La Vanguardia

El crepúsculo del rebelde

Joan Garriga, subcampeón del mundo en 1988, fallece a los 52 años a causa de las complicaci­ones derivadas de un accidente de moto

- ANTONI LÓPEZ TOVAR ELÉXITO LA DECADENCIA Barcelona

Los éxitos de los pilotos españoles se habían reducido hasta entonces a las categorías menores. Pero en 1988 Sito Pons y Joan Garriga se disputaron el Mundial de la clase media. Se alternaron victorias durante todo el campeonato de 250 cc, llegaron a chocar con sus carenados en busca de la gloria. El país quedó dividido entre partidario­s de Sito, fino y calculador, y devotos del agresivo Garriga, todo corazón sobre dos ruedas. Ambos llegaron con opciones de título a la última prueba, en Bra- sil, pero Garriga sufrió una fuerte caída en una curva de izquierdas y dejó la corona en bandeja para su opositor. Aquella rivalidad que levantaba a los aficionado­s del sofá, el impacto social que alcanzó el éxito de Sito y la rebeldía de Packman, dio origen a la creación del Circuit de Catalunya.

Fue el gran año de Joan Garriga (Barcelona, 1963), tres victorias y un total de 10 podios, y el reconocimi­ento de los seguidores. La siguiente temporada fue discreta, y en 1990 el piloto ascendió a la categoría máxima, donde permaneció tres años peleando codo contra codo con los monstruos de 500 cc. y llegó a subir al

ELÉXITO

Su épica rivalidad con Sito Pons dividió el país y dio origen a la creación del Circuit de Catalunya

LA DECADENCIA

El consumo de drogas convirtió en un infierno los últimos años de la vida del expiloto

podio una vez, en el GP de Inglaterra, que justamente se disputa este fin de semana. La noticia corrió ayer como las motos por el paddock de Silverston­e: Joan Garriga falleció alrededor de las 16.30 horas en el hospital Clínic de Barcelona a consecuenc­ia de las “complicaci­ones operatoria­s derivadas de las lesiones sufridas en un accidente de tráfico ocurrido el lunes sobre las 20.30 h”, indica un comunicado de la familia.

La vida de Garriga, que siempre fue un ídolo para los aficionado­s de la vieja escuela, iba cuesta abajo desde hace años. Él mismo era consciente de que la bandera de cuadros cada día estaba más cerca. “Esto no acabará bien”, advirtió el piloto en una entrevista en junio. Ese mes Telecinco emitió el documental La última vuel

ta, en el que un Garriga muy deteriorad­o físicament­e rememoraba junto a Sito las viejas batallas sobre el asfalto. “Me siento, no repudiado, maltratado. Me han quitado la dignidad y dudo que la recupere”, afirmaba.

Había perdido la magia, la agresivida­d al manillar, el favor de los patrocinad­ores y a los 30 años se terminaron las motos. Pero detrás de los circuitos no había nada, salvo un infierno. Joan desapareci­ó de la cartografí­a de los carreras y comenzó a aparecer implicado en asuntos turbios, en un espiral de decadencia agravado por un desahucio que el siempre consideró injusto. Sin hogar, sin admiradore­s, el camino de la droga, las detencione­s y las condenas marcaron sus últimos años. Su última vía de ingresos era la venta de camisetas firmadas a los nostálgico­s de aquel rebelde que equivocó el camino.

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