Y... Guardiola cierra
El amigo de Chateaubriand, Joseph Joubert –del que vale la pena leer los Pensamientos, publicados post mórtem–, decía que el final de una obra debía recordar siempre el principio. Aquello del saber de dónde venimos, cuando llegamos. O, en este caso, de qué naturaleza está hecha la pasta cuando se acaba la obra. Y aunque el dicho popular asegura que bien empieza aquello que bien acaba, lo cierto es que el mejor final es el que empezó con un gran principio.
O más o menos. Y aunque sea una licencia de verano –espero que perdonable– lo de mezclar a Joubert con los líos catalanes, lo cierto es que he recordado al moralista francés cuando la posibilidad de que Guardiola cerrara la lista unitaria se ha confirmado. La idea, pues, de que Pep fuera uno de los nombres simbólicos, con proyección internacional, que completara el elenco, ha llegado a puerto y la reflexión de Joubert se cumple: ese cierre de lujo recuerda cuál es la naturaleza de la lista y por qué ha nacido.
Probablemente Guardiola era la metáfora perfecta, el colofón final que
La grandeza de la lista está en ese círculo prodigioso que empieza con Romeva y acaba con Guardiola
explica todo el conjunto.
Y ¿cuál es esa naturaleza? Ciertamente es la transversalidad, la unidad en la diferencia, la suma de diversos para un fin común. La grandeza de la lista unitaria radica en ese círculo prodigioso que empieza con Romeva y acaba con Guardiola y que, como era de esperar, ya ha puesto de los nervios a los líderes españoles. Porque, como bien sabemos, en este tema Catalunya no tiene aliados, ni a derecha, ni a izquierda, léase derechas irredentas o izquierdas postre volucionarias, tanto monta Rajoy e Iglesias. Y por ello mismo, por el hecho de que no existe en España un cuerpo ideológico democrático en referencia a los derechos nacionales, sino un simple instinto de supervivencia –tanto por lo esencial-patriótico como por lo económico–, unos hacen tropelías legales (y en el pasado, militares) y los otros miran hacia otro lado.
Por cierto, y a pesar de que no me sorprenda, no deja de admirarme que esa izquierda que quiere poner patas arriba el sistema no entienda que lo que ocurre en Catalunya es un tsunami de rebelión colectiva que cierra definitivamente el paradigma de la transición. Sin embargo, es como si Catalunya no existiera en el debate, sino que fuera, simplemente, ese territorio lleno de burgueses que deben pagar y callar, quizás para expurgar culpas ignotas. Y a cuyos problemas políticos se les aplica exclusivamente el ordeno y mando. Es decir, el concepto imperial de la colonia, que aúna ideologías. Sin embargo aquí ocurre mucho, y quizás todo, y la lista es la plasmación del continente pero también del contenido. Esto que está pasando es muy verdad y tiene una dimensión que no se resuelve manoseando en el TC. Estaremos, si la lista vence, en un choque de legitimidades democráticas –con Europa mirando–, y eso no se va a resolver con clásicas bravuconadas.