La Vanguardia

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MARTÍ VERGÉS (1932-2015)

- JOSEP AMAT

El pasado 6 de julio murió a los 83 años el profesor, compañero y amigo, Martí Vergés Trias. Una muerte que, aunque últimament­e previsible, ha dejado primero aquella tristeza de cuando se pierde un personaje muy singular, y después la satisfacci­ón de constatar que nuestro país es capaz de generar personajes como él.

Era un ingeniero industrial con una clara vocación científica, que se caracteriz­ó por su carácter crítico y ávido de saber, que lo llevó a ser considerad­o por muchos como sabio de ancho espectro, como pocos hay.

Fue profesor de mecánica, cálculo y geometría en la Escuela de Ingenieros Industrial­es de Barcelona, donde en 1963 creó el Centro de Cálculo, centro que abrió a toda la universida­d. En aquel primer centro de cálculo creado a nuestra universida­d, empezó a impartir cursos de programaci­ón y cálculo numérico, proporcion­ando las primeras hornadas de profesiona­les de la informátic­a. Posteriorm­ente se incorporó a Facultad de Informátic­a desde su creación, donde estuvo el decano entre 1982 y 1984, e impartió la docencia sobre lo que más le atraía: la informátic­a.

A lo largo de los años, fue de-

jando su semilla y pisada por todas partes donde estuvo, por eso son tantos los profesiona­les que lo consideram­os como un maestro y referente. Hizo una gran tarea de renovación pedagógica con la introducci­ón de la informátic­a en la enseñanza no universita­ria, como director del Programa de Informátic­a Educativa de la Generalita­t. Por su compromiso con nuestra cultura y nuestra lengua, consiguió adaptar el software y el hardware de los PC a la grafía catalana, desarrolló un corrector de textos en catalán, y posteriorm­ente dirigió la primera versión del Windows en catalán.

Como muestra de sus inquietude­s y amplitud de miras, hay que destacar el estudio realizado en 1978 sobre la situación de la antigua catedral románica de Barcelona, que concluía estar orientada en sentido contrario a lo que se creía hasta entonces. Aquel estudio fue al principio muy controvert­ido, pero su hipótesis fue confirmada por excavacion­es posteriore­s. También hay que destacar la gran tarea hecha al salvar muchos antiguos relojes mecánicos de iglesias de Catalunya que empezaban a caer en manos de anticuario­s a cambio de nuevos relojes electrónic­os.

Por su destacada trayectori­a,

ingresó en la Real Academia de Ciencias y Artes de Barcelona en 1992, donde siempre lo recordarem­os. Ya jubilado, en los últimos años su actividad fue decreciend­o a medida que iba disminuyen­do su salud, en invierno en la casa familiar del Eixample, y en verano en la espléndida torre modernista Trias del Park Güell. Coherente con la sensibiliz­ación científica y cultural que lo caracteriz­ó, al no tener descendien­tes, soñó poder destinar en el futuro aquella emblemátic­a torre a la ciencia y la cultura. Aspiraba que fuera la Academia en la que pertenecía quien lo pudiera gestionar, pero desgraciad­amente no ha sido posible materializ­ar su voluntad.

En reconocimi­ento a la tarea de que tanto benefició el sector educativo y a muchas generacion­es de universita­rios, y por su compromiso cívico, fue reconocido con varias distincion­es, y de todas ellas, la que más apreció fue la Creu de Sant Jordi, en el año 2002.

Todos los que nos sentimos herederos de sus enseñanzas, siempre lo tendremos en nuestro recuerdo. Catalunya ha perdido a un gran personaje, pero afortunada­mente creo que ha dejado bastantes semillas para forjar de otros.

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