Viento a favor para los chiíes
El fulgurante éxito del Estado Islámico ha exacerbado el ambiente de profundas tensiones, siempre latentes, entre suníes y chiíes, entre Arabia Saudí, protegida casi desde su nacimiento por Estados Unidos, y la república islámica de Irán, proclamada su primera enemiga en Oriente Medio por sus querencias en favor de grupos terroristas.
“El enemigo de mi enemigo –gustan repetir los árabes– es mi amigo”. Es cierto que las complejas negociaciones en torno al tema nuclear iraní se arrastran desde hace tiempo. Nada es nuevo bajo el sol, como no es nuevo el programa atómico iraní, que ya acariciaba antes de 1979 el sha de Persia, gran aliado de Estados Unidos y de Israel, leal “gendarme de Oriente”.
Por más que la metáfora de la caja de Pandora para describir el cúmulo de sorpresas que nos depara al abrirla, en Oriente Medio esté desgastada, es la mejor forma de tratar de definir los acontecimientos que pueden desencadenarse en el complicado Oriente. Hasta ahora la política y la diplomacia estadounidenses han sido –digámoslo con pocas palabras– pro suníes, porque el sunismo emana y es representado por el poder de Arabia Saudí, y anti chií porque el chiísmo actual se considera un fenómeno socio-religioso fomentado por la revolución islámica del imán Jomeini en 1979.
Es lógico, por consiguiente, que testas coronadas del Golfo, que por cierto lo denominan Arábigo mientras que sus vecinos enturbantados mulás iraníes lo califican de Pérsico, hayan recibido con preocupación, si no con inquietud, el principio de esta nueva estrategia norteamericana, el tan esperado como temido cambio de rumbo de la Casa Blanca.
Hay que recordar, porque la memoria es corta, que desde 1979 EE.UU. y sus aliados unieron fuerzas para combatir y derrotar “la amenaza de la revolución chií iraní, en Oriente Medio y en Occidente. La cruenta guerra entre 1980 y 1988 de Irán e Iraq, cuyo régimen proporcionaba la defensa militar ante la cacareada avalancha chií sobre países débiles como Líbano o Bahréin, era voluntad de las monarquías del Golfo y los estados suníes de la región, fuesen Egipto o Jordania.
Esta aproximación norteamericano-iraní, calificada de catastrófica por la casa de los Saud a través de sus estipendiados medios de comunicación, no por esperada ha sido menos dolorosa, hasta a el punto de que algunos de sus diplomáticos se hubiesen lamentado de no haber participado en las negociaciones sobre la cuestión nuclear iraní.
¿Cómo va a repercutir en la situación de Oriente Medio el hecho de que ya no se considere a la república islámica de Irán un estado paria, acusado de terrorista? Temen que este acuerdo se haga a expensas de los países árabes, sobre todo gobernados por la mayoría suní. La diplomacia de la Casa Blanca, al dar este paso de tan importantes consecuencias, trata de establecer un cierto equilibrio entre Irán y sus aliados, de Iraq,
La Casa Blanca trata de establecer un cierto equilibrio entre Irán y los gobiernos suníes, sobre todo los del Golfo
de Siria, del Hizbulá libanés, y los gobiernos suníes, principalmente los del Golfo. Busca aumentar su influencia en Oriente Medio entre los dos bloques enfrentados.
En el Golfo sus soberanos ambicionan mantener sus familias en el poder, asegurando la exportación de petroleo a cambio de la decisiva protección estadounidense. ¿Servirá este acuerdo para fortalecer al régimen de los mulás o bien para ayudar a la sociedad civil iraní a ampliar su espacio de libertad? Es casi la misma pregunta que se hizo después de que el presidente Obama anunciase su acuerdo con el régimen de La Habana.
Arabia Saudí e Irán son los dos grandes polos del mundo musulmán. Representan dos concepciones diversas del islam, dos modelos de sociedad mahometana, dos imperialismos de naturaleza teocrática, teniendo en cuenta además la especial identidad chií de los persas. El Estado Islámico se ha convertido en el enemigo común de Irán y de Estados Unidos, que lo combaten con diferentes intensidades bélicas en Iraq y en Siria. En el laberinto oriental los norteamericanos, en cambio, apoyan en el paupérrimo Yemen a Arabia Saudí contra lo hutis o chiíes rebeldes.
En Damasco, en Bagdad , en el Hizbulá libanes, acogieron muy bien el acuerdo. En El Cairo, el Gobierno está más preocupado por erradicar a los yihadistas, es decir a los guerrilleros suníes de Ansar Beit el Maqdis, sometidos al Estado Islámico en la península del Sinaí. Irán y los chiíes, sean persas o árabes, tienen quizás ahora en este complicado Oriente Medio el viento de la historia a su favor.