Esperas entretenidas
No es agradable acudir a un hospital. Hay a quien no le gusta ni ir de visita. Pero se hace aún más cuesta arriba cuando está relacionado con la enfermedad de un niño. La angustia en una sala de espera y el miedo ante un diagnóstico se convierten en momentos difíciles de olvidar. No hay padres que no retengan en su memoria el haber pasado una larga noche sentados en Urgencias con el niño en brazos o la sensación de desesperación cuando te lo arrancan de esos mismos brazos para llevarlo al quirófano o hacerle una prueba. Y qué pasa luego. Pues que el niño ve una bata blanca y sale corriendo; una aguja a cinco metros y se pone a llorar. Un trauma difícil de superar cuando se tiene sólo siete años, pero en el que el entorno y las formas tienen al final mucho que decir.
Sí, sí las formas. Porque si el médico o la enfermera van vestidos de colores alegres la reac- ción del menor es diferente. La desconfianza se mitiga. Y si al entrar al hospital Sant Joan de Déu descubre un tobogán gigante por el que deslizarse una y otra vez, hasta que la madre le corta el rollo y le dice que se ha levantado a las seis y media de la mañana para hacerse una análisis de sangre y no para jugar, es señal de que ha conseguido olvidarse de la temible aguja.
Esta intención de diluir la fuerte carga emocional que puede ocasionar acudir a un hospital, ya sea de forma puntual o periódica, es la que está trans- formando Sant Joan de Déu en una gran ludoteca. Allí los niños juegan y el espacio se ha diseñado pensando en ellos.
Las esperas en consultas externas se hacen más entretenidas si pueden desfondarse saltando en colchonetas o admirando un gran escenario de play mobil con dragón y castillo. Hasta resulta divertido seguir el itinerario que conducen a los diferentes servicios marcados en el suelo del hospital. Se sigue la línea de la oveja, el gato, el pato, la abeja... La dureza del hospital se diluye, está allí, pero es más llevadera.