Desaparecidos en Siria
El avispero de Siria ha hecho desaparecer a tres periodistas españoles que habían acudido a realizar su trabajo de informar sobre la guerra que se desarrolla en ese país. La prudencia obliga a hablar de desaparición a falta de confirmar de manera fehaciente que se trata de un secuestro. Las autoridades españolas y las familias de los informadores piden a los medios prudencia para poder afrontar el problema en las mejores condiciones posibles. Vistas las experiencias previas de casos similares, hay que conceder ese margen de confianza que se reclama.
En los secuestros existe un riesgo de que los medios de comunicación sean utilizados por los captores como instrumentos para mejorar sus posiciones negociadoras. Esta afirmación no es sólo una reflexión teórica, sino una constatación empírica de no pocos episodios pasados. Por mencionar sólo uno y reciente, basta recordar qué es lo que ocurrió en el caso del secuestro del buque atunero español Alakrana y su tripulación, en el 2009, por piratas somalíes.
Los piratas serían, seguramente, antiguos pescadores reconvertidos al negocio más rentable del secuestro, sin más formación que la imprescindible para sobrevivir día a día en un entorno adverso. A pesar de ello se comportaron como si tuvieran un máster en comunicación de crisis en la mejor de las universidades. Supieron administrar unas veces el silencio de sus rehenes, otras las comunicaciones telefónicas que
En los secuestros, los captores pueden utilizar los medios de comunicación como instrumentos para negociar
les permitían con las familias e, incluso, con los medios españoles.
Graduaron de manera ejemplar los niveles de angustia, utilizándola a su conveniencia para presionar a las familias y para que estas transmitieran esa presión al gobierno. Y en aquel juego algunos medios españoles fueron utilizados por los secuestradores por no guardar cautela alguna.
El caso del Alakrana parece que sirvió de lección para los casos que se registraron posteriormente, como los secuestros de cooperantes en el Sáhara o los de los periodistas García Vilanova, Espinosa y Marginedas por parte del Estado Islámico. En estos casos, que acabaron felizmente, las autoridades contaron con el margen de discreción necesaria de los medios y de la sociedad para gestionar la situación y conseguir la vuelta a casa de los rehenes. Esa discreción se ha mantenido, incluso, después de la liberación de los cautivos.
Ahora, en Siria, los servicios diplomáticos españoles y los de inteligencia tienen que comenzar todo el proceso que va desde la recogida de información sobre la situación de los desaparecidos a tratar de conseguir su liberación en el caso de que se confirme el secuestro.
No es tarea fácil en un territorio en guerra. Mientras esos funcionarios hacen ese trabajo subterráneo, a los demás nos queda la obligación de reflexionar sobre el desacierto de los países que han alimentado la guerra en Siria, porque, como ha escrito Tomás Alcoverro en este periódico a propósito de este conflicto, “los pueblos de una y otra orilla del Mediterráneo pechan con los imperdonables errores de sus gobernantes”.