La Barceloneta saca el cañón contra los pisos turísticos
Un grupo ruidoso y festivo de vecinos recorre el centro de la ciudad y ‘bombardea’ dos plataformas de alojamientos turísticos
La Barceloneta ha sacado el cañón, de forma metafórica y literal, contra los pisos turísticos ilegales, los botellones en la playa y las madrugadas interminables de jarana en las calles. Los vecinos se manifestaron ayer a cañonazos contra inmobiliarias virtuales como Booking y Airbnb, que reconoce que hay un problema en el barrio. Los manifestantes sostienen que subsisten los mismos problemas que denunciaron el año pasado, aunque ahora tapados por el drama de los refugiados o la crisis de los manteros.
La plataforma vecinal La Barceloneta diu Prou, que convocó el acto y concluyó la protesta en la plaza Sant Jaume, denuncia los fallos del programa Autoritas, el sistema informático presentado en su día como una forma sencilla y eficaz para que los inspectores del Ayuntamiento realizaran expedientes electrónicos en apartamentos clandestinos. Pero la última tecnología ha chocado con la picaresca más burda, explica Lluís Armengol, ideólogo del lema de la convocatoria, dirigida a Airbnb y Booking, cuya sedes fueron cañoneadas en el paseo de Gràcia y la Via Laietana: “Como estamos hartos de que vengáis a nuestra casa, ahora nosotros va- mos a las vuestras”. Muchos propietarios, que la primera de estas inmobiliarias virtuales califica de “malos actores”, indican a los turistas que no abran la puerta a los inspectores, lo que dificulta la notificación del expediente y paraliza el proceso. En la actualidad, hay 370 expedientes abiertos.
Un grupo de entre 150 y 200 vecinos, pocos pero muy ruidosos y festivos, pidieron ayer soluciones mientras recorrían el centro de Barcelona. La marcha acabó en la plaza Sant Jaume, donde el Ayuntamiento y la Generalitat también fueron saludados por la estrella de la concentración: el cañón. Se trata de un artilugio centenario que ha hecho las delicias de generaciones de niños del barrio desde hace cien años. Los fundadores del restaurante Can Tipa, un negocio histórico del paseo Joan de Borbó, que recientemente ha cambiado de manos, encargaron una copia de un cañón que vieron una vez en Francia. Querían dar el campanazo en las fiestas del 3 octubre de 1915, día grande en la Barceloneta por las fiestas de Sant Miquel. “Y lo que dieron fue el bombazo”, bromea Oriol Casabella, miembro de la asociación de vecinos, reconvertido ayer en artillero.
El cañón tuvo aquel día su bautismo de fuego. Después de las tracas, llegó una lluvia de caramelos y el delirio de la chiquillería. No hay niño del barrio que no haya coreado alguna vez: “Senyor rector, senyor rector, volem el canó”. Dice la tradición que un año el párroco escondió el artefacto, cansado de sus zambombazos y con la excusa de que podía ser peligroso. Los niños se concentraron ante la iglesia para pedir a gritos que se lo devolvieran. Y, desde entonces, no hay festejo o
revolución en la Barceloneta sin cañoneo, como centenares de turistas y ciudadanos despistados descubrieron ayer.
Los vecinos reclaman mayor agilidad y rapidez en las sanciones contra las empresas de pisos ilegales, a las que tildaron de “buitres”. Pero este no es el único frente que sigue abierto. La prostitución en los aledaños del hotel Arts y los ruidos son también una