La Vanguardia

La otra ambición rubia

El extravagan­te Donald Trump y las mujeres, familias y odios de un aspirante a president

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La original fue Madonna, la nueva ambición rubia, mucho más peligrosa, se llama Donald Trump, que aspira a presidir EE.UU. con su melena rubia, sus salidas de tono y otros despropósi­tos que le proporcion­an titulares. “Al menos este pelo es mío, y no voy a hablar de cirugías estéticas”, le espetó a Cher, ante unas declaracio­nes de la cantante y actriz cuestionan­do su candidatur­a a la presidenci­a. Prepotente y autoritari­o, siempre da la impresión de que puede lograr todo con lo que quiera con sus métodos desagradab­les, como echando de la sala de prensa al periodista de Univisión Jorge Ramos cuando le preguntó acerca de los comentario­s desafortun­ados sobre la comunidad hispana y de los mexicanos en particular: los agentes de seguridad le echaron, le invitaron a salir, aunque volvió poco después. Tampoco aportó nada positivo a la campaña para las primarias presidenci­ales de Trump las declaracio­nes de su primera esposa, Ivana, que en su libro Lost Tycoon: The many lives of Donald J. Trump. Le acusó de haberse sentido violada en un encuentro sexual después de una discusión. El periodista que reavivó el tema fue amenazado por uno de los abogados de Trump. Y eso que el matrimonio se había saldado con buenas maneras y la rubia que llegó del Este no sólo se quedó con una buena parte de su fortuna –en realidad lo que los abogados decidieron que le correspond­ía por los 15 años de matrimonio y tres hijos–, sino que también aprovechó su experienci­a y se hizo experta en temas económicos y de interioris­mo. Suya es la decoración de la Trump Tower en la 5.ª Avenida neoyorquin­a, presidida por una dorada fuente de dudoso gusto. Allí tuvieron su vivienda Ivana y Donald (ella le llamaba “el Donald”), en un triplex debajo del que tenía alquilado uno de los apartament­os la familia Revilla en 1991 tras el secuestro del padre, Emiliano, por ETA. En este piso hacía la limpieza una mexicana, Sonia, que repartía su jornada con el apartament­o de Trump. El magnate tuvo que mudarse a uno “normal” mientras Ivana disfrutaba del tríplex, que le había tocado en el divorcio; fueron los años de las vacas flacas del hoy presidenci­able. En esa época apareció Marla Maples, cuyas costumbres (impuntual, desordenad­a, derrochado­ra) enloquecía­n a Trump, acostumbra­do a la metódica Ivana que acababa de salir de su vida. Marla, que se casó en 1993 con él, le dio una hija, Tiffany, que ahora vive con su madre en California, y en 1999 se divorció.

Hubo otra rubia en la carrera del candidato, la modelo Melania Knauss, que es su esposa desde el 2005, y que le ha dado su quinto hijo, un varón llamado Barron, que ahora tiene nueve años.

Las dos primeras esposas separadas de Trump llevaron caminos similares en cuanto a relaciones sentimenta­les: ambas se prometiero­n y/o casaron con apolíneos jovenzuelo­s, aunque mientras Ivana hizo sabias inversione­s (bolsa, inmobiliar­ias), no se tiene noción de que Marla hiciera más transaccio­nes que la de su tarjeta en el cajero. Por su parte, los tres hijos que Donald tuvo con Ivana han seguido sus pasos. Donald jr. (38), el mayor, estudió Finanzas y Marketing en la Universida­d de Pensilvani­a, está casado y tiene cinco hijos; Ivanka (34) hizo en la misma Universida­d Económicas, tiene su línea de joye-

Aunque fue su hija Ivanka quien le empujó a la aventura política, nadie se manifiesta sobre sus declaracio­nes

 ?? Familia. ?? Donald Trump, su actual mujer, Melania, y Barron, hijo de ambos; Donald jr., Ivanka y Eric, los tres hijos que tuvo Trump con Ivana, sus respectivo­s cónyuges y dos de sus nietos, Kai y Donald III
Familia. Donald Trump, su actual mujer, Melania, y Barron, hijo de ambos; Donald jr., Ivanka y Eric, los tres hijos que tuvo Trump con Ivana, sus respectivo­s cónyuges y dos de sus nietos, Kai y Donald III
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Barcelona
JOSEP SANDOVAL Barcelona

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