La Vanguardia

Un santo para dos patrias

- GONZALO ARAGONÉS

Vladimiro, gran príncipe de Kíev, tiene en la historia de los eslavos orientales tanta importanci­a como en la península Ibérica pueda atribuirse el rey visigodo Recaredo. Fallecido hace un milenio, en Rusia y Ucrania se le venera como santo por haber introducid­o el cristianis­mo. Pero con el conflicto actual entre los dos países, tanto el Kremlin como el gobierno proocciden­tal ucraniano intentan reivindica­r su figura como propia.

En Kíev se ha puesto el acento sobre su condición de “Gran Príncipe de Kíev”, y la presidenci­a ucraniana ha subrayado que cristianiz­ó “la Rus de Kíev-Ucrania”.

El Gobierno de Rusia ha intentado destacar la importanci­a que tuvo el príncipe-santo para la propia historia. “La cristianiz­ación fue un acontecimi­ento fundamenta­l para la historia rusa, para el Estado y la cultura”, subrayó el presidente ruso, Vladímir Putin, durante una recepción en el Kremlin a la que asistieron 400 invitados del clero y de la política. “Nuestra obligación es rendir honores a este acontecimi­ento crucial para el desarrollo de Rusia”.

“Es un intento de reclamar la historia común como propia”, ha dicho el historiado­r Ígor Danílevski.

Vladimiro fue el hijo menor del príncipe Sviatoslav I de Kíev, nacido de la relación de este con su amante Malusha. Antes de morir, en el año 972, su padre le entregó el gobierno de Nóvgorod (en la actual Rusia). A Yaropolk, el hijo legítimo, le correspond­ió Kíev.

Durante cinco años, Vladimiro acaparó poder y dinero, asegurándo­se el apoyo de los príncipes escandinav­os. Reunió un ejército de guerreros vikingos y de voluntario­s de Nóvgorod y fue a la guerra contra su medio hermano. En el año 980 conquistó Kíev.

Durante una década la Rus de Kíev siguió siendo pagana, pero el príncipe se interesó por otras religiones, y envió delegados a diferentes países para conocer su cultura. Estos quedaron maravillad­os con Bizancio, la potencia política de la época, centro de la civilizaci­ón.

Tras conquistar la ciudad de Quersoneso, en la península de Crimea, escribió al emperador bizantino, Basilio II, que le había pedido ayuda para sofocar la rebelión de Bardas Focas. Vla- dimiro le pidió a cambio la mano de su hermana, Ana Porfirogén­eta, comprometi­éndose a convertirs­e al cristianis­mo. Se bautizó en Quersoneso en el año 988. Esa fecha se considera la del nacimiento de las Iglesias ortodoxas de Ucrania y Rusia.

Los dos países han celebrado en julio el milenio de la muerte del príncipe con festivales, foros y liturgias. Según la agencia RBC, Rusia se ha gastado en los fastos unos cuatro millones de euros.

Como parte de las celebracio­nes, el Gobierno ruso tenía planeado levantar una estatua de Vladimiro I en Moscú. La obra, de 24 metros de altura, tenía que haberse instalado en la Colina de los Gorriones, una elevación sobre el río Moscova, al lado de la Universida­d Estatal, desde la que se divisa todo el centro de la ciudad. El proyecto recuerda una estatua del príncipe en Kíev erigida en 1853 en la Colina de Vladímir, que domina el río Dnieper.

Pero el Kremlin tendrá que buscar otro sitio, porque los moscovitas se han opuesto. Más de 60.000 personas firmaron una petición para que se cambiara la ubicación, alegando que rompería una de las vistas más tradiciona­les de la ciudad.

Algunas voces críticas se han referido al significad­o político, y lo han comparado a un intento de robar algo de la historia de Kíev en un momento en el que Ucrania acusa a Rusia de agresión.

“No puedes hacer nada: Vladimiro no bautizó la Rus en el río Moscova”, escribió en su blog el escritor Dimitri Bíkov. “La Colina de Vladímir todavía existe en otra ciudad, aunque esa ciudad nos sea hostil y nosotros mismos hayamos hecho mucho para que eso ocurra”.

Putin visitó el monumento de Kíev en el 2013, junto al entonces presidente de Ucrania, Víktor Yanukóvich. La idea de la estatua de Moscú pudo surgir entonces. Pero ahora todo ha cambiado. Yanukóvich perdió el poder en febrero del 2014. Luego, Rusia se anexionó Crimea. Y más tarde comenzó la guerra en el este de Ucrania, que se ha cobrado más de 6.500 vidas. Las dos patrias del príncipe Vladimiro están hoy más divididas que nunca.

La oposición ciudadana paraliza el proyecto de una estatua del príncipe sobre el río Moscova

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VADIM GHIRDA / AP El santo en Crimea. La iglesia ortodoxa de Santa Olga y San Vladimiro, en Sinferópol, en la Crimea hoyanexion­ada por Rusia Rusia y Ucrania han celebrado los mil años de la muerte de Vladimiro I más alejadasqu­e nunca
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