Se acabó la salsa
Parecerá imposible pero, en otros tiempos, agosto fue un mes periodísticamente difícil. Las noticias también estaban de vacaciones (o lo parecía) y era una proeza llenar las páginas. Aliñar la información con salsa rosa era un recurso salvador. Los políticos pasaban el verano en bermudas, las marquesas enseñaban las residencias de verano a los escritores, los toreros jóvenes frecuentaban las francachelas de señoras millonarias al borde de la tercera edad. Los políticos eran entrevistados en la tumbona y el fotógrafo les pedía que cogieran por un momento el libro de Marguerite Yourcenar o de Camilo José Cela abandonado en el césped. Cuando la brisa vespertina acariciaba los jardines importantes, periodistas y políticos se adulaban.
Eran tiempos amables, a pesar de ETA, y relativamente optimistas. La gente mejoraba las expectativas vitales y profesionales cada año. Si se producía una crisis económica, era provisional, y no como la de ahora que, a fuer de profunda y estructural, parece definitiva (mejoran, sí, los índices, pero nuestra deuda sigue siendo mons-
La jarana de las fiestas mayores se confunde con el fragor de las batallas
truosa y nuestro paro gigantesco). La clase política ya había sido corrompida, pero a todo el mundo le parecía un pecado menor, inevitable. Las relaciones entre el catalanismo y España eran ácidas, pero siempre había algún edulcorante que conseguía hacerlas llevaderas. A la manera del conflicto identitario, también el conflicto político entre las dos Españas renació. Pero ambos conflictos eran manejados como un juego (envenenar estos juegos fue el deporte principal del periodismo y la política en los años de bonanza: ahora estamos pagando la factura de aquellos envenenamientos).
Aquel mundo edulcorado acabó en el 2007, cuando estalló la crisis de la deuda. Desde entonces, como si el hundimiento económico todo lo hubiera desarticulado, los veranos están muy alterados. El periodismo cuenta ahora con temas de sobra. Agosto es la continuidad recalentada del malestar del año. Bajo el sol canicular, se producen todo tipo de aceleraciones históricas. Desde hace unos cinco años, el catalanismo está en ebullición y prepara para septiembre el asalto definitivo. Dos años atrás, parecía que el Estado se arruinaba por nuestra prima de riesgo. El año pasado Pujol derribó su gran estatua con sus propias manos. La indignación que ha descoyuntado el mapa político es hija del malestar y de la falta de horizonte de los jóvenes.
Mimadas por los edulcorantes y por la brisa de los jardines estivales de los años de bonanza, las élites políticas y económicas han quedado desbordadas. Nuestro mundo ha cambiado y el mes de agosto ya no puede hacer vacaciones tranquilas. Desde hace ocho años, incluso el reposo en las playas deja un poso melancólico, los viajes al extranjero se hacen con pesar y la jarana de las fiestas mayores se confunde con el fragor de las batallas.