La Fronda catalana
Durante la minoría de edad de Luis XIV (1648-1653) se produjo en Francia una insurrección, inflamada por los príncipes descontentos y la nobleza, en un momento de crisis económica. La Fronda terminó derivando en lucha de intrigas y puja por el poder tras la que no quedó ni rastro del sentido constitucional.
Un aire de Fronda resopla en vísperas de la cita electoral catalana, dada la convergencia en el sí de los partidos que proponen la ruptura con el resto de España.
Disponer de respuestas, previas a embocar las urnas, puede ser clarificador ya que unas veces por interés táctico inmediato y otras por esa conjunción de apatía, irritación y hastío –que domina el paisaje del país real, tan alejado de formulaciones teóricas y afligido por la incertidumbre de ahora mismo– las preguntas se quedan sin réplica.
Deslocalización de la riqueza y deuda formidable.
Siendo el negocio de CaixaBank y Sabadell más importante en el resto de España que en Catalunya y ejerciendo una parte considerable de su actividad fuera, empresas cotizadas en bolsa –Abertis, FCC, Gas Natural, Grifols– que allí tienen su sede ¿han activado planes de contingencia para el supuesto de una declaración unilateral de independencia? ¿Se ha informado a accionistas, clientes y depositantes (familias, bancos y empresas catalanas están endeudados en euros) sobre los efectos derivados de no contar con el abrigo del BCE? Facilitar el traslado automático del domicilio social por todo el territorio nacional, ¿es sólo una medida cautelar para una situación excepcional?
Al cierre del 2014, Catalunya tenía un stock de deuda de 64.476 millones de euros, siendo la comunidad autónoma más endeudada en términos absolutos. Ha recibido del Estado en los últimos cuatro años 49.300 millones, a los que se suman los 8.000 millones anuales que la Generalitat se ha ahorra- do en intereses, gracias al FLA. Estas inyecciones sucesivas han garantizando el funcionamiento de sus instituciones y el pago a funcionarios y proveedores. Con la boca pequeña, los jefes del sí han musitado que no pagarán la deuda pública, lo que no parece el mejor mensaje para ganar la confianza de los acreedores europeos.
En el caso de Catalunya –con el Estado del que forma parte– y de España con Europa, las deudas hay que pagarlas, y si no, en la ley están las consecuencias. ¿No enerva esto los lamentos soberanistas cuando culpan de todos los males a Madrid?
Elecciones autonómicas y reforma constitucional.
Tratar de que estos comicios sean plebiscitarios y transformarlos en un referéndum por la independencia es un artificio y, sobre todo, fraude legal. La convocatoria de la Generalitat es para elegir el Parlament y, por tanto, ahora toca rendir cuentas y desgranar programas.
Los resultados electorales no van a resolver, ni siquiera aclarar, la cuestión que subyace tras la pretensión de una parte de los catalanes sobre estos comicios, que va a seguir insatisfecha en sus reivindicaciones. Cabe preguntarse ¿debe reformarse la Constitución para atender los empeños de unos y otros y contemplar la celebración de una consulta con participación de todo el censo electoral?
El president, cuarto; Rivera no comparece y Unió se desmarca.
Después de tres años hamletianos, el presidente de la Generalitat ha aceptado, sin rechistar, ir en una lista que no encabeza. Dada su apuesta, ya inequívoca, por la secesión y siendo el gobernante de todos los catalanes, parte considerable de los cuales no quiere la secesión, y en aras de la neutralidad ¿no debería haber dimitido tras disolver el Parlament?
Después de 37 años de hegemonía pujolista, el horizonte judicial de familia y amigos configura un paisaje nuevo para el votante convergente. Tener que optar ahora por una papeleta no encabezada por uno de los nuestros, ¿hará mella sobre ese tejido social que ha dado –durante 23 años– tantas muestras de fidelidad a Convergencia Democrática de Catalunya?
El líder de Ciudadanos, tras escuchar quizás demasiadas opiniones, ha optado por no presentarse por Barcelona, malogrando la oportunidad de medir fuerzas en cita tan señalada, ¿teme acaso no sacar buenos resultados de cara a la carrera nacional –que es en lo que realmente parece estar– o vuelve a asomar el duende de la operación reformista?
Duran Lleida, un viejo routier, reacciona al SAM –Supuesto Anticonstitucional Máximo– de la DUI y sale indemne. Los viejos afectos han saltado por los aires, como esos matrimonios que no aguantan pasar más Navidades juntos. ¿Logrará Unió vivir sin el paraguas convergente y –con unos resultados razonables– sentarse en la mesa de la reforma constitucional?”.
Partidos dinásticos, resultados aleatorios.
El partido de los socialistas catalanes se ha ido quedando en el chasis, tras perder a los divinos de Sarrià (Mascarell, Maragall, Obiols) que proporcionaban consistencia ideológica y –junto a los humanos ( Montilla, Chacón, Corbacho)– buenos resultados en locales y generales, ¿será el PSC –con el mago Iceta al frente– capaz de convencer al cinturón metropolitano de las bondades del federalismo?
El PP tardó en decidirse, ¿pagará el nuevo candidato, recibido con estrépito al grito de xenófobo extremista, por errores pasados, la factura que anticipan los sondeos, o haber sido alcalde de la tercera ciudad catalana sugiere una cosecha sorpresa entre esa masa neutra de catalanes que también se sienten españoles?
La concordia es necesaria.
Hay razones para apostar por la concordia, que, además de posible, es necesaria para alejar la Fronda y recuperar la serenidad y el concierto inteligente que siempre le han venido bien a Catalunya. Parece la apuesta más sensata, aunque esto se haya descabalado y urja volverlo a ordenar.
China, la inmigración y el yihadismo inquietan a Europa, que no quiere pánico, ni cólera ni miedo, sino soluciones ¿Queda sitio en la agenda para la fragmentación que plantean los nacionalismos impacientes?