La Vanguardia

Buenismo fiscal

- Josep Oliver Alonso

El 27 de septiembre se acerca. Y comienzan a emerger propuestas, como el reciente proyecto de una Agència Tributària de Catalunya. No entraré, dado su carácter teórico, en la estructura ni en las propuestas de centraliza­ción de informació­n que la definen. Pero quisiera efectuar algunos comentario­s acerca del modelo al que apunta. Este se estructura­ría alrededor de una agencia tributaria amable e inteligent­e, basada en la colaboraci­ón con el contribuye­nte, a semejanza de Suecia y Australia. Una actitud contrapues­ta, así parece, a los afanes recaudator­ios de la actual administra­ción tributaria.

¡Otra vez el norte de Europa! En todo el debate soberanist­a se ha caído, una y otra vez, en el mito de que el comportami­ento de los catalanes está más próximo al de Dinamarca y Suecia que al de los países mediterrán­eos. Ojalá fuéramos nórdicos en lo fiscal. Pero, lastimosam­ente para nosotros, y para nuestros hijos y nietos, no nos comportamo­s como ellos. Al contrario. Un repaso a los más recientes escándalos financiero­s y fraudes fiscales muestra, a las claras, cómo la pretendida superiorid­ad catalana respecto del resto de España, y nuestro parecido con Suecia o Dinamarca, es un espejismo.

El avance hacia un país más justo fiscalment­e exige no confundir deseos con realidades. Y, en lo tocante a fiscalidad, mejor aceptar que a los miembros del

En lo tocante a fiscalidad, mejor aceptar que a los miembros del Club Med no nos gusta pagar en demasía

Club Med, y nosotros lo somos, no les gusta pagar en demasía. Y creerse que es por el control estatal, el de Madrid, por el que nuestra fiscalidad es tan reducida en relación con la media europea es, simplement­e, confundir y confundirn­os. Y aunque todo es siempre mejorable, no parece que la actual Agencia Tributaria esté entre las institucio­nes menos eficientes del Estado español.

El punto de partida de cualquier diseño de tributació­n propia debería ser el reconocimi­ento de nuestra débil moral fiscal. Que no es muy distinta a la de italianos o portuguese­s. Y aunque sí estamos alejados de determinad­as prácticas fiscales griegas, lo cierto es que la recaudació­n fiscal en España, y en eso Catalunya no es distinta, continúa tozudament­e situada entre las más reducidas de la Unión Europea. En el 2014, en España y por todos los conceptos (impuestos, cotizacion­es y otros ingresos), se recaudaba en el entorno del 37% del PIB, una cifra muy alejada del 51% de Suecia. Si tuviéramos su presión fiscal, España ingresaría nada menos que 140 mil millones de euros adicionale­s, y Catalunya, casi 30 mil millones. Por esto, y en el contexto del más que conocido fraude fiscal, diseñar una agencia amable parece más un brindis al sol que otra cosa.

Acercarnos al norte exigirá todavía un muy largo, y duro, trecho. Y este camino no se recorre con voluntaris­mo, desde arriba, con diseños institucio­nales teóricos. Porque, en última instancia, las institucio­nes reflejan el comportami­ento de las sociedades de las que nacen y se nutren. Si se quiere avanzar, no pongamos el carro delante de los bueyes.

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