La huella de un zapato
De una manera cada vez más visible, la figura del investigador forense va penetrando en el imaginario televisivo. Encarna un principio rotundo: toda evidencia, por oculta y por intrincada que sea, acaba siendo descifrada. El cadáver, o la escena del crimen, contiene toda la información necesaria para conocer la verdad, aunque esta revelación aparezca sepultada por capas opacas de misterio e incerteza. Y es ante esta dificultad donde se erige la figura del forense, o del científico especializado, que debe encontrar la brecha para llegar a reconstruir lo sucedido y descubrir al culpable, que finalmente tiene que confesar.
Sobre esta estructura tan simple se instalan muchas series, pero me parece especialmente destacada, por su persistencia, en los episodios seriales que desde hace varios años emite La Sexta en su programación matinal. De hecho se trata de series distintas que pueden llamarse Historias criminales o Crímenes imperfectos, pero que de cara al espectador se funden en una sola obra que siempre parece igual. Su emisión de varios episodios en continuidad es pura repetición de un mismo esquema. Cada episodio trata de un caso criminal misterioso en algún pueblo remoto de Estados Unidos, y todos siguen ese patrón: a) un misterio que parece irresoluble, b) varios sospechosos y uno principal, c) una investigación forense sobre el posible asesino que culmina con una prueba inesperada, y d) un juicio y una confesión.
En ningún episodio aparecen declaraciones del criminal, que suele aparecer siempre como telón de fondo, en las imágenes del juicio, por ejemplo, o en las escenas reconstruidas. En cambio los investigadores, forenses y especialistas en diversas tecnologías pueblan cada capítulo con sus declaraciones y recuerdos.
Todo ello en un ambiente de pueblo cerrado que recuerda vagamente la literatura criminal, donde todo el mundo parece implicado en un caso no resuelto.
Algunas veces el criminal está del lado del orden. Es lo que ha sucedido en un capítulo emitido este miércoles, donde unos y otros intentaban descifrar la muerte de una chica encontrada en la carretera. Finalmente las sospechas recayeron en un joven agente de policía que se había demostrado obsesionado por la figura de esta mujer. Pese a que el sospechoso se declaraba inocente, este episodio de Crímenes imperfectos encontraba la solución del caso en una prueba inesperada: la huella del zapato del policía sobre la sudadera de la chica, a la que había secuestrado en su coche policial y había estrangulado cuando ella saltó del vehículo en marcha en una carretera oscura. Una vez resuelto el caso, todos los testimonios de investigación del episodio resaltan que sin la huella de este zapato sobre la ropa de la mujer no se habría podido resolver el caso. El episodio termina, como suele suceder, con algún aviso para los ciudadanos, en este caso bastante sorprendente: no debes fiarte de un coche que lleva las luces de alarma puestas en una carretera por la que casi no circula nadie.
En los programas policiales que emite La Sexta no hay declaraciones del criminal, que suele aparecer como telón de fondo