La Vanguardia

Escala en Atenas

- Gemma Saura

Llegó a Grecia “como todos”. En un bote inflable abarrotado de pasajeros al que le hendieron un cuchillo en cuanto divisaron las patrullas de salvamento europeas. “Sólo si el barco se está hundiendo te recogen y te llevan a Europa. Sino, te devuelven a Turquía”, contaba Wael Hamdan, de 40 años, que hizo la travesía en junio junto a su esposa y su bebé.

Diez kilómetros separan las costas turcas de la isla griega de Lesbos, donde Wael pisó Europa por primera vez. Diez kilómetros por los que los traficante­s cobran unos mil euros por pasajero, la mitad por los niños. Los chalecos salvavidas van aparte.

Grecia es sólo una escala más en un largo periplo. Conocí a Wael hace un mes en Atenas, paseando al atardecer en Agios Panteleimo­nas (San Pantaleón), un barrio antes de clase media y hoy de inmigrante­s, que se ha hecho famoso por los ataques racistas que han tenido lugar. Wael llevaba dos semanas en Atenas y ya pensaba en cómo salir de allí. “Quiero ir a Alemania”, dijo sin dudarlo.

La presión migratoria sobre Grecia es enorme. En la primera mitad del 2015, 70.000 inmi- grantes entraron en el país, frente a los 43.500 de todo el 2014, según estimacion­es de la ONU. La cifra aumenta mes a mes: 1.700 en enero, 13.500 en abril, 24.400 en junio. Cerca del 60% son sirios.

Wael también ha escapado de Siria, aunque su historia es más complicada. Es palestino, nacido en el campo de refugiados de Yarmuk, a las afueras de Damasco. Yarmuk es uno de los capítulos más trágicos de la guerra siria. Bastión rebelde, el régimen de Al Asad lo ha sometido a un salvaje bloqueo: sin electricid­ad, sin agua potable y sin apenas alimentos –400 calorías al día por persona-, sus habitantes han huido en masa. Wael se fue sin mirar atrás. Sabe que nunca podrá volver. Hay unos 700.000 in-

Cuando ven la patrulla de salvamento hunden la patera: es la manera de que les rescaten En Grecia hay unos 700.000 inmigrante­s indocument­ados, una carga pesada en un país en su peor momento

migrantes indocument­ados en Grecia, una carga pesada en un país de 11 millones de habitantes que atraviesa su peor momento. La crisis ha intensific­ado las tensiones xenófobas, con el auge del partido neonazi Aurora Dorada, que organiza repartos de comida y ropa “sólo para griegos”. Y sus escuadrone­s de vigilantes callejeros siembran el terror entre los extranjero­s: intimidaci­ones, palizas y también algún navajazo mortal.

Es infinitame­nte mejor que el infierno de Yarmuk, pero las cosas en la Grecia de la crisis no son fáciles. “No work, no money, very bad life here” (no hay trabajo, no hay dinero, la vida es muy mala aquí), decía en inglés precario Mohamed Mahar, también palestino y amigo de Wael. Mohamed lleva ya un año en Atenas, junto a su hijo Ibrahim, de 16 años. Su esposa y los tres hijos menores están en Noruega, donde han conseguido el asilo como refugiados. Mohamed e Ibrahim esperan en Grecia a que lleguen los papeles. “En la embajada noruega me dijeron en abril que tardarían un año. El tiempo pasa muy lento”, decía Mohamed, mientras mostraba orgulloso las fotos de su familia en parajes nevados.

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SANTI PALACIOS / AP Emigrantes sirios y afganos llegando el lunes a la isla de Lesbos
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