La nueva Odisea griega
Los antiguos helenos llamaban parresia a hablar con la llana desnudez y sinceridad de la franqueza, a la confidencialidad entrañable de los amigos íntimos sin evitar la dureza de la verdad. Tsipras debe decir toda la verdad a su pueblo, sin ambages ni circunloquios, exponiendo la crudeza de la situación económica y financiera griega.
Durante años los gobiernos de Grecia maquillaron las cuentas del Estado, las falseaban. Como consecuencia de este ejercicio de irresponsabilidad y mentira, la deuda griega ha ido adquiriendo un volumen insostenible. El sufrimiento del pueblo griego se debe a unos gobernantes trileros que han creado un país de ficción sumido en la desesperanza y en la incertidumbre.
Ahora los socios ricos de la UE y los bancos prestamistas no quieren dilatar más el cobro de las multimillonarias deudas griegas. Tsipras y Syriza se ven contra las cuerdas; o abandonan el ring o permanecen en él sometidos al rigor de unos compromisos de sacrificios duraderos.
El arbitraje en este pugilato es cada vez más duro y no va a permitir ni una sola triquiñuela más, ni un solo golpe bajo. Los griegos son duros, pero ya no son los antiguos espartanos, y la nave en la que están embarcados no la guía el sagaz Ulises. Escila y Caribdis vigilan amenazantes y atentos su proceloso rumbo. AGUSTÍN ARROYO
Madrid