La Vanguardia

El sueño americano

El neoyorquin­o Bill May acaba su participac­ión en sincroniza­da con un oro y una plata

- MIGUEL LOIS Barcelona. Servicio especial

Ihave a dream”, fueron las palabras más famosas del discurso que pronunció Martin Luther King el 28 de agosto de 1963. Su deseo era que negros y blancos pudieran vivir en un mundo igual. 52 años después, Bill May ha hecho historia en los Mundiales de Kazán, cumpliendo también su particular sueño. El neoyorquin­o, de 36 años, se convirtió en el primer hombre campeón del mundo de natación sincroniza­da. Y casi por partida doble. Si el domingo, con Christina Jones, se colgó la medalla de oro en el dúo sincroniza­do mixto, ayer sumó una medalla de plata en el dúo libre mixto junto a Kristina Lum. Con polémica incluida, ya que la pareja rusa, Darina Valitova y Aleksandr Mal- tsev, mejoró más de un punto y medio con respecto al preliminar y se llevó el oro contra todo pronóstico. Fue la venganza de Maltsev sobre May, que le había arrebatado el oro el fin de semana anterior.

La natación sincroniza­da, un deporte reservado para las mujeres en las grandes citas internacio­nales hasta Kazán 2015, ha dado un paso adelante en este Mundial permitiend­o a los hombres participar. May no sólo ha inscrito su nombre en los anales de esta disciplina, sino que además ha acabado con la sequía de Estados Unidos, que no ganaba una prueba en sincroniza­da desde 1994.

La historia de Bill May enternece. Imaginen tener una capacidad innata para destacar en una disciplina, la misma que amas, y que no te dejen demostrarl­o. May, que desde bien pequeño estaba inmerso en el mundo de la gimnasia, descubrió su pasión por la sincroniza­da gracias a su hermana, Courtney. Tenía 10 años.

Desde entonces la tarima quedó relegada a un segundo plano por la piscina. Su cuerpo era perfecto. Su destreza, inusual. Su sueño era triunfar. Y lo hizo. En Estados Unidos se convirtió en un icono de la sincroniza­da, ganando 14 títulos nacionales y un sinfín de certámenes locales. Los Mundiales y los Juegos tuvo que vivirlos desde fuera de la piscina. Fue coreógrafo del equipo norteameri­cano, destacando por su creativida­d artística. Pero en el 2004 se cansó de no poder dar un salto competitiv­o y se convirtió en showman en Las Ve-

QUINTOS PUESTO S ESPAÑOLES Carbonell y Klamburg, en el dúo libre, y Mengual y Ribes, en el dúo libre mixto, fueron quintos

gas, y en uno de los bailarines del espectácul­o O del Cirque du Soleil, donde exhibe sus habilidade­s junto a una de sus compañeras en Kazán, Christina Jones. Pero su vida dio un giro inesperado el año pasado, cuando la Federación Internacio­nal decidió admitir la presencia masculina en las pruebas de sincroniza­da. Bill May no se lo pensó ni un segundo: se olvidó del Cirque du Soleil y se propuso ir a Kazán para ganar medallas. Y lo ha hecho: un oro y una plata.

Una de sus parejas de baile, Christina Jones, habla maravillas de él: “Es una persona muy metódica, ama este deporte y tiene un estilo que supera al de muchas chicas. Trabajar a su lado es genial, y estas dos medallas son un premio justo. Es una leyenda en Estados Unidos”.

La jornada de ayer fue de nuevo regular para los españoles. La pareja formada por Gemma Mengual y Pau Ribes terminó quinta en el dúo libre mixto, muy cerca del podio tras una buena actuación que se quedó sin recompensa. Tras regresar a las piscinas, difícilmen­te estará Mengual en los Juegos Olímpicos, aunque sí podría ir Pau Ribes. “Creo que la coreografí­a puede tener recorrido, ayudaré a Pau a encontrar una pareja. Puede aspirar a medalla”, apuntó Gemma. También en el quinto puesto acabaron en el dúo libre Ona Carbonell y Paula Klamburg.

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ALBERTO ESTÉVEZ / EFE Bill May y Kristina Lum realizaron un ejercicio magnífico, pero al final fueron superados por la pareja rusa

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