Los talibanes confirman la muerte del mulá Omar
El movimiento no concreta cuándo ni dónde, pero nombra sucesor
Los talibanes afganos reconocieron ayer que el mulá Omar, su caudillo durante dos décadas, está muerto. En un mensaje “del Emirato Islámico y de la familia”, los insurgentes anunciaron el fallecimiento, “después de que su salud se deteriorara a lo largo de las dos últimas semanas”.
El reconocimiento se produce a las pocas horas de declarar a la mano derecha de Omar, el mulá Ajtar Mansur, como sucesor. Y un día después de que el Gobierno y la inteligencia afganas divulgaran que Omar había fallecido nada menos que en abril del 2013, de tuberculosis, en un hospital de Karachi (Pakistán). Aunque es al menos la cuarta vez que se le declara cadáver, en esta ocasión va en serio.
El nuevo hombre fuerte de los talibanes, Mansur, fue ministro de Aviación en los tenebrosos años de desgobierno de Omar. A él se debería el tono conciliatorio de los últimos tiempos, combinado con avances en el campo de batalla. Su nombramiento y el del nuevo nú- mero dos, Siraj Haqqani, confirma el ascendente del ejército de Pakistán sobre los talibanes, a los que confía en volver a ver pronto en Kabul, como ya logró 20 años atrás. Aunque la nota talibán no dice dónde murió el emir tuerto, se afana en subrayar que “ni un solo día puso un pie en Pakistán”, un intento burdo de negar que la cúpula talibán opera desde su refugio pakistaní en Quetta.
La revelación de la muerte de Omar desbarata el segundo encuentro previsto para hoy entre negociadores talibanes y del Gobierno afgano en la localidad cervecera de Murree, cercana a Islamabad, con China y EE.UU. como observadores.
El rumor de que Omar habría sido trasladado desde Quetta a Karachi, donde vive su hijo Yaqub, circula desde hace un lustro. Su muerte, después de mantenerlo como espantajo durante años, abre más interrogantes de los que cierra.