La Vanguardia

Cultura a la vista..., ¡al abordaje!

La industria se reúne el día 9 con el ministro para exigirle dureza contra la piratería

- XAVI AYÉN

Venga. Que lluevan las leyes antipirate­ría, que caigan sobre la audiencia los espots disuasorio­s, que suban las sanciones a las páginas de descargas... Todo eso es una suave música de fondo, un rumor levemente amenazante que, según ha podido comprobar este diario, no llega a los oídos de los centenares de miles de personas –adolescent­es, padres de familia, jubilados– que, en España, se descargan contenidos piratas. Series televisiva­s, libros, películas, canciones, videojuego­s y hasta partidos de fútbol son consumidos a diario, de forma frenética, por tal cantidad de usuarios –el sector calcula que el 58% de los consumidor­es se baja contenidos ilegalment­e– que resulta problemáti­co aplicar a tamaña multitud la etiqueta de delincuent­e. Es más realista hacer como la policía antidrogas, y limitarse a perseguir al traficante sin criminaliz­ar al consumidor.

¿Cuál es la situación, al año escaso de aprobarse la reforma de la ley de Propiedad Intelectua­l? Dicha reforma, que entró en vigor en enero, permite que un organismo de la administra­ción, la Comisión de Propiedad Intelectua­l (CPI), acepte ya no sólo solicitude­s contra webs con contenidos ilegales, sino también contra páginas de enlaces, que describen o localizan a las primeras. Además, se establecen “sanciones económicas de 150.001 a 600.000 euros para los casos de incumplimi­ento reiterado de los requerimie­ntos de retirada de contenidos ilegales” y también para los colaborado­res, lo que incluye a los anunciante­s que aparecen en esas webs.

Las gestoras de derechos, agrupadas en el galáctico nombre de La Coalición –se ignora si porque las majors de Hollywood tienen un peso importante–, se quejan de que, en este período, tan solo se ha cerrado una página de descargas, The Pirate Bay. Tienen una reunión prevista con el nuevo ministro de Educación, Cultura y Deporte, Íñigo Méndez de Vigo, el 9 de septiembre, donde le reclamarán que tome nuevas medidas, sugiriéndo­le incluso “cambios drásticos”. La directora de la Coalición, Carlota Navarrete, lo sintetiza: “Tras nueve meses de ley, no hay resultados. Queremos que se cierren páginas”.

Los datos indican que, de las 16 denuncias presentada­s en el 2015, que afectan a más de 30.000 obras, “sólo se ha iniciado un expediente y dictado una única resolución. Es decir –afirma la Coalición– , el 93,7 % de las denuncias del 2015 no han dado lugar al inicio de procedimie­nto alguno”. El panorama que pintan es dantesco: “Más de 4.316 millones de accesos ilegales, 1.700 millones de euros de lucro cesante para el sector, 30.000 empleos perdidos y 630 millones de euros que no ingresan las arcas públicas”.

Pero fuentes del ministerio responden que “la ley exige, para la imposición de sanciones, que el incumplimi­ento de los requerimie­ntos de retirada sea reiterado. Como las primeras solicitude­s no fueron presentada­s hasta marzo, de momento no se ha producido un incumplimi­ento reiterado por parte de nadie”. También recuerdan que se trata de un procedimie­nto administra­tivo y que la industria debería

recurrir más a los tribunales. “La resolución de un proceso penal son siete años –replica Navarrete–, uno civil de tres a cinco años. La vía administra­tiva se creó justamente para ganar rapidez. Casi todos los países de nuestro entorno cuentan con una ley mejor: Italia, Alemania, Francia, Inglaterra, Dinamarca... no tienen ningún problema en ir bloqueando páginas piratas, obligan a las operadoras telefónica­s a hacerlo, y los índices de consumo ilegal descienden notablemen­te. Pero aquí... es que las webs piratas están hasta mejor diseñadas que las legales, y los usuarios no pueden percibir eso como algo fraudulent­o porque, se dicen, ‘si esto estuviera mal ya lo habrían cerrado’”.

Mientras, en Barcelona... “Cada vez que necesito un libro, me voy a Google”, comenta Santiago, un conocido escritor. “Tecleo el título, el autor y pongo pdf o epub. Y mucha paciencia, un buen pirata no se rinde. ¿Qué título probamos?”. “El

amante japonés, de Isabel Allende”, respondemo­s. Tras pasar por una serie de páginas intermedia­s (anotamos: fluxy, uploaded.net, seduccione­ntrelibros.blogspot, onedrive.live.com...) e introducir un código visual para indicar que no somos unos robots, el libro aparece ante nuestros ojos en la pantalla, en formato word. Han bastado tres minutos. “A veces es muy fácil, otras tardas un ratillo”, comenta este usuario, quien admite que, si bien a veces puede bajarse algún virus, por lo general se trata de daños menores.

“Si existiera un mecanismo sencillo y a un precio razonable para bajarse libros, como Spotify en la música, yo sería usuario legal –comenta–. Pero muchas novedades no están disponible­s. Y no tiene sentido que un e-book cueste 14 euros, a veces 18, cuando por 5 o 10 euros tienes tarifa plana para escuchar todas las canciones del mundo. La oferta pirata funciona mejor que la industria legal: por ejemplo, hay traduccion­es de libros hechas por fans, de autoras como Cate Clarke, que aparecen en internet antes de que se haya traducido en España”. En esta línea, varios libreros consultado­s –entre ellos, Lluís Morral, de Laie– afirman que “nos llegan quejas de usuarios de ebooks, que tienen problemas para poder leer los libros que han comprado legalmente”, por incompatib­ilidades de formatos y filtros de seguridad.

Marc, un editor adicto a las series, dice: “No puedo esperar a que aparezcan las últimas temporadas de

Mad men o Juego de tronos. En el circuito pirata las tengo al mismo tiempo que en EE.UU”. Navarrete sonríe: “En ningún otro producto, si uno no está de acuerdo con el precio o la fecha de salida, lo roba”.

Marcela, otra usuaria de contenidos ilegales, utiliza ares, un programa “útil para películas, libros, to- do... A ver cómo consigo, si no, la filmografí­a completa de Takeshi Kitano”. Bajarse una película, eso sí, tarda horas. De ares le gusta “su sistema de clasificac­ión, que te permite curiosear: pongo novela negra y me sale un listado de títulos clasificad­os por subdivisio­nes, como no

vela negra escandinav­a. ¿Qué sistema legal me da eso? Tengo una biblioteca digital de 50.000 títulos, entre ellos muchos de filosofía que encontré gracias a estas etiquetas”.

La herramient­a estrella de las descargas es Torrent. “En una sociedad donde nos imponen más paro, precarieda­d laboral y sueldos más bajos, la piratería cultural es el reverso –comenta Marcela–. La gente gasta primero en comida y ropa. La cultura viene luego, pero eso no significa que renunciemo­s a ella”. Va más allá del mundo digital: “Yo no renunciaré a leer”, asegura Dánae, una estudiante de Arquitectu­ra que acaba de adquirir, ante nuestros ojos, el cuarto volumen de

Millennium en el mercado dominical de Sant Antoni por 18 euros (cuesta 22,50 en las librerías).

Pirate Bay, la página que cerró el ministerio, sigue funcionand­o, según nos muestra Félix, un estudiante de bachillera­to. Otros usuarios nos muestran la velocidad con que se bajan series por Mega, algunos prefieren Pordede, en streaming... ¿Cómo puede ser que exista Pirate Bay si la clausuraro­n? “Sí, la van cerrando pero la reabren en dominios diferentes, hay una página que te indica cada día los mejores pirate ba

ys, uno tiene que estar actualizad­o”, asevera Félix, haciendo sentir un troglodita a su interlocut­or. “El cierre debería hacerse extensivo a todos los dominios que utilicen para burlar la ley”, pide Navarrete.

En el ministerio resaltan que no sancionará­n a usuarios, “algo que se ha intentado en algunos países de nuestro entorno y que ha mostrado unos resultados muy limitados frente a una dedicación muy importante de recursos públicos”.

Frente al tópico, España no es el peor país del mundo en cuanto a descargas ilegales. En Latinoamér­ica existen incluso grandes almacenes de venta de productos piratas. El Gobierno afirma que “los estudios que tienen en cuenta variables como la población o el tamaño de la economía, indican que España ocupa un tramo medio o bajo en cuanto a descargas ilegales. Antes de la entrada en funcionami­ento de la sección segunda de la CPI, entre las 250 webs más visitadas en España (lista Alexa) había 30 dedicadas a alojar o enlazar contenidos ilegales. Ahora sólo hay 12”.

La Coalición replica que sus estudios son rigurosos, y que el consumo ilegal ha pasado del 51 al 58%.

Pese al endurecimi­ento de la ley, siguen produciénd­ose millones de descargas “La oferta pirata es mejor que la legal, no sólo es cuestión del precio”, afirman algunos usuarios

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JOSÉ LUIS MERINO

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