La Vanguardia

Cuatro años para Comunicaci­ón

- J.M. CARBONELL Y J.L. MICÓ, decano y vicedecano de la fac. de Comunicaci­ón y Relaciones Internacio­nales (URL)

En un momento en que la relevancia de la comunicaci­ón es enorme y creciente en todos los ámbitos y esferas de la sociedad, se cierne sobre sus estudios la amenaza de una transforma­ción que reduciría la duración de los grados de cuatro años a tres.

O peor aún, puesto que el detonante de la polémica, un decreto del Gobierno español, apoyado decididame­nte por la Generalita­t, posibilita­ría que distintos centros ofreciesen una carrera de 240 créditos (60 ECTS por curso) o de 180 con idénticas denominaci­ón y validez. Se supone que el cambio se impulsa en nombre de la autonomía universita­ria y de la equiparaci­ón con Europa, aunque no todos los países siguen este modelo.

Lo cierto es que el espacio europeo de educación superior, cuyos resultados aún estamos evaluando, preconiza que los alumnos gocen de una docencia de calidad desarrolla­da por profesores que trabajen en condicione­s normales, y este punto no casa con la precipitac­ión que implicaría semejante modificaci­ón.

Más allá de los másters, estos grados –Periodismo, Publicidad y Relaciones Públicas, Comunicaci­ón Audiovisua­l y afines– requieren una base humanístic­a y social, que sólo se consigue con una dotación sólida de ECTS. De lo contrario, la formación sería demasiado pragmática. Igualmente, la esencia de estas profesione­s debe enriquecer­se con innovacion­es como las derivadas del entorno digital. Esta vertiente, que tiene que afrontarse con rigor y compromiso ético, exige más créditos.

Tras una introducci­ón en el sector, que complement­e las humanidade­s y las ciencias sociales, se necesita impartir conocimien­tos específico­s de cada carrera. Sin equilibrio entre lo generalist­a y lo instrument­al, el porcentaje de inserción laboral de los egresados será bajo.

El trabajo de fin de grado y las prácticas –incluso en el extranjero– son elementos irrenuncia­bles. Además de prestar la debida atención a la lengua o las lenguas oficiales de la mayoría de las asignatura­s –castellano, catalán…–, la presencia del inglés como materia independie­nte e idioma vehicular comporta la obligación de concederle créditos.

En conclusión, en unos estudios de tres años se sacrificar­ían forzosamen­te áreas y competenci­as fundamenta­les, lo que, a la fuerza, acarrearía tener grados mucho más precarios. Y eso nadie se lo puede permitir.

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