Mikael y Lisbeth están vivos
Primeras opiniones de los lectores que pasaron una madrugada entera leyendo el cuarto volumen de ‘Millennium’
La Agencia Nacional de Seguridad –la NSA– es un organismo federal estadounidense que, como se puntualiza en este libro, “en la actualidad intercepta mas de veinte mil millones de conversaciones y correos al día”. Pues bien, Lisbeth Salander lleva una semana sin dormir y comiendo pizza de tanto en tanto, pegada a sus ordenadores y con ojos alucinados, hasta conseguir lo inconcebible: meterse en el cerebro de este Gran Hermano, por supuesto sin moverse de su piso enorme y con escasos muebles de Ikea, y llevar al borde del infarto a uno de sus genios (que, fiel al talante heredado de la trilogía, también fue un chico maltratado). “¿Cómo te sientes?”, le pregunta a Lisbeth su amigo de la república hacker, eufórico. “Vacía”, acaba respondiendo ella, que sigue siendo tan lacónica, tan justiciera y tan ra- ra. Acabada la proeza, se sienta exhausta con un par de birras y, como siempre que bebe, no puede evitar acordarse de Mikael Blomkvist “de los cojones”.
Bienvenidos a Lo que no te mata te hace más fuerte, la cuarta entrega
de Millennium, escrita por David Lagercrantz.
Si esta muchacha que parece no recordar que es multimillonaria sigue siendo una justiciera insomne, no es tan insólito que un grupo de lectores elegidos por las editoriales –diez en Madrid y diez en Barcelona– haya aceptado la convocatoria de esta larga noche con la novela entre las manos, hasta las ocho de la mañana. Sabemos, al iniciarse la lectura, a las doce en punto, que la novela tiene 651 páginas y que ha aparecido una favorable reseña en The New York Times. Pero lo más importante es lo que pasará desde el momento en que los responsables de esta Noche Millennium den el pistoletazo de salida.
Pasan los minutos, y la primera hora, y casi nadie se mueve de su butaca. Y sólo cuando todos o casi todos estén más allá de la página 100 se verán idas y venidas más frecuentes a la máquina de café, o a por una coca-cola o un tentempié. Cuando tenga lugar la primera pausa para un breve coloquio, la suerte estará echada.
Coinciden todos en que era trabajo difícil recuperar a Lisbeth y a Mikael, dos personajes tan carismáticos. “Están muy bien todos los personajes”, afirma una lectora, escaparatista de profesión. Él –matiza un lector que trabaja en logística de transporte– “ha evolucionado más. Y el paso del tiempo y lo que ha hecho con él está muy bien logrado”. Y en esto también está de acuerdo el lector más joven de este grupo –22 años–, que además elogia la forma en que se nos presenta Mikael hoy: ya no es aquel periodista estrella, sino un héroe en horas bajas, a quien “como en las películas de vaqueros, o de ciertos policías, alguien le cita en un lugar apartado y le insiste para que vuelva la acción” (y la verdad
Una psicóloga, un policía, una escaparatista... iban comentando sus impresiones
naje, el niño, capaz de dibujar un paisaje que sólo ha visto un instante, y de hacerlo con gran talento (no es porque sí que esto suena a eco de la memoria fotográfica de Lisbeth).
A finales de noviembre, en Estocolmo, la temperatura llega a 10 grados bajo cero. Soplan vientos de temporal de hasta cien kilómetros y Mikael Blomkvist lee en el sofá a la británica Elizabeth George. Pero, como bien dice otra lectora –que a las nueve de la mañana, como responsable de recursos humanos en una empresa, tendrá que presentarse en su lugar de trabajo (y no es el único caso de lector insomne que irá directo a trabajar)–, se espera “el toque Larsson”: giros inesperados, nuevas e inesperadas conexiones y tremendos golpes de timón en el relato. ¿Recuerdan que Lisbeth tenía una misteriosa hermana gemela, la que su madre sí mencionaba, negándola en cambio a ella? Pues tendrá, en esta historia de espionaje industrial e inteligencia artificial, gran papel. ¿Y recuerdan a Erika, la compañera y amante de Mikael? Sigue siendo igual de bella, sobre todo cuando sale desnuda de la bañera, una de esas terribles noches de invierno en que acude a casa del periodista para tomar cartas en el asunto revista Millennium, atacada en su independencia y en su línea de denuncia, que ahora se antoja trasnochada a unos cuantos (sobre todo si esos cuantos son millonarios con residencia en Cannes). Sí, es cierto, se comenta en el coloquio, han pasado unos cuantos años, pero Mikael no tiene Twitter ni utiliza nada de eso llamado redes sociales.
“Han pasado unos cuantos años, pero Mikael no tiene Twitter ni redes sociales”, dicen
es que volverá a la acción porque en esa misteriosa cita tiene noticia, después de mucho tiempo, de quien no puede ser otra que Salander).
Coinciden los miembros de este coloquio en que la trama se va poniendo en marcha a su ritmo. Más descriptiva, pero nada aburrida. “Es necesario situar a los antiguos personajes, presentar a los nuevos. Refrescarnos la memoria”. Una lectora, psicóloga –que a las tres y media de la mañana ya ha superado la página 200 e intercambia impresiones con otra lectora de Madrid vía programa de radio–, corrige al resto: el hijo del genio matemático (crucial personaje en esta novela) “no es autista” sino que “padece de autismo”. “Como Lisbeth, padece de Asperguer”. Importante perso-