Buenismo fiscal
El 27 de septiembre se acerca. Y comienzan a emerger propuestas, como el reciente proyecto de una Agència Tributària de Catalunya. No entraré, dado su carácter teórico, en la estructura ni en las propuestas de centralización de información que la definen. Pero quisiera efectuar algunos comentarios acerca del modelo al que apunta. Este se estructuraría alrededor de una agencia tributaria amable e inteligente, basada en la colaboración con el contribuyente, a semejanza de Suecia y Australia. Una actitud contrapuesta, así parece, a los afanes recaudatorios de la actual administración tributaria.
¡Otra vez el norte de Europa! En todo el debate soberanista se ha caído, una y otra vez, en el mito de que el comportamiento de los catalanes está más próximo al de Dinamarca y Suecia que al de los países mediterráneos. Ojalá fuéramos nórdicos en lo fiscal. Pero, lastimosamente para nosotros, y para nuestros hijos y nietos, no nos comportamos como ellos. Al contrario. Un repaso a los más recientes escándalos financieros y fraudes fiscales muestra, a las claras, cómo la pretendida superioridad catalana respecto del resto de España, y nuestro parecido con Suecia o Dinamarca, es un espejismo.
El avance hacia un país más justo fiscalmente exige no confundir deseos con realidades. Y, en lo tocante a fiscalidad, mejor aceptar que a los miembros del
En lo tocante a fiscalidad, mejor aceptar que a los miembros del Club Med no nos gusta pagar en demasía
Club Med, y nosotros lo somos, no les gusta pagar en demasía. Y creerse que es por el control estatal, el de Madrid, por el que nuestra fiscalidad es tan reducida en relación con la media europea es, simplemente, confundir y confundirnos. Y aunque todo es siempre mejorable, no parece que la actual Agencia Tributaria esté entre las instituciones menos eficientes del Estado español.
El punto de partida de cualquier diseño de tributación propia debería ser el reconocimiento de nuestra débil moral fiscal. Que no es muy distinta a la de italianos o portugueses. Y aunque sí estamos alejados de determinadas prácticas fiscales griegas, lo cierto es que la recaudación fiscal en España, y en eso Catalunya no es distinta, continúa tozudamente situada entre las más reducidas de la Unión Europea. En el 2014, en España y por todos los conceptos (impuestos, cotizaciones y otros ingresos), se recaudaba en el entorno del 37% del PIB, una cifra muy alejada del 51% de Suecia. Si tuviéramos su presión fiscal, España ingresaría nada menos que 140 mil millones de euros adicionales, y Catalunya, casi 30 mil millones. Por esto, y en el contexto del más que conocido fraude fiscal, diseñar una agencia amable parece más un brindis al sol que otra cosa.
Acercarnos al norte exigirá todavía un muy largo, y duro, trecho. Y este camino no se recorre con voluntarismo, desde arriba, con diseños institucionales teóricos. Porque, en última instancia, las instituciones reflejan el comportamiento de las sociedades de las que nacen y se nutren. Si se quiere avanzar, no pongamos el carro delante de los bueyes.