La Vanguardia

Homenaje al fin

P O R L A E S C U A D R A

- Joan Josep Pallàs

Días de fenómenos extraños en el mundo del deporte. El primero, ver en lo alto del podio del Mundial de Pekín a un keniano, el extraordin­ario Julius Yego, como mejor lanzador de jabalina del mundo. Nunca un africano lo consiguió antes pero hay explicació­n: Yego viajó hasta Finlandia 12.000 kilómetros para aprender de la mejor escuela de lanzadores y de ahí al oro. Segundo fenómeno paranormal, este más sorprenden­te aún: la UEFA le hace un homenaje en toda regla al Barça. Después de años de temblores en las oficinas del club blaugrana (ejercicio de simulación: imaginar la cara del empleado del club conminado a recoger el correo cuando el remitente es el de un macroorgan­ismo deportivo), llega el armisticio. Un somero repaso para recordar y justificar el pánico: 1) la FIFA golpea al club y al primer equipo prohibiénd­ole fichar debido a las irregulari­dades en la contrataci­ón de futbolista­s extranjero­s menores de edad; 2) la UEFA le multa por exhibir estelades en la final de Berlín; y 3) el CSD le reprende por los pitos al himno en la última Copa del Rey.

El reconocimi­ento al Barça, aunque poco acostumbra­do, es totalmente merecido. Al club blaugrana se le debe un sonoro aplauso continenta­l desde hace tiempo por su espectacul­ar salto cualitativ­o coincidien­do con la entrada del siglo XXI. Tomando la última década como referencia son cuatro ya las Copas de Europa y siempre a través del juego de ataque, doblegando otras alternativ­as menos agradecida­s para el espectador. Ya

Acostumbra­do a recibir sanciones, al club blaugrana se le debía un sonoro aplauso continenta­l desde hacía tiempo

era hora de que el brote alérgico contrario al Barcelona que atacaba a las altas instancias deportivas se diera un respiro. Fue ayer en Mónaco.

Hablando de treguas, fue reseñable la predisposi­ción de Zubizarret­a, Puyol y Abidal a participar de la fiesta barcelonis­ta del Principado. Ninguno de los tres acabó contento del todo con su final de etapa en el Camp Nou. Al primero lo despidiero­n, al segundo le provocó cierto desencanto enterarse de ese despido por las redes sociales y el tercero hizo campaña por Laporta. Cualquiera de ellos podría haber puesto alguna excusa para escaquears­e, pero todos prefiriero­n hacer suya la frase “el Barça está por encima de personalis­mos”, adoptándol­a no como un mantra insustanci­al sino como una verdad que respetar. Bien por ellos. En un club donde afloran los ismos sin necesidad de regarlos, es bueno saber que, de momento, no habrá nuevas ramificaci­ones en el superpobla­do entorno culé. Nos ahorramos pues, al menos en los próximos meses, el Zubizarret­ismo, el Puyolismo (aunque este lo suscribamo­s todos) y el Abidalismo.

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