Una ‘intrusa’ pescando a caballo
La icónica imagen de los pescadores que, a lomos de un caballo de tiro, se adentran en la mar ha inspirado desde hace siglos a pintores, poetas y fotógrafos. El espectáculo no decepciona. La fuerza de los caballos, la belleza del mar, el perfil de los jinetes, tiesos y orgullosos, enfundados en chubasqueros amarillos... Se dedican a la pesca de camarones y, como dice uno de ellos, “no es la forma más eficiente de pescarlos pero sí la más bella”.
Hasta hace un siglo se podía encontrar pescadores a caballo en varios puntos del mar del Norte, en el sur de Inglaterra, Holanda, Bélgica y el norte de Francia. Hoy, esta técnica pesquera pervive sólo en Oostduinkerke, un pequeño pueblo de la costa belga. También aquí estuvo a punto de perderse en los años setenta pero el empeño de la población local en mantener viva la tradición siempre la ha salvado, aunque hace tiempo que dejó de ser un medio de vida, como era antaño para muchas familias, para convertirse en una pequeña atracción turística. Las primeras referencias a este arte de pesca se remontan al año 1510. Hoy quedan 15 pescadores en activo, todos en Oostduinkerke.
El reconocimiento, hace dos años, por parte de la UNESCO como patrimonio cultural de la humanidad supuso un importante espaldarazo a esta tradición pero también abrió la puerta a pequeños grandes cambios, inesperados para algunos: desde esta primavera, el gremio de los pescadores a caballo cuenta por primera vez con una mujer. Nele Bekaert fue una de los tres candidatos que en mayo pasaron el primer examen de acceso para ser reconocido como pes- cador a caballo ( paardenvisser en neerlandés). La inclusión en la lista de la UNESCO obligó a estructurar el funcionamiento del gremio y no cabía hacer discriminaciones por razón de sexo.
Fue su marido, también pescador, quien la animó a intentarlo; tienen una fritería y usan los camarones para hacer croquetas. Tras dos años de entrenamiento, Nele se presentó a la prueba. Aprobó y fue reconocida formalmente como parte del gremio, un honor que otras mujeres nunca antes consiguieron, aunque algunas salieran a pescar con sus maridos, ocultándose los cabellos bajo la capucha del chubasquero para no incomodar a nadie. “Aunque ahora se ve con más normalidad y la gente entiende que lo importante es conocer la técnica, y no si eres hombre o mujer, no fue fácil”, reconoce Nele.
El apoyo del grupo es fundamental en este trabajo, que todos hacen como complemento a otras actividades profesionales. Los veteranos enseñan a los jóvenes sus conocimientos sobre redes, corrientes marinas y mareas. Y cada pescador –y antes cada familia, porque la tradición se transmitía de generación en generación– está especializado en un aspecto de la pesca: el en- trenamiento de los caballos, las redes... La playa de Oostduinkerke, llana, sin obstáculos naturales, es ideal para esta técnica. Las demostraciones turísticas se organizan sólo en verano pero se pesca todo el año, salvo los días más duros del invierno. Una hora y media después de que baje la marea, los caballos brabanzones se meten al mar arrastrando una larga red con una plancha de madera en cada extremo. La fuerza del agua hace que se abra. Y una cadena arrastrada por la arena produce las vibraciones necesarias para que los camarones salten y queden atrapados en la red. Antes, en un buen día, podían pescar 60 kilos; ahora con ocho se dan por satisfechos.
Preguntar si hay alguna diferencia entre estos camarones y los que se pescan con otras técnicas es motivo de ofensa en el pueblo. La tradición manda que las gambas se cuezan nada más ser capturadas, con agua dulce ligeramente salada (cada pescador tiene su receta secreta), lo que hace que sean excepcionalmente frescas. Los camarones vuelan al llegar a tierra. Están considerados delicatessen y los restaurantes locales se los disputan (se comen solos, en croquetas, en la salsa del pescado...). “Si tienes una familia grande, tienes siempre la cesta vacía”, ríe Raymond, otro de los pescadores.
Todos contestan con cautela preguntados por la llegada de una mujer al club. Quienes ven a Nele como una intrusa, que aún los hay, “ya no se atreven a decirlo en público”, cuenta una vecina. Otra cosa es cuando los pescadores se reúnen entre sí con unas cervezas... Hubo otra mu-
La técnica de pesca, que data del año 1510, se ha perdido en el resto del mar del Norte El gremio
de los pescadores de camarones a caballo de Oostduinkerke ha aceptado a su primera
mujer Nele Bekaert aprobó el examen de acceso y la juzgan como bastante tozuda como para no dejarse intimidar
jer candidata pero desistió, cuentan, porque no se sentía aceptada por el grupo. “Nele es lo suficientemente tozuda como para no dejarse intimidar”, afirma una empleada de la oficina de turismo local. “Bah, son pescadores y tienen la boca muy grande pero –concede la ‘intrusa’– al final todos tienen su coranzoncito”.