Al rescate de la crítica de flamenco
Periodista, crítico y escritor ÁNGEL ÁLVAREZ CABALLERO (1928-2015)
Ángel Álvarez Caballero no era, contra lo que podía pensarse, andaluz. Todo lo contrario. Había nacido en la muy recia y adusta ciudad de Valladolid. Por eso, su pasión por el flamenco fue algo inesperado, que no casaba con sus raíces castellanas. Durante muchos años fue el crítico más valorado en España, cuando la crítica flamenca en prensa estaba en una fase muy incipiente. Impartió cátedra desde las páginas del diario El País hasta hace tres años, cuando su voz se apagó en el diario madrileño, en el que había empezado a escribir en 1981. Cosas de las nuevas tendencias. Ángel Álvarez Caballero dedicó a este arte un esfuerzo y dedicación continuos para conseguir que fuera tratado como se merecía, como la manifestación cultural y artística de enorme raigambre que es.
Caballero siempre fue considerado como uno de los suyos en Andalucía. Así lo ponía de manifiesto Ángeles Carrasco, directora del Instituto Andaluz de Flamenco, que manifestó su hondo pesar por la desaparición del periodista y escritor, autor de más de una veintena de libros sobre la historia del arte jondo. De esa larga serie de publicaciones destaca la trilogía dedicada a cada una de las disciplinas del flamenco, el cante, el baile y el toque, un ciclo que comenzó con su obra dedicada al cante, publicada en 1994. En 1998 apareció el volumen sobre el baile y en el 2003 el del toque.
Álvarez Caballero entronca por edad y condición en la generación de intelectuales y profesionales que, tras la muerte de Franco, se dedicaron a revalorizar un arte que se encontraba maltrecho. Para ello recorrió verano tras verano sus rutas flamencas, con su compañera Pilar, siempre de copiloto por carreteras polvorientas, de festival en festival, de los que siempre fue un devoto entusiasta. El Instituto Andaluz de Flamenco lamentó la pérdida “de este investigador crítico y divulgador, de marcado carácter humanista, siempre respetuoso con los artistas y defensor de las tradiciones, pero sin excluir nunca la renovación tan necesaria en el arte flamenco”.