La Vanguardia

Emigración y liderazgo europeo

-

NUNCA antes, en sus diez años como canciller alemana, había visitado Angela Merkel un centro de refugiados. Desde institucio­nes humanitari­as, también desde su coalición de gobierno, se le había afeado esta omisión. Ayer, Merkel visitó el centro de refugiados de Heidenau (Sajonia), donde el pasado fin de semana se produjeron violentos enfrentami­entos entre neonazis contrarios a la llegada de refugiados y la policía. Si esta reticencia, hasta la fecha, de Merkel era censurable, aunque comprensib­le en términos de cálculo político, la visita de ayer no podía llegar en momento más oportuno. La Unión Europea atraviesa una crisis migratoria de dimensione­s desconocid­as desde la Segunda Guerra Mundial. En lo que va de año ha recibido 400.000 peticiones de asilo político (Alemania espera 800.000 antes de fin de año). Sólo en julio, 110.000 personas entraron ilegalment­e en Europa, el triple que en el 2014.

La presencia de Merkel ayer en Heidenau tiene, entre otras, dos posibles lecturas. Ambas son positivas. La primera es que en Alemania, donde el nazismo es un baldón histórico, pero al mismo tiempo amplios sectores sociales critican la marea migratoria, Merkel tuvo ayer el coraje de lanzar un inequívoco mensaje contra la xenofobia. La segunda lectura se inscribe en la crisis migratoria que vive Europa. Son muchos los países de África o de Oriente Medio que le envían un incesante flujo de emigrantes. Entre ellos destaca Siria. En sus cuatro años de guerra se han registrado allí hasta ocho millones de desplazado­s, la mitad de los cuales han abandonado el país y han provocado una enorme crisis humanitari­a. Ante ella, la Alemania dirigida por Merkel ha sido el país con una respuesta más clara, al rela- jar el protocolo de Dublín (que indica que los emigrantes deben pedir asilo en el primer país europeo en el que ponen un pie), para así facilitar la acogida en su suelo del mayor número de sirios que lo pidan. Y no sólo eso. También ha sido el país que reclama a otras naciones del Viejo Continente que secunden su iniciativa y, contribuya­n, con un común ánimo solidario, a paliar la emergencia. Los resultados obtenidos en este terreno son todavía magros. Si bien Francia, de la mano del presidente Hollande, ha apoyado a Merkel en la elaboració­n de un decálogo para distribuir equitativa­mente los emigrantes en los países europeos, otros se han mostrado remisos a aceptar cuotas significat­ivas de refugiados. Como por ejemplo el Reino Unido. O también España, todavía con una economía convalecie­nte y un 22% de desempleo.

Merkel, que en los últimos años se ha significad­o mucho con su imposición de políticas de austeridad al sur de Europa, ha declarado recienteme­nte que las crisis griega y del euro van a ser poca cosa comparadas con la crisis migratoria. La solución a este problema dista de ser sencilla. Pero es de justicia reconocer que Merkel ha actuado en este asunto con presteza y renovado afán de liderazgo europeo. Eso puede expresar una voluntad de poder, por otra parte previsible dada la condición de Alemania como principal y más estable economía europea. Pero refleja asimismo una fe en el proyecto europeo, en los valores y los compromiso­s humanitari­os del continente, que desde aquí apreciamos. “No hay tolerancia para aquellos que cuestionan la dignidad de otros –dijo ayer Merkel en Heidenau–. No hay tolerancia para aquellos que no están dispuestos a ayudar cuando se requiere ayuda”.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain