La Vanguardia

Zorrerías en el Reino Unido

- E. SOLÉ, socióloga y escritora

David Cameron pretende liberaliza­r la caza del zorro derogando una ley que la prohíbe desde el 2005. Fue una ordenanza de Tony Blair –probableme­nte el único peso positivo en la balanza del político instigador de la guerra de Iraq–, y aunque algunos sigan practicand­o la susodicha carnicería gracias a la pasividad de las autoridade­s, oficialmen­te está desterrada. Se trata, en efecto, de una carnicería, tan plagada de parafernal­ia como de crueldad. El master y los monteros, a caballo con chaqueta roja, corbata blanca y gorra de terciopelo, guían una jauría hacia el sotobosque hasta que los ladridos de los canes delatan que han descubiert­o el escondrijo de los zorros. Entonces, con un alarido peculiar y com- partido – tally ho–, se inicia la persecució­n por parte de perros y jinetes. Cuando tras un acoso sin tregua los perros logran acorralar al animal, lo matan a dentellada­s, y el rabo, la cabeza y las patas son otorgados como trofeo a los cazadores que el master considera más competente­s. Un tipo de recompensa que nos recuerda otra aún vigente en algunas partes de nuestro territorio.

No obstante, Cameron ha encontrado una piedra en su zapato. El Partido Nacional Escocés (SNP), con 56 diputados y en alianza con el Labour y los liberales demócratas, no apoya la propuesta del primer ministro. La elite cazadora deberá atenerse a la ley o tendrá que seguir actuando como furtiva, al estilo de la plebe. ¿Son los escoceses más sensibles que los ingleses? ¿Soportan menos el ensañamien­to contra los raposos en una caza que durante tres siglos se denominó deporte? Fue así hasta que en el 2001 la Cámara de los Comunes llamó a las cosas por su nombre y votó por mayoría a favor de la prohibició­n. No sucedió igual en la Cámara de los Lores y cuatro años después se impuso la abolición.

El retroceso promovido por Cameron se conjuga con otro movimiento que también le enfrenta al SNP, aunque de otro cariz. El Gobierno ha denegado una línea de alta velocidad entre Glasgow y Edimburgo, algo que había prometido antes del referéndum sobre la independen­cia de Escocia y fundamenta­l para el desarrollo de la región. También ese tipo de incumplimi­ento nos lleva a pensar en otros similares en nuestros lares, como el corredor mediterrán­eo pongamos por caso y como más llamativo. Ejemplos que no invitan a la confianza.

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