Una pintura silenciosa
ANNA MIQUEL (1949-2015) Pintora, dibujante y cineasta
AAnna Miquel la pude conocer en distintas circunstancias y momentos. Antes de tener ocasión de contemplar y admirar su pintura en los años ochenta y de escribir sobre ella, la había conocido primero en mi infancia y más tarde en otra faceta creadora, pues esta artista barcelonesa fue desde los años setenta autora de películas de animación y entonces realizó algunas obras que eran alegorías de ideología antiautoritaria, libertaria, como reclamaba la situación política en los años de dictadura y de transición hacia la democracia. Su cortometraje El inconformista se ha difundido en los últimos años en una versión videográfica. Y durante muchos años fue profesora de cine de animación en la facultad de Bellas Artes de Barcelona.
Pero de hecho conozco a Anna Miquel –o Anni, como muchos la llamaban– desde mucho antes, desde mi infancia y su adolescencia, por motivos de familia y de vecindad estival, pues ella y mi hermana jugaban en el mismo jardín, en Puigcerdà, en una de esas villas construidas por los pioneros del turismo decimonónico en la Cerdanya, cerca de ese lago romántico antes geométrico y con cisnes. Sé que los padres de Anna Miquel invitaban con cierta frecuencia a personalidades del mundo artístico y cultural, y recuerdo que, años más tarde, el crítico de arte y poeta Rafael Santos Torroella me hablaba muy bien de aquellas estancias. Lo que muy poca gente sabe –pues para contar cierto tipo de cosas es prudente espe-
rar unos años– es que en aquellas casas sucedieron acontecimientos extraordinarios y necesariamente furtivos en la época franquista. Un caso especialmente llamativo: rescatar por una noche a Pau Casals de su exilio en Prada, enviando a un coche con chófer, para poder disfrutar de un concierto del maestro, que oficialmente nunca pisó territorio español durante la dictadura. Y eso pasando la frontera ilegalmente, de ida y de vuelta.
Pero volvamos a Anna. Ella se crió en ese ambiente, en una burguesía ilustrada atenta a las expresiones artísticas. Sus primeras películas expresaban una ideología distanciada y rebelde frente a las ideologías propensas a la conservación de privilegios, y también en sus primeras exposiciones de pintura se notaba una sutil crítica de la burguesía acomodada, un poco en el mismo tono de ciertas películas de Antonioni, partícipe y a la vez crítico respecto a algunos valores de ese mundo frecuentemente deshumanizado por codicia, egoísmo o simple comodidad, también mental.
Estas circunstancias pueden ayudar a comprender ciertos aspectos de su obra, pero es por sus logros artísticos, por ciertas síntesis personales, que su pintura merece la mejor atención del público, los coleccionistas y los críticos o historiadores del arte. Su pintura es a la vez física y espiritual, matérica y evanescente. En ella los elementos táctiles y las presencias densas y visibles conviven con la posibilidad o la aparición del vacío, de la desaparición.
En la pintura de Anna Miquel se producen a veces síntesis que parecían improbables. Fusiones y trasvases de géneros: un retrato de un objeto de uso cotidiano (pincel, máquina de escribir, tetera) que era además un paisaje. Y de registros e influencias: el silencio de Giorgio Morandi conviviendo con la materialidad poblada por huellas y marcas del paso del tiempo y despoblada de figuras que apreciamos en la pintura de Jean Dubuffet y de Antoni Tàpies, y con la inmediatez urbana del arte pop de Andy Warhol.
En su obra casi siempre se da algún elemento distanciador que enmascara o amortigua una intensidad pasional que se adivina tras esos elementos que tienden a lo neutro. Su última y memorable gran exposición fue “La memoria del mar”. Tuvo lugar en la sala Parés y la galería Trama en verano del año 2013. Incluía cuadros espléndidos en torno al tema del naufragio, el literal y marino y el vital o existencial: “El hundimiento”, “El desasimiento”, “A la deriva”, “Islas y náufragos”, “Silencio y quietud”.
El funeral tendrá lugar en el Tanatori de Les Corts hoy viernes a las 10.30h.
Su última exposición tenía espléndidos cuadros sobre el naufragio: el marino y el existencial