La vieja foto
Dos viejas fotos de la Europa en blanco y negro retornan a la retina como si fueran lo que son: dardos a la conciencia. Por un lado, las imágenes de miles de judíos que habían sobrevivido milagrosamente al Holocausto. Eran alemanes, húngaros, griegos, italianos, polacos, europeos de vieja cuna, y sin embargo se convirtieron en parias. Y así, después de sobrevivir a las cámaras de gas, con sus familias asesinadas, sus cuerpos esqueléticos, su nada en la maleta invisible, su derrota y su tragedia, nadie en Europa los quería. Y los expulsamos, los hacinamos, los encerramos en campos indecibles... Y luego, cuando querían llegar al único refugio posible en su tierra milenaria, aún los perseguimos. Esa vieja foto de los judíos de la shoah..., tan actual...
Y la otra imagen en el blanco y el negro de nuestra historia, más cercana, igual de doliente: esos miles de republicanos derrotados, traspasando en pleno invierno los Pirineos, con sus fardos y sus familias sin mirada, sin lugar al que ir. ¡Cuántos murieron de hambre y de frío en los campos inhumanos de la gran Francia! Tampoco nadie los quería en esa Europa de
Esa foto de los judíos de la ‘shoah’, tan actual; esa foto de los republicanos derrotados, tan actual
los derechos, y muchos tuvieron que atravesar el Atlántico para llegar a tierras más amables. Esa vieja foto de los republicanos derrotados, tan actual...
Ahora volvemos al blanco y negro, aunque lo dotemos del color de un niño muerto en un playa trágica. Ese blanco y negro de no aprender de la historia, de no rectificar las maldades, de no estar a la altura de las responsabilidades. Ese blanco del olvido, ese negro de abandonar a las víctimas. Los miles de refugiados que llegan a Europa están huyendo de la guerra, de los bombardeos, de los asesinatos masivos, de los degollamientos, del horror. No huyen para vivir mejor –que ya es un motivo suficiente–, huyen sencillamente para vivir. Y aunque se intente ignorar y ningunear el problema, ellos van a venir, porque cuando la muerte acecha, los piececitos de un niño tienen alas. Si añadimos que Europa ha sido complaciente con las oscuras tiranías de la región, ha mirado a otro lado con las complicidades de aliados nuestros con los yihadistas, ha callado con los desmanes de Siria, ha pactado con Irán, ha despistado con Qatar, y a todos les ha vendido el alma, ¿cómo puede ahora no considerar que esas víctimas son también sus víctimas? ¿Qué pensaban que pasaría en aquella zona, que vivirían felices y comerían perdices?
Van a llegar a miles, kurdos que huyen del norte de Siria (sólo en la zona de Kobane, más de 400.000 desplazados), iraquíes, sirios de toda condición, familias enteras, derrotadas y desesperadas. Y habrá que hacer lo que hay que hacer: salvar sus vidas y dar cobijo. No olvidemos que el primer deber de una democracia es acoger al perseguido y no hay excusas cuando se trata de la vida y de la muerte. Y de eso se trata, de retornarlos a la vida, o enviarlos a la muerte.