Homenaje al fin
P O R L A E S C U A D R A
Días de fenómenos extraños en el mundo del deporte. El primero, ver en lo alto del podio del Mundial de Pekín a un keniano, el extraordinario Julius Yego, como mejor lanzador de jabalina del mundo. Nunca un africano lo consiguió antes pero hay explicación: Yego viajó hasta Finlandia 12.000 kilómetros para aprender de la mejor escuela de lanzadores y de ahí al oro. Segundo fenómeno paranormal, este más sorprendente aún: la UEFA le hace un homenaje en toda regla al Barça. Después de años de temblores en las oficinas del club blaugrana (ejercicio de simulación: imaginar la cara del empleado del club conminado a recoger el correo cuando el remitente es el de un macroorganismo deportivo), llega el armisticio. Un somero repaso para recordar y justificar el pánico: 1) la FIFA golpea al club y al primer equipo prohibiéndole fichar debido a las irregularidades en la contratación de futbolistas extranjeros menores de edad; 2) la UEFA le multa por exhibir estelades en la final de Berlín; y 3) el CSD le reprende por los pitos al himno en la última Copa del Rey.
El reconocimiento al Barça, aunque poco acostumbrado, es totalmente merecido. Al club blaugrana se le debe un sonoro aplauso continental desde hace tiempo por su espectacular salto cualitativo coincidiendo con la entrada del siglo XXI. Tomando la última década como referencia son cuatro ya las Copas de Europa y siempre a través del juego de ataque, doblegando otras alternativas menos agradecidas para el espectador. Ya
Acostumbrado a recibir sanciones, al club blaugrana se le debía un sonoro aplauso continental desde hacía tiempo
era hora de que el brote alérgico contrario al Barcelona que atacaba a las altas instancias deportivas se diera un respiro. Fue ayer en Mónaco.
Hablando de treguas, fue reseñable la predisposición de Zubizarreta, Puyol y Abidal a participar de la fiesta barcelonista del Principado. Ninguno de los tres acabó contento del todo con su final de etapa en el Camp Nou. Al primero lo despidieron, al segundo le provocó cierto desencanto enterarse de ese despido por las redes sociales y el tercero hizo campaña por Laporta. Cualquiera de ellos podría haber puesto alguna excusa para escaquearse, pero todos prefirieron hacer suya la frase “el Barça está por encima de personalismos”, adoptándola no como un mantra insustancial sino como una verdad que respetar. Bien por ellos. En un club donde afloran los ismos sin necesidad de regarlos, es bueno saber que, de momento, no habrá nuevas ramificaciones en el superpoblado entorno culé. Nos ahorramos pues, al menos en los próximos meses, el Zubizarretismo, el Puyolismo (aunque este lo suscribamos todos) y el Abidalismo.