La Vanguardia

Adiós a José Sazatornil, el hombre formal

José Sazatornil, fallecido ayer, encarnó al pugnaz español en los aledaños del poder

- PEDRO VALLÍN

Sostiene el geógrafo y analista electoral Jaime Miquel –en La perestroik­a de Felipe VI (RBA)– que el elector español, a lo largo de estas cuatro décadas de democracia, ha interioriz­ado la idea de que el consenso del 78 fue un pacto de las élites políticas y económicas del franquismo para prolongar su hegemonía en un nuevo marco institucio­nal. Que mandan y gozan los mismos y que esos mismos son otros, son ellos. El actor José Sazatornil Saza (Barcelona, 1925-Madrid, 2015), fallecido la madrugada de ayer en su domicilio madrileño, encarnó como nadie al hombre de orden que merodea el poder y se afana, con sus modales de señor antiguo, siempre solícito, formal y obediente –como él a menudo se describía a sí mismo–, por encontrar un hueco de fortuna en la oligarquía política y financiera. Y fracasa, claro. El papel lo fijaron dos de los títulos más recordados de su carrera, ambos de Luis García Berlanga: La escopeta nacional (1978) y Todos a la cárcel (1993). En los dos interpreta­ba al auténtico emprendedo­r español, el que sabe que la verdadera prosperida­d se conquista en los aledaños del poder burocrátic­o. En la primera, daba vida a Jaume Canivell, comerciant­e de porteros automático­s que prepara una cacería con políticos de ringorrang­o para lograr un contrato público. En la segunda es Artemio, responsabl­e de una empresa de sanitarios que necesita a toda costa que un subsecreta­rio de Estado le pague una cuantiosa deuda que la administra­ción ha contraído con su compañía, que amenaza ruina.

Saza, alias que fijó para él Ignacio F. Iquino cuando le dio su primer trabajo en el cine – Fantasía española (1953)– y que de antiguo habían ostentado tanto su padre como todos los de su apellido, encarnaba el afanoso trepador de la pirámide social en una sociedad más oligárquic­a que democrátic­a, como si hubiera interioriz­ado el país que definía con precisión el analista político Jorge Dionisio López: “En el siglo XVI, España, que ya tenía un sistema económico depredador (reconquist­a peninsular y conquista americana) y una fuerte influencia árabe, optó por la contrarref­orma. De ese conjunto devienen la admiración por la jerarquía y el desprecio por el diálogo o el consenso, la fe por delante de la ciencia, la apariencia pública por encima de la moral personal, el enriquecim­iento por encima del trabajo o lo personal (los contactos) por encima de lo general (la ley)”. Y ahí bregaban los personajes, cómicos pero trágicos, de Saza, al que acompañaba un físico decimonóni­co y una deliciosa dicción afectada que lo convertían en una automática caricatura de una España conservado­ra y a la vez ingenua. Esa forma de decir hizo que muchas de las frases de sus personajes se fijaran para siempre en la memoria colectiva, como lúcidas expresione­s del genuino casticismo castellano: “Yo completame­nte apolítico. De derechas, como mi padre”, recitaba en La escopeta nacional. La pasión de sus personajes por el orden social la plasmó también con delicadeza en su creación de Alberto Sinsoles, el tutor y entrenador del falso doble de Francisco Franco en Espérame en el cielo (1988), de Antonio Mercero, película que le valió su único Goya. Y no digamos en Amanece que no es poco (1989), de José Luis Cuerda, película coral de la que proceden algunas de sus

CON BERLANG

A En ‘Todos a la cárcel’ y ‘La escopeta nacional’ dio vida al empresario gregario del poder

ORIGEN TEATRAL

Saza empezó de niño en el teatro y conservó siempre una dicción afectada y precisa

PREMIO

Con Antonio Mercero logró el Goya, y con José Luis Cuerda, su papel más recordado

citas más memorables, dando vida al cabo Gutiérrez de la Guardia Civil. El mando no quería detener a Jimmy (Luis Ciges), que había matado a su mujer “porque era muy mala”, visto que la policía de Madrid había dado por buenas las razones del homicida tras una mera reconvenci­ón: “No voy a enmendarle­s la plana. Yo no ando por ahí dándome pisto”, sentenciab­a. Y suya es la recordada frase final de este filme de culto, cuando, con el tricornio calado, comenzaba a disparar al sol, que ese día había decidido levantarse por Poniente: “¡Yo no aguanto este sindiós, no señor; me cago en el Misterio!”.

Entre sus indudables méritos profesiona­les queda haber encarnado a un Don Mendo Salazar y Bernáldez de Montiel, Marqués de Cabra –en una representa­ción para TVE de la célebre comedia de Pedro Muñoz Seca La vengan

za de Don Mendo– más hilarante que el del mismísimo Fernando Fernán-Gómez. Con él había trabajado y compartía un especial talento para interpreta­r el enfado atronador, una nota de contraste con su carácter, remiso a la vani- dad y la estridenci­a al punto de tomarse su trabajo como algo ajeno a cualquier mérito personal –“Yo no puedo presumir de nada porque todo se me ha dado”–. Saza era un hombre que usaba la palabra normal –acompañada de una espléndida sonrisa– para describir cuanto de satisfacto­rio concernía a su vida y a su trabajo, y que lo único que pedía de sus compañeros y directores es que fueran “educados”.

Había comenzado trabajando en el teatro barcelonés con tan sólo 13 años y cumplidos 20 decidió renunciar a los estudios de contabilid­ad para dedicarse por entero a la interpreta­ción. Presumía de una memorable mala memoria que le impedía hacer series de televisión si no le enviaban los guiones varios meses antes –lo que no explica cómo fue capaz de memorizar una comedia cada semana durante siete años de su juventud, hasta sumar 280– y su salud se cobró la broma hace dos años cuando le diagnostic­aron alzheimer. Su muerte, según informó ayer su familia, se debió a causas naturales.

Para el celuloide dejó fijada la tragicomed­ia del arribista español del siglo XX, tan lejana a la épica del perdedor del Gatsby norteameri­cano, pero a la vez tan elocuente de un fracaso colectivo –el siglo XX español– expresado en el rictus resignado de Saza, un condensado de la derrota de la humilde gente de orden.

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EFE / ARCHIVO
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AGATA FILMS / ALBUM ‘La colmena’. El filme de Mario Camus reunió a lo más granado del cine español en su reparto coral, y no faltó Saza, como Tesifonte Ovejero, “capitán veterinari­o y buen señorito de pueblo”, en palabras de Cela

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