Obama agasaja al rey saudí y le tranquiliza sobre el pacto con Irán
EE.UU. promete “contrarrestar” las actividades desestabilizadoras de Teherán
El presidente de Estados Unidos, Barack Obama, y el rey Salman bin Adelaziz, de Arabia Saudí, escenificaron ayer en la Casa Blanca una suerte de reconciliación , después del plantón que le hizo el monarca al líder de la primera potencia mundial en mayo pasado, por el pacto con Irán y otras diferencias que habían enturbiado las relaciones entre los dos antiguos aliados. Salman fue recibido ayer en el despacho oval y luego se quedó a almorzar en la Casa Blanca, una deferencia reservada a los aliados más cercanos a Estados Unidos o a los líderes mundiales. El objetivo era despejar cualquier duda respecto a la alianza que mantienen ambos países desde hace más de medio siglo y, sobre todo, tranquilizar al monarca sobre el pacto nuclear establecido con Irán que propició Estados Unidos junto a otras cinco potencias mundiales.
Era la primera vez que este rey saudí, coronado en enero, visitaba la Casa Blanca, y el principal asunto de la agenda bilateral era sin duda las nuevas capacidades de influencia que tendrá en Oriente Medio la república de los Ayatolàs, liberada de las sanciones económicas.
“Estamos decididos a seguir cooperando muy estrechamente en la lucha contra las actividades terroristas en la región –declaró Obama–, incluyendo nuestra batalla contra el Estado Islámico y analizaremos la aplicación del acuerdo con Irán para que no tenga armas y nucleares y para contrarrestar sus actividades desestabilizadoras en la región”.
Las alianza de Estados Unidos con Arabia Saudí interesa mantenerla a ambas partes, pero los tiempos y las prioridades han cambiado. Por una parte, Estados Unidos ya no necesita tanto el pe- tróleo saudí, que supone apenas el 6% del total que consume EE.UU. Por otra, el nuevo rey se muestra más exigente que su antecesor, Abdullah, respecto a las contrapartidas de los acuerdos. Arabia Saudí y las monarquías del golfo, que son suníes, ven como una amenaza el aumento de la influencia chií en la región que está propiciando Irán con su apoyo al régimen sirio de Bashar el Assad, a la guerrilla hutí en Yemen y a Hezbollah en Líbano. El acuerdo nuclear comporta un flujo de miles de millones de dólares a Teherán que las monarquías del Golfo temen que se destinen a rearmar a las organizaciones que desestabilizan la zona para ganar esa influencia. Probablemente por eso el rey saudí hizo una referencia a la
“Queremos trabajar juntos en estabilizar la región para asegurar la paz mundial”
El Pentágono ultima la entrega de un pedido de armas a Riad por mil millones de dólares
relación con EE.UU. vinculándola con la estabilidad en Oriente Medio y la paz mundial en una suave interpelación a Obama: “Nuestra relación es beneficiosa no sólo para nuestros dos países, sino para todo el mundo. Queremos trabajar juntos por la paz mundial”, dijo Salman, y añadió: “Nuestra región debe lograr la estabilidad (...) y estamos dispuestos a cooperar con usted, con el fin de lograr eso”.
Desde ese punto de vista, los jeques pretendían una mayor implicación militar de Estados Unidos, del nivel de un alianza como la OTAN –que es imposible teniendo en cuenta el vínculo Estados Unidos con Israel–, pero las conversaciones han desembocado en un acuerdo de suministro de armamento para que Arabia Saudí pueda participar en mejores condiciones en la coalición contra el Estado Islámico y en frenar el avance de los hutíes en Yemen. Así el Pentágono está ultimando un suministro, valorado en 1.000 millones de dólares, principalmente de misiles compatibles con los aviones de combate F-15, según informó el New York Times, citando fuentes gubernamentales que se encargaron de asegurar que en ningún caso el pedido incluye nuevos aviones de combate y menos los avanzados F-35, reservados en exclusiva para Israel.
En cualquier caso, la visita del rey saudí a la Casa Blanca se produjo al día siguiente en que se confirmó que el pacto nuclear con Irán ya no tiene vuelta atrás, después de que Obama lograra asegurarse los apoyos necesarios para impedir que las mayorías republicanas en el Congreso revoquen el acuerdo.