Suma y sigue: cierra Groc, de Toni Miró
Con la discreción marca de la casa, deja de funcionar a fin de mes la tienda abierta en 1967, que fue trampolín del famoso diseñador
Los años caen sobre una cierta Barcelona: la tienda de ropa masculina Groc de rambla Catalunya, esquina Provença, frente a la pastelería Mauri, no lejos de Vinçon, baja la persiana a fin de mes y afronta el trámite con la elegancia discreta de su fundador, el diseñador Antoni Miró.
Por primera y última vez, los polos están rebajados. Es una de las prenda más definitorias del estilo de Toni Miró, que abrió Groc en el número 100 de rambla Catalunya allá por diciembre de 1967 junto a su hermano Esteve, poco después del gran éxito de su primera tienda, en Platja d’Aro, siguiendo las influencias de Carnaby Street, hoy lamentable calle londinense donde en los 60 nació la estética del vestir de quienes iban a desencorsetar el poder en el primer mundo.
El cierre de Groc es tranquilo y sin aspavientos, muere de muerte natural. Tratan en Groc de evitar que los periodistas demos la tabarra a Toni Miró, que dice estar en la República Popular China, y tratan de ahorrarse los lamentos corales de muchos barceloneses que dejaron de comprar en Groc, como dejaron de ir a ciertos cines, comer en restaurantes o comprar en tiendas que cuando desaparecen suscitan nostalgia colectiva. A veces es sólo el paso del tiempo. Aquí no hay expedientes de regulación de empleos o trasfondo sobre el arrendamiento: hay una decisión de Toni Miró que ya explicará si le apetece (este periodista ha tratado de hablar con él sin éxito).
La singularidad de Groc (Barcelona, 1967) en una zona de grandes paquebotes de la moda masculina fue un estilo informal, llamado a vestir a una generación gauchista que pasó de la clandestinidad o el anonimato a la toma del poder a principios de los años 80 y en muchos casos trataba de disimular su mala conciencia gracias a unas chaquetas desolapadas que permitían prescindir de la corbata.
La celebridad de algunos clientes –como Pep Guardiola, George Harrison o John Malkovich– consolidó el prestigio de Antoni Miró y de Groc, que llegó a tener una segunda ubicación en la calle Muntaner, el lugar donde con otro nombre –ya se verá– seguirá el equipo de rambla Catalunya.
Aun con reformas, entrar en Groc –o descender– era dejarse llevar por una atmósfera amistosa, ya de un cierto clasicismo barcelonés, propia de las tiendas de moda sin ánimo de franquicia. Descolgados de los precios de algunas marcas del paseo de Gràcia, Groc mantenía el apego por prendas artesanales, hechas a mano, sobre las que daba gusto conversar con los dependientes, muy alejados de la figura del vendedor que le dice al cliente que todo le sienta bien. De aquellas tiendas y de estos vendedores quedan pocos.
Cierre sin aspavientos de una tienda de ropa masculina que vistió ‘desolapadamente’ al ‘gauchismo’ en ascenso