Una lista heterogénea
En la cita electoral autonómica o plebiscitaria (según se interprete) del próximo 27-S los electores estaremos sometidos a más incertidumbres que las normales, en las ya más de treinta elecciones democráticas a las que los catalanes hemos sido convocados desde la transición para ejercer “nuestra dignidad democrática”.
Y menos mal que en las últimas fechas los agrupados en la lista de Junts pel Sí han dejado atrás sus disparidades para reconocer que si ganan las elecciones su candidato a la presidencia de la Generalitat será Artur Mas y no Raül Romeva u Oriol Junqueras como parecía posible. Esto pone al actual 129º president de la Generalitat de Catalunya frente a los otros optantes a tal puesto como son Ramon Espadaler por Unió Democràtica de Catalunya, Miquel Iceta por el PSC, Xavier García Albiol por el PP, Lluís Rabell por Catalunya Sí que es Pot, Inés Arrimadas por Ciutadans o Antonio Baños por la CUP.
Ya sabemos que los electores que den su apoyo a la lista de Junts pel Sí están preocupados fundamentalmente por avanzar hacia la independencia. Pero avanzar hacia la independencia bajo la batuta de un candidato o de otro no puede considerarse indiferente como parecía indicarse con la indefinición sobre el candidato a la presidencia, como consecuencia de la heterogeneidad ideológica de los componentes de la lista de Junts pel Sí, en la que figuran políticos de orientaciones que van desde comunistas hasta liberales según los parámetros del Parlamento Europeo en que han figurado o figuran los propios candidatos o sus segundos.
Aun pensando en el común objetivo independentista de la lista Junts pel Sí, se constata que hay discrepancias fundamentales respecto a la rapidez con la que debería encauzarse el proceso transitorio hacia la independencia, a cómo deberían formalizarse los contactos con Madrid y con Bruselas para “desenganchar” y cuál debería ser el proyecto de gobernanza que debería presidir el futuro de una Catalunya independizada del resto de España.
Catalunya ha padecido ya las tensiones y los aumentos de gasto público que se produjeron en etapas de gobiernos de coalición con consejeros de diferente adscripción política que se controlaban unos a otros, pero, hasta ahora, no se había producido una situación en la que el potencial elector de una determinada lista no supiera la orientación política que tal lista iba a seguir.
Esto es una deformación de la democracia de tal calibre que hace surgir dudas respecto a que una Catalunya independiente tuviera un mejor proyecto de gobierno que el hoy existente por mucho que el proyecto soberanista aglutine las quejas respecto a “Madrid” como “enemigo exterior” supuestamente responsable de todos nuestros males.
El potencial elector no sabe la orientación política de Junts pel Sí