondas y nevera (pasan muchas semanas encerrados allí). Y un lugar donde llorar y es-

tar a solas. También pidieron llevarse el panel de fotos del hospital de día antiguo al nuevo. “Se crean fuertes lazos sentimenta­les”, aclara M. Josep Planas. En el área de oncología, donde las estancias son largas, hay dos habitacion­es

sacrificad­as para los padres. Cada transforma­ción, algo que se va haciendo poco a poco porque no se puede cerrar ni un día, busca mejoras que no tienen nada que ver con la tecnología punta y la seguridad profesiona­l, que eso ya se da por descontado. Por ejemplo, en la nueva UCI que estará lista a finales del próximo año, las camas estarán en un espacio con paredes, no cortinas, y con sitio para dormir los padres. En la maternidad, los arquitecto­s diseñaron un panel para cada habitación donde se incluye todo lo necesario para explorar y lavar al bebé, de manera que desde la cama de la madre siempre sea visible. “Para que pueda aprender y preguntar lo que quiera ¿Más caro? No necesariam­ente, pero seguro que el pediatra tarda más en pasar visita”, explica la directora de planificac­ión. Y siempre buscando luz natural, “para ayudar a orientarse”.

Los cambios no siempre han sido bien recibidos por los profesiona­les. Como cuando propusiero­n que entraran los payasos al quirófano hasta que el paciente se durmiera. Ahora es una rutina, como también lo es poner la anestesia local en brazos de mamá y no tumbados en la camilla. Los niños están absolutame­nte distraídos e incluso cuando les ponen la mascarilla, los payasos les enseñan a inspirar jugando. Así que ahora los anestesist­as reclaman a su payaso de quirófano.

Lo de los perros costó un poco más. ¡Perros en el hospital! Son unos auténticos profesiona­les que incitan al niño a caminar una y otra vez en rehabilita­ción, aunque les duela un poco. Perros que serenan al niño angustiado por el miedo a lo que le espera y a un sufrimient­o que no entiende.

Y el colmo fue la entrada de músicos en neonatos. El espacio estéril por excelencia, invadido pri- mero por las madres y ahora por los músicos. “Y de repente, en cuanto suena la música, se hace el silencio, ya no hay voces ni llantos y todo queda en calma y con caras sonrientes”, describe M. Josep Planas.

Los payasos, los perros y los músicos cuestan entre 80 y 100.00 euros al año. “Es un dinero que pedimos a los donantes. No podemos encomendar esta tarea a voluntario­s, porque los necesitamo­s cada día, no nos pueden fallar”.

¿Es más caro? “Cada cambio lo estudiamos y lo preparamos mucho previament­e. Y nuestro compromiso es que sea una obra sostenible en todos los sentidos. Por ejemplo, que genere menos gasto energético”, defiende la arquitecta. Por ejemplo: el filtro térmico que supone la celosía del bosque en las cristalera­s del hospital de día reduce un 35% el aire acondicion­ado.

Los padres pidieron dos sillas junto a la cama, microondas y un lugar para llorar

La nómina incluye payasos de quirófano, perros de rehabilita­ción y músicos en neonatos

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En el hospital de día, las columnas parecen troncos de árboles y una celosía que representa un pinar amortigua la entrada de luz exterior
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