A la conquista de África
La NBA derriba fronteras y celebra su primer partido en el continente negro
Entender el mundo como una globalización es la única manera de poder expandir tu marca y triunfar”. La frase es de Steve Jobs, el cofundador de Apple. Alguien que revolucionó el mundo de la tecnología. En las entrañas del deporte hay una empresa (ellos mismos se denominan así) pionera en saber vender el producto, expandir su marca, crecer y generar beneficios a la par que cada vez más personas se sienten atraídas por aquello que ofrecen. La NBA es una de las marcas más potentes a nivel internacional. En los últimos 20 años ha quintuplicado el número de telespectadores en el mundo, septuplica sus ingresos en merchandising y abarca todos los continentes… menos uno. África. El gran reto del siglo XXI.
Desde que en 1984 el nigeriano Hakeem Olajuwon fuera elegido número uno del draft (por delante, entre otros, de Michael Jordan), la NBA empezó a mirar hacia el continente africano. Él fue el primer africano que desembarcó en la élite del baloncesto mundial. Tras abrir la veda llegaron Manute Bol, Dikembe Mutombo, Serge Ibaka… y así hasta un total de casi 40 jugadores (el último será el expívot del Madrid Salah Mejri, que jugará en los Dallas Mavericks y se convertirá en el primer tunecino de la historia que aterriza en la NBA).
Pero la historia de la NBA y África se remonta a los años 70. Un lazo que empezó a unirse muy poco a poco. Tal y como recoge Gonzalo Vázquez en su libro Invasión o victoria, extranjeros en la NBA, desde los años 50 se destinó una partida presupuestaria del Departamento de Estado norteamericano a los llamados Sports Events, una “nutrida serie de programas de inter- cambio cultural”. Dentro de ese programa se crearon los Cultural Presentations Programs con una clara apuesta por los países africanos.
Pero los viajes al continente llegaron en cuenta gotas. En el verano de 1971, Larry Costello, Oscar Robertson y Kareem Abdul-Jabbar (entrenador y las dos estrellas de los Milwaukee Bucks que ganaron la NBA ese mismo año) emprendieron una gira de 25 días por Argelia, Senegal, Mali, Tanzania, Nigeria y Somalia. Por aquel entonces se describió la gira como un “clínic de entrenadores, exhibiciones de tiro y meetings con jugadores de los países participantes”. Pero aquello fue un tanto decepcionante porque, como afirmó Costello, “había unas dificultades tremendas para el desarrollo del baloncesto por el pobre nivel de las infraestructuras”.
En 1982, el entrenador de la Universidad de St. John’s, Lou Carnesecca, dirigió a un combinado de jugadores de la Big East (una especie de conferencia de la NCAA) por Angola. Fue una parafernalia política para mejorar las relaciones políticas entre Estados Unidos y Angola. No obstante, de ese compendio de partidos emergió la figura de Dud Tongal, un pívot sudanés que a la postre acabaría siendo el primer africano que jugase en la NCAA (en la Universidad de Columbia).
A lo largo de esa década y en los 90, varias leyendas como Patrick Ewing o Alonzo Mourning inauguraron escuelas y hospitales. A finales de los noventa, Nelson Mandela visitó al por entonces máximo mandatario de la NBA, David Stern, para estrechar la unión entre la asociación y el continente. Y los vínculos aumentaron exponencialmente.
NBA Cares, un programa de la liga que promueve la educación, la salud y el desarrollo familiar, decidió apostar por fomentar el deporte a través del baloncesto en África. En lo que va de siglo ha construido ya 38 residencias para vivir, aprender y jugar (suma casi 1.000 en todo el mundo).
En el ámbito deportivo, desde el 2003 se desarrolla en Johannesburgo el programa Basketball Without Borders (BWB), una especie de campus de verano que la NBA y la FIBA organizan en varias ciudades del mundo para formar jugadores jóvenes con proyección de futuro.
“Ahora mismo es imposible hacer un partido de la temporada regular aquí, pero esperamos que en un futuro a medio-largo plazo sea posible”, concluyó Adam Silver tras el partido de ayer. Tras más de 40 años trabajando, África respira baloncesto.