En África hay justicia
Senegal juzga al antiguo dictador de Chad, Hissène Habré, por miles de asesinatos políticos y torturas
No pasa todos los días que un dictador se siente en un banquillo, como hará el sanguinario Hissène Habré para responder por sus crímenes en el Chad ante un tribunal del mismo Senegal donde disfrutaba de un lujoso exilio.
“Es la primera vez que una movilización ciudadana logra juzgar un déspota en África”, dice el abogado Brody
Souleymane Guengueng rogó tres veces a Dios que le dejara morir. La última, la peor, cuando los guardas le pillaron dirigiendo los rezos de un grupo de prisioneros con quienes compartía celda. Estaban tan hacinados que, cuando un recluso moría por las brutales torturas, por el hambre o las enfermedades, los supervivientes se veían obligados a dormir sobre el cadáver.
Guengueng vio morir a cientos de compañeros. Cuando los vigilantes escucharon sus plegarias, le castigaron a conciencia: le colgaron de los testículos. Ese día, fue el inicio de una de las mayores luchas por la justicia de la historia de África: Guengueng, excontable, se prometió que si sobrevivía dedicaría toda su vida a llevar frente a la justicia al responsable de esas atrocidades.
Lo consiguió. Tras la incansable movilización de decenas de supervivientes, hoy, lunes, por fin, 25 años después de su caída, Hissène Habré, el antiguo dictador de Chad, se sentará en un banquillo de los acusados en Dakar (Senegal) para ser juzgado por las acusaciones de torturas, crímenes de guerra, de genocidio y crímenes contra la humanidad.
Al otro lado del teléfono, el abogado estadounidense y consejero de la organización Human Rights Watch, Reed Brody, no puede disimular la satisfacción que le produce. “No es un hito solamente para África –dice–, es un hecho nuevo en el continente y casi en el mundo: es la primera vez que una movilización ciudadana logra juzgar a un déspota en África, y la primera vez en el mundo que los tribunales de un país (Senegal) van a juzgar al expresidente de otro (Chad)”.
“El papel protagonista de la sociedad civil es increíble”, asegura Brody, a quien le apodan El cazador de dictadores, tras un documental suizo sobre su trabajo. Ha cazado con éxito al expresidente chileno Augusto Pinochet, al haitiano Jean-Claude Duvalier y al chadiano Hissène Habré.
No ha sido un camino fácil: la abogada principal del caso aún tiene trozos de metralla de granada en su cuerpo tras un atentado en su país, y varios testigos, Guenguen entre ellos, viven como exiliados políticos.
Durante todo este tiempo, Ha- bré, huido a Senegal desde su derrocamiento en 1990, vivía en una mansión de lujo en un barrio exclusivo de Dakar.
Guengueng, que pasó dos años y medio en la cárcel, aún tiene secuelas físicas, como una vista muy débil, por las torturas. Pero, asegura, no necesitará ver perfectamente para mirar a Habré a los ojos en los juzgados. “Le preguntaré por qué nos hizo tanto daño”.
La batalla no es menor. Se trata de poner frente a la justicia a uno de los sátrapas africanos más san- guinarios: desde el año 1982 al 1990, Habré gobernó Chad a golpe de espaldas desgarradas y tiros en la nuca. Lo hizo con el apoyo de Francia pero sobre todo con el de Estados Unidos, que vio a Habré como un aliado clave contra los sueños expansionistas del libio Muamar el Gadafi.
Según la Comisión de la Verdad de Chad, durante su mandato se produjeron 40.000 asesinatos políticos y más de 200.000 personas fueron torturadas.
El dictador, a quien la CIA había apodado como “el guerrero por excelencia del desierto” será juzgado por las Cámaras Africanas Extraordinarias, creadas ex profeso por la Unión Africana y el presidente senegalés, Macky Sall, que desde su llegada al poder en el 2012 ha sido una figura clave para desencallar el caso. El Tribunal Penal Internacional (TPI) no podía juzgar este caso porque sólo tiene jurisdicción en crímenes cometidos después de julio del 2002, cuando su estatuto se hizo efectivo.
Habré, de 72 años, se enfrenta a la cadena perpetua y podría ser condenado a indemnizar a miles de víctimas. En el juicio, que durará al menos tres meses, se trasladará a más de cien testigos chadianos a la capital senegalesa.
En el 2001, Brody visitó las ruinas de una de las peores cárceles de Chad, apodada La Piscine. Se llamaba así porque se trataba de una antigua piscina que habían tapiado para encerrar bajo tierra a los presos, sin luz y en unas condiciones inhumanas. Allí Brody descubrió miles de documentos que atestiguaban la maldad: era un diario de prisión que respaldaba los testimonios de los supervivientes. Sirvió de hoja de ruta para la acusación.
Cuando empezó a investigar el caso, Brody pidió un deseo: “Si matas a una persona, vas a la cárcel. Si matas a 40, te meten en un manicomio. Pero si matas a 40.000 recibes un exilio confortable con una cuenta bancaria en otro país; y eso es lo que nosotros queremos cambiar”, dijo.
Quince años después, la impunidad está a punto de acabar para Habré.