La Vanguardia

¿Qué hiciste en la guerra, Mambrú?

- SALVADOR LLOPART

Solemos hablar de las miserias de la guerra en tono grave, haciendo referencia a las víctimas que buscan agua, comida y refugio, aunque también, si es posible, buscan un enchufe para recargar el móvil, como bromeaba el otro día The New York Times en su portada. Porque la vida se impone, incluso en medio de la tragedia. Y el humor también. Un humor cargado de humanidad marca Un día perfecto, que León de Aranoa ha rodado en inglés, como el humor marcaba aquel alegato antibelici­sta que fue MASH, de Robert Altman, tragicomed­ia sobre la vida cotidiana de una unidad sanitaria en medio del horror.

En aquella época –años setentaAlt­man estaba traumatiza­do por la guerra de Vietman. Ahora es el drama sirio, entre otros dramas. Todas la guerras son diferentes y todas se parecen. Aranoa sitúa su historia -basada en la novela Dejarse llover, de Paula Farias– en un lugar de los Balcanes, a mediados de los años noventa, cuando las pistolas han callado, pero el odio sigue latente, y gira alrededor de un grupo de cooperante­s internacio­nales.

Todo empieza con un pozo y un cadáver, un muerto que no hay manera de sacar y que, ahí, tirado, lo contamina todo. Encontrar una cuerda para sacarlo se convierte en un problema. Y también en el detonante del filme de Aranoa, que aquí recupera el pulso firme de películas como Barrio ( 1998) y Los lunes al Sol (2009). Estamos ante situación absurda, marcada por la violencia latente, el caos y el cinismo, cuando las mejores intencione­s chocan contra la burocracia, el odio y el miedo.

El filme gira alrededor de Benicio del Toro (Mambrú), que exuda magnetismo, y de Tim Robbins (B) que añade locura a la locura. Aranoa despliega una dirección competente, que lleva la película de menos a más, ganando en cada escena. Una dirección urgente, la suya, desaliñada y vital. Como una canción punk. Una película donde un crío (Eldar Residovic) lleva el filme a la cumbre del drama. Y que todavía sube un poco más, con un final inesperado. Duro como una patada. Divertido como una paradoja absurda. El humor, que se impone. La culminació­n perfecta de un día perfecto.

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MEDIAPRO Una escena del filme, con Benicio del Toro y Tim Robbins

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