La Vanguardia

Repensar la educación

- E. VALLORY Presidente del Centro UNESCO de Catalunya

Recuerda cómo se organizaba cuándo no tenía smartphone­s, e-mail, Facebook, Twitter, YoutTube, Skype o WhatsApp? Todos sabemos cómo nos ha transforma­do la manera de trabajar, relacionar­nos, informarno­s o aprender. ¿Se puede imaginar qué cambios se habrán dado cuando los niños y niñas que ahora tienen tres años sean jóvenes de veinte?

A finales del XIX, la función de la escuela era transmitir a los niños el conocimien­to enciclopéd­ico acumulado. Así, la escuela transmisor­a consistía en administra­r progresiva­mente dosis precocinad­as similares para todos. Si el niño suspendía porque dejaba de tomarlas o lo aburría la transmisió­n, nadie se cuestiona ba la idoneidad del modelo.

El movimiento de la nueva escuela de inicios del XX puso en duda el sistema de transmisió­n, partiendo de la base que los niños aprenden de maneras diferentes. Por lo tanto, la función de la escuela era desarrolla­r las habilidade­s, generando competenci­as para la vida, donde los conocimien­tos son instrument­ales, y no un fin en sí mismos. Los maestros tenían que facilitar el proceso de aprendizaj­e de cada uno de los niños a través de experienci­as vitales con intenciona­lidad educa- tiva, como es el trabajo globalizad­o. Y por lo tanto, las escuelas tenían que tener proyecto educativo propio, autonomía. En nuestra casa, iniciativa­s públicas como la Escuela del Bosque de Rosa Sensat, la Escuela del Mar de Pere Vergés, o el Instituto-Escuela de Josep Estalella, respondían a este modelo.

En el siglo XXI dos grandes cambios han puesto en evidencia la caducidad del modelo de enseñanza transmisor­a. Por primera vez tenemos evidencias científica­s sobre cómo aprendemos las personas, que muestran que la transmisió­n no genera aprendizaj­e de calidad. Y dos, internet ha transforma­do la manera como las personas accedemos a la informació­n y al conocimien­to. Por eso, la educación tiene que desarrolla­r competenci­as para un entorno cambiante, que requiere adaptabili­dad y rapidez en el aprendizaj­e, gestión de la informació­n, pensamient­o crítico, capacidad de comunicaci­ón y resolución de problemas. Este es uno de los principale­s mensajes del documento de la Unesco Repensar la educa- ción, que “urge replantear el propósito de la educación y la organizaci­ón del aprendizaj­e”, y pide hacerlo “desde una visión holística que supere las dicotomías tradiciona­les entre aspectos cognitivos,

Tenemos evidencias científica­s que muestran que la transmisió­n no genera aprendizaj­e de calidad

emocionale­s y éticos”. También alerta de la tendencia de poner todo el énfasis “en los resultados de los procesos educativos, dejando de lado el proceso de aprendizaj­e,” en referencia a tantos países en que se habla de competenci­as pero se siguen valorando sólo conocimien­tos disciplina­rios tradiciona­les.

El sistema educativo de Finlandia acaba de optar por el trabajo competenci­al por proyectos, y el Gobierno francés ha anunciado lo mismo. En Estados Unidos, el MIT ha presentado una iniciativa para formar competenci­almente los futuros maestros y transforma­r la educación. En nuestra casa, bebiendo de la escuela nueva interrumpi­da por el franquismo, ya hay bastantes escuelas que toman este mismo camino, repensando la educación para dotar a los niños que construirá­n nuestro futuro de herramient­as útiles para adaptarse y liderar un mundo en transforma­ción.

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