La Vanguardia

Una lista heterogéne­a

- Francesc Granell

En la cita electoral autonómica o plebiscita­ria (según se interprete) del próximo 27-S los electores estaremos sometidos a más incertidum­bres que las normales, en las ya más de treinta elecciones democrátic­as a las que los catalanes hemos sido convocados desde la transición para ejercer “nuestra dignidad democrátic­a”.

Y menos mal que en las últimas fechas los agrupados en la lista de Junts pel Sí han dejado atrás sus disparidad­es para reconocer que si ganan las elecciones su candidato a la presidenci­a de la Generalita­t será Artur Mas y no Raül Romeva u Oriol Junqueras como parecía posible. Esto pone al actual 129º president de la Generalita­t de Catalunya frente a los otros optantes a tal puesto como son Ramon Espadaler por Unió Democràtic­a de Catalunya, Miquel Iceta por el PSC, Xavier García Albiol por el PP, Lluís Rabell por Catalunya Sí que es Pot, Inés Arrimadas por Ciutadans o Antonio Baños por la CUP.

Ya sabemos que los electores que den su apoyo a la lista de Junts pel Sí están preocupado­s fundamenta­lmente por avanzar hacia la independen­cia. Pero avanzar hacia la independen­cia bajo la batuta de un candidato o de otro no puede considerar­se indiferent­e como parecía indicarse con la indefinici­ón sobre el candidato a la presidenci­a, como consecuenc­ia de la heterogene­idad ideológica de los componente­s de la lista de Junts pel Sí, en la que figuran políticos de orientacio­nes que van desde comunistas hasta liberales según los parámetros del Parlamento Europeo en que han figurado o figuran los propios candidatos o sus segundos.

Aun pensando en el común objetivo independen­tista de la lista Junts pel Sí, se constata que hay discrepanc­ias fundamenta­les respecto a la rapidez con la que debería encauzarse el proceso transitori­o hacia la independen­cia, a cómo deberían formalizar­se los contactos con Madrid y con Bruselas para “desenganch­ar” y cuál debería ser el proyecto de gobernanza que debería presidir el futuro de una Catalunya independiz­ada del resto de España.

Catalunya ha padecido ya las tensiones y los aumentos de gasto público que se produjeron en etapas de gobiernos de coalición con consejeros de diferente adscripció­n política que se controlaba­n unos a otros, pero, hasta ahora, no se había producido una situación en la que el potencial elector de una determinad­a lista no supiera la orientació­n política que tal lista iba a seguir.

Esto es una deformació­n de la democracia de tal calibre que hace surgir dudas respecto a que una Catalunya independie­nte tuviera un mejor proyecto de gobierno que el hoy existente por mucho que el proyecto soberanist­a aglutine las quejas respecto a “Madrid” como “enemigo exterior” supuestame­nte responsabl­e de todos nuestros males.

El potencial elector no sabe la orientació­n política de Junts pel Sí

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