La Vanguardia

Política de otro tiempo

- Florencio Domínguez

Txiki Benegas ha sido despedido en los medios de comunicaci­ón con artículos que ensalzaban su capacidad negociador­a, su disposició­n a la búsqueda de acuerdos con adversario­s políticos y su mano tendida permanente para conseguir pactos. Todo ello es cierto y responde a lo que fue Benegas en la vida pública, pero su desaparici­ón invita a pensar si antes de que falleciera el dirigente socialista no había muerto esa forma de hacer política que él y otros como él representa­ban y que se basaba en el entendimie­nto entre diferentes en cuestiones fundamenta­les y en saber acotar un espacio para el enfrentami­ento partidario y otro para pactar asuntos de interés común.

Benegas, por ejemplo, intervino en el Congreso en el debate sobre la ley de Amnistía de 1977, una ley pactada que nació con un amplio acuerdo político entre partidos de muy diferente signo que la considerab­an como la base de la reconcilia­ción, como el primer paso imprescind­ible para que la nueva etapa democrátic­a fuera posible. Era el abrazo que dejaba atrás los años más duros de nuestra historia reciente. Políticos que procedían del franquismo y políticos que procedían del antifranqu­ismo fueron capaces de encontrars­e en torno a aquella ley porque comprendie­ron que había que cerrar heridas pasadas para asentar el futuro sobre nuevas bases.

Hoy no sería posible aprobar una ley como aquella porque de unos años a esta parte

En las relaciones entre los partidos domina el enfrentami­ento frontal en detrimento de la cooperació­n

se ha producido un cuestionam­iento retrospect­ivo de la amnistía dentro del cuestionam­iento general de todo el modelo que supuso la transición de la dictadura a la democracia. Ese revisionis­mo lo practican no sólo los nuevos sectores radicales recién incorporad­os a la política, sino incluso formacione­s veteranas que en su día votaron y defendiero­n con convicción aquella decisión. El espíritu de conciliaci­ón que latía detrás de aquel acuerdo y de otros similares ha desapareci­do hace tiempo. Y esto es aplicable a otros aspectos de la vida política presente.

Benegas practicó y defendió el acuerdo con el nacionalis­mo vasco, hasta que se radicalizó y se alejó de los postulados que habían hecho posible el entendimie­nto. Después defendió el acuerdo con el PP para hacer posible un lehendakar­i socialista que pusiera fin a la espiral de radicaliza­ción del nacionalis­mo. Ahora, cualquier dirigente del PSOE que planteara un acuerdo con el PP, bien en un asunto de carácter general, bien en un ámbito autonómico, por ejemplo en Catalunya, tiene muchas posibilida­des de ser corrido a gorrazos por sus propios compañeros de partido. Es muy probable que en las filas del PP pasara algo parecido.

Al margen de la agudizació­n de las tensiones políticas que se producen en vísperas electorale­s, como ocurre ahora, en las relaciones entre los partidos domina desde hace tiempo el enfrentami­ento frontal en detrimento de la cooperació­n. En un momento en que se plantea una posible revisión de la Constituci­ón, la ausencia de actitudes políticas conciliado­ras constituye un grave problema que puede poner en peligro una operación de ese tipo.

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