La Vanguardia

Éxtasis con la naturaleza

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Fue casi una experienci­a mística. El pintor francés André Masson y su compañera Rose Maklès subieron hasta Montserrat en el mes de noviembre de 1934. Se hospedaron en el monasterio y durante una excursión para tomar apuntes de una puesta del sol se perdieron por la montaña y se les hizo de noche. “Por un lado el abismo y por otro el cielo con sus estrellas fugaces; el cielo mismo parecía un abismo”. Asustados por el vértigo, optaron por dormir en la cumbre, pese al frío, y esperar hasta el alba. “Y el sol se levantó. Era sublime. Estábamos sobre nuestro promontori­o como Moisés esperando la llegada del Señor”.

Masson se apresuró a compartir esta experienci­a con su amigo el escritor Georges Bataille, otro surrealist­a que como él mismo se había refugiado en Tossa de Mar huyendo de la agitación de París. Ambos regresaron al cabo de unos meses a Montserrat. Y más tarde Masson describió con detalle ese instante único, cuando de regresó al monasterio pudo escuchar a la escolanía: “Es uno de los momentos de mi vida más sorprenden­tes. Lo cósmico y lo religioso unidos de golpe por una aventura”. En el número 8 de la revista Minotaure, de junio de 1936, Masson reprodujo dos óleos inspirados en aquella jornada: Alba en Montserrat y Paisaje de prodigios, junto con su poema Du haut de Montserrat. La historiado­ra del arte Lucía García de Carpi ha escrito que esos dos óleos “más que paisajes en sentido estricto son alucinadas visiones en las que cielo y abismo, hombres y rocas se confunden en un torbellino de color”. También Bataille publicó un texto Le bleu du ciel inspirado en esta legendaria noche al raso entre las rocas montserrat­inas.

De estas y de otras obras que pintó como resultado de sus reco- rridos por España (viajó por Aragón, Castilla, Andalucía...), Masson le dijo a su marchante Kahnweiler que tenían “la perspectiv­a de un visionario … más que de la de un viajero”. Montserrat ha sido fuente habitual de inspiració­n para artistas y literatos, pero no sólo por el paisaje, siempre emer-

ge una dimensión más hacia lo sagrado y misterioso. A la experienci­a relatada por Masson le va como anillo al dedo la frase del poeta alemán Friedrich Schiller: “Montserrat absorbe a todo hombre desde el mundo exterior hacia el mundo interior”. Es la atracción que sienten los ermitaños, pero segurament­e también es la que debió cautivar al artista irlandés Sean Scully, que ha creado y donado una serie de obras para decorar el monasterio de Santa Cecilia de Montserrat.

El padre Josep de C. Laplana, director del museo de Montserrat, dice que en el caso de Scully se trata de “una influencia más afectiva que plástica” y que “en la pintura abstracta no se busca las semejanzas”, en todo caso le impresiona­ron los colores de la tierra o el aire del mediterrán­eo.

Montserrat ha inspirado a Anglada Camarasa, Joaquim Mir, Joan Llaverias, …y a tantos otros pintores, también extranjero­s, como el pintor belga William Degouve, a principios del XX, o más recienteme­nte al pintor neoyorquin­o afincado en Cadaqués Norman Narotzky. Es conocida también la pieza de Picabia titulada La Virgen de Montserrat ( 1928).

Laplana confirma estas influencia­s pero desmiente otras. Montserrat ha generado mucha literatura. También fantasía. Como la versión romántica de que el Monsalvat de las leyendas del santo grial se correspond­ía con Montserrat. Hasta el jerarca nazi Heinrich Himmler visitó la abadía en 1940 tras los ecos de la música wagneriana. Algunos “historiado­res” incluso han querido ver la silueta de las montañas en el paisaje de fondo de La Gioconda. Laplana no lo cree “de ningún modo”. Y afirma que “en las pinturas del renacimien­to y flamencas, los pintores optan por montañas imaginaria­s; y si se observan de cerca las de Leonardo no se parecen en nada”. También se ha dicho que Gaudí se sintió atraído por las curvas de las calizas montserrat­inas y por las estalactit­as y estalagmit­as de las cuevas del Salnitre, y se inspiró para la Sagrada Familia. Pero Laplana recuerda que los ayudantes de Gaudí nunca hablaron de esa influencia.

El preciso título del óleo de Masson y sus relatos no dejan lugar a dudas de que él si fue uno de los artistas cautivados por la magia de esa montaña. Masson vino

JOSEP PLAYÀ MASET André Masson se vio obligado a pasar una noche a la intemperie en lo alto de Montserrat y tras esa experienci­a pintó dos óleos y escribió un poema

a Tossa de Mar en 1934. Aquí se casó por segunda vez y tuvo dos hijos. Se comprometi­ó con la República pero ante las complicaci­ones de la guerra regresó a Francia a finales de 1936. En París expuso sus trabajos de esa etapa bajo el título André Masson. España 1934-1936.

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ANDRÉ MASSON/COL. PARTICULAR

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