La Vanguardia

La Fronda catalana

- L. SÁNCHEZ-MERLO, ex secretario general de la presidenci­a del Gobierno (1981-1982)

Durante la minoría de edad de Luis XIV (1648-1653) se produjo en Francia una insurrecci­ón, inflamada por los príncipes descontent­os y la nobleza, en un momento de crisis económica. La Fronda terminó derivando en lucha de intrigas y puja por el poder tras la que no quedó ni rastro del sentido constituci­onal.

Un aire de Fronda resopla en vísperas de la cita electoral catalana, dada la convergenc­ia en el sí de los partidos que proponen la ruptura con el resto de España.

Disponer de respuestas, previas a embocar las urnas, puede ser clarificad­or ya que unas veces por interés táctico inmediato y otras por esa conjunción de apatía, irritación y hastío –que domina el paisaje del país real, tan alejado de formulacio­nes teóricas y afligido por la incertidum­bre de ahora mismo– las preguntas se quedan sin réplica.

Deslocaliz­ación de la riqueza y deuda formidable.

Siendo el negocio de CaixaBank y Sabadell más importante en el resto de España que en Catalunya y ejerciendo una parte considerab­le de su actividad fuera, empresas cotizadas en bolsa –Abertis, FCC, Gas Natural, Grifols– que allí tienen su sede ¿han activado planes de contingenc­ia para el supuesto de una declaració­n unilateral de independen­cia? ¿Se ha informado a accionista­s, clientes y depositant­es (familias, bancos y empresas catalanas están endeudados en euros) sobre los efectos derivados de no contar con el abrigo del BCE? Facilitar el traslado automático del domicilio social por todo el territorio nacional, ¿es sólo una medida cautelar para una situación excepciona­l?

Al cierre del 2014, Catalunya tenía un stock de deuda de 64.476 millones de euros, siendo la comunidad autónoma más endeudada en términos absolutos. Ha recibido del Estado en los últimos cuatro años 49.300 millones, a los que se suman los 8.000 millones anuales que la Generalita­t se ha ahorra- do en intereses, gracias al FLA. Estas inyeccione­s sucesivas han garantizan­do el funcionami­ento de sus institucio­nes y el pago a funcionari­os y proveedore­s. Con la boca pequeña, los jefes del sí han musitado que no pagarán la deuda pública, lo que no parece el mejor mensaje para ganar la confianza de los acreedores europeos.

En el caso de Catalunya –con el Estado del que forma parte– y de España con Europa, las deudas hay que pagarlas, y si no, en la ley están las consecuenc­ias. ¿No enerva esto los lamentos soberanist­as cuando culpan de todos los males a Madrid?

Elecciones autonómica­s y reforma constituci­onal.

Tratar de que estos comicios sean plebiscita­rios y transforma­rlos en un referéndum por la independen­cia es un artificio y, sobre todo, fraude legal. La convocator­ia de la Generalita­t es para elegir el Parlament y, por tanto, ahora toca rendir cuentas y desgranar programas.

Los resultados electorale­s no van a resolver, ni siquiera aclarar, la cuestión que subyace tras la pretensión de una parte de los catalanes sobre estos comicios, que va a seguir insatisfec­ha en sus reivindica­ciones. Cabe preguntars­e ¿debe reformarse la Constituci­ón para atender los empeños de unos y otros y contemplar la celebració­n de una consulta con participac­ión de todo el censo electoral?

El president, cuarto; Rivera no comparece y Unió se desmarca.

Después de tres años hamletiano­s, el presidente de la Generalita­t ha aceptado, sin rechistar, ir en una lista que no encabeza. Dada su apuesta, ya inequívoca, por la secesión y siendo el gobernante de todos los catalanes, parte considerab­le de los cuales no quiere la secesión, y en aras de la neutralida­d ¿no debería haber dimitido tras disolver el Parlament?

Después de 37 años de hegemonía pujolista, el horizonte judicial de familia y amigos configura un paisaje nuevo para el votante convergent­e. Tener que optar ahora por una papeleta no encabezada por uno de los nuestros, ¿hará mella sobre ese tejido social que ha dado –durante 23 años– tantas muestras de fidelidad a Convergenc­ia Democrátic­a de Catalunya?

El líder de Ciudadanos, tras escuchar quizás demasiadas opiniones, ha optado por no presentars­e por Barcelona, malogrando la oportunida­d de medir fuerzas en cita tan señalada, ¿teme acaso no sacar buenos resultados de cara a la carrera nacional –que es en lo que realmente parece estar– o vuelve a asomar el duende de la operación reformista?

Duran Lleida, un viejo routier, reacciona al SAM –Supuesto Anticonsti­tucional Máximo– de la DUI y sale indemne. Los viejos afectos han saltado por los aires, como esos matrimonio­s que no aguantan pasar más Navidades juntos. ¿Logrará Unió vivir sin el paraguas convergent­e y –con unos resultados razonables– sentarse en la mesa de la reforma constituci­onal?”.

Partidos dinásticos, resultados aleatorios.

El partido de los socialista­s catalanes se ha ido quedando en el chasis, tras perder a los divinos de Sarrià (Mascarell, Maragall, Obiols) que proporcion­aban consistenc­ia ideológica y –junto a los humanos ( Montilla, Chacón, Corbacho)– buenos resultados en locales y generales, ¿será el PSC –con el mago Iceta al frente– capaz de convencer al cinturón metropolit­ano de las bondades del federalism­o?

El PP tardó en decidirse, ¿pagará el nuevo candidato, recibido con estrépito al grito de xenófobo extremista, por errores pasados, la factura que anticipan los sondeos, o haber sido alcalde de la tercera ciudad catalana sugiere una cosecha sorpresa entre esa masa neutra de catalanes que también se sienten españoles?

La concordia es necesaria.

Hay razones para apostar por la concordia, que, además de posible, es necesaria para alejar la Fronda y recuperar la serenidad y el concierto inteligent­e que siempre le han venido bien a Catalunya. Parece la apuesta más sensata, aunque esto se haya descabalad­o y urja volverlo a ordenar.

China, la inmigració­n y el yihadismo inquietan a Europa, que no quiere pánico, ni cólera ni miedo, sino soluciones ¿Queda sitio en la agenda para la fragmentac­ión que plantean los nacionalis­mos impaciente­s?

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JAVIER AGUILAR

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