La Vanguardia

Una familia del barrio

Concejal, alcalde accidental y as del waterpolo, el casi centenario Alfons Cànovas es la memoria viva de este rincón de Barcelona

- D. MARCHENA

La mejor joya de la Barcelonet­a no es una maravilla de oro y brillantes. Son los recuerdos de Alfons Cànovas Lapuente, de 97 años, 10 meses y un día, el patriarca de la joyería Cànovas, en la calle Maquinista. Casi un siglo de memoria del barrio. El señor Cànovas, que sólo pudo ir a la escuela de los 10 a los 12 años, cuando se inició en el oficio como aprendiz, ha sido testigo de excepción de las transforma­ciones de este rincón de Barcelona.

Cofundador y presidente de honor del Club Atlètic Barcelonet­a, fue también soldado republican­o, subcampeón de Catalunya y de España de waterpolo, dirigente del gremio de joyeros y concejal de Barcelona de 1970 a 1979. Llegó a teniente de alcalde y fue en más de una ocasión alcalde accidental. Trabajó con Porcioles, Masó, Viola y Socias Humbert. “Tantos años en política. ¿Y sabe qué? Tengo la misma joyería de siempre. No usé el Ayuntamien­to como trampolín. Paseo con la cabeza bien alta. Salgo a la calle y los vecinos me saludan. Este es mi barrio”.

Todo está explicado en un pequeño gran libro autobiográ­fico, Memòries des de la Barcelonet­a (editorial Alrevés), coescrito junto a Andreu Gabriel, que narra la vida apasionant­e de Alfonsico, uno de los cinco hijos de una familia humilde de Guadalupe, Murcia. Llegaron a Catalunya en 1920 con lo puesto. “El barrio no tenía buena fama, como todas las zonas portuarias. La ciudad empujaba a las personas venidas de fuera hasta la orilla del mar. Eso era la Barcelonet­a, una tierra de aluvión, una isla. Cuando salíamos o íbamos al centro, decíamos que íbamos a Barcelona”, recuerda mientras se toma un refresco en un bar enfrente de la joyería, adonde va cada día para ayudar a su hijo, su nuera y su nieto.

“Tiempos duros”, dice. Por la calle pasa un subsaharia­no con chatarra y el interlocut­or no sabe si se refiere al pasado o al presente. O al pasado y al presente. “Hoy trabajar en el puerto es un privilegio. Entonces, una pesadilla. Mi padre iba de madrugada a los muelles y esperaba junto a otros desesperad­os a que un capataz los examinara como a animales”. Tú, sí; tú, no; tú, tampoco; tú, sí… Pero eran felices, la familia vivía en un pi- so de 30 metros cuadrados. Una vez vinieron unos parientes de Can Tunis y llegaron a dormir once personas en el comedor. “Los niños lo pasábamos bomba”. Aprovecha, Alfonsico, disfruta de estos días azules y este sol de la infancia porque la des- gracia te acecha. Una enfermedad que te mantendrá en cama un año y medio y de la que salvarás de milagro, el temprano adiós a la escuela, la bata del taller por la del colegio, aquel primer muerto que viste un 19 de julio en una esquina del Gobierno Militar, “sentado, como si estuviera adormilado”, durmiendo un sueño del que no despertarí­a, la guerra, el fallecimie­nto de tu padre en unos bombardeos de la aviación fascista...

También en la tierra quemada hay flores. Quimeta, la compañera de su vida, el gran amor. Juntos progresaro­n y vieron cambiar el barrio. “Un día las pequeñas barcas que varaban en la playa dejaron de ser rentables. Se construyer­on otras más grandes, que tenían que atracar en el puerto. Las playas se quedaron de repente vacías. Cuánto espacio para chiringuit­os, clubes deportivos… Todos los niños nos bañábamos allí. Pero el resto de la ciudad descubrió que ya no tenía que ir a las playas lejanas de Badalona o Montgat. Siempre fuimos y seremos un barrio marinero, aunque dejamos de ser pescadores y nos convertimo­s en playeros. Así es la vida, un cambio constante”.

Por eso le duele que digan que la Barcelonet­a está peor que nunca. Hay problemas, claro, pero dentro de unos días se asomará al balcón y verá legiones de niños que estrenan carpetas y mochilas, camino del colegio. Y él, que sólo pudo estudiar dos cursos, se alegrará como cada septiembre y dirá: “¿Cuándo hemos estado mejor?”.

LOS INICIOS Hijo de una familia humilde y numerosa de Murcia, llegó con lo puesto a Catalunya

LOS RECUERDOS

“El barrio era una isla; vamos ‘a Barcelona’, decíamos cuando íbamos a la ciudad”

 ?? LAURA GUERRERO ?? Alfons Cànovas, delante del negocio familiar, en el número 16 de la calle Maquinista, y algunos de sus vecinos
LAURA GUERRERO Alfons Cànovas, delante del negocio familiar, en el número 16 de la calle Maquinista, y algunos de sus vecinos
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. Alfonsico (a la izquierda), con sus padres y hermanos, en los veinte

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