Invasión de canelones
El premio de novela negra de RBA es un reencuentro familiar
“Para esta fiesta, hay un truco infalible”, dice en el taxi la editora de Turner, Diana Hernández, mientras se pone sombra de ojos: “No dedicarle a nadie más de cinco minutos, así evitas que te cuenten sus vacaciones”. Llego a RBA con el cronómetro a punto. Su Premio de Novela Negra es como un encuentro familiar, como la Navidad y fechas así. Te reencuentras con viejos conocidos a los que hacía un mes que no veías, cuánto tiempo, besos, qué tal el verano, ya no me acuerdo, qué guapa vas, y tú más. Las azafatas van indicando a los mil invitados confirmados que sigan la alfombra roja hasta el ascensor. Y una vez arriba, lo primero que te ofrecen es una copa de champán rosado. Como estoy de servicio, la rechazo. Necesito las manos para tomar apuntes.
En el escenario, el galardonado Don Winslow asegura en inglés que está muy influenciado por la lengua española porque vive en California, donde hay muchos lugares con nombre español. Su novela se titula El Cártel, y es la continuación de El poder del perro, que publicó Mondadori. Entre los miembros del jurado, formado por Lorenzo Silva, Soledad Puértolas, Antonio Lozano y Manel Martos, está también Paco Camarasa, quien el martes anunció con Montse Clavés que la emblemática Negra y Criminal bajará la persiana el 3 de octubre. Los reporteros de la BTV intentan descubrir al asesino: ¿por qué, cuando el género va tan bien, cierra la única librería especializada en Europa junto a la Hammett de Berlín? Elemental, querido Watson, ha muerto de éxito. Durante trece años ibas hasta la calle de la Sal número 5, en la Barceloneta, si querías llevarte una joya recomendada por ellos. Ahora la novela negra ha dejado los suburbios y se exhibe en escaparates, catálogos y listas de los más vendidos, que son otros criterios que sigue el lector.
Otra cuestión es: ¿por qué se ha puesto de moda? Decía Manuel Vázquez Montalbán que la novela negra permite hacer crítica social y crónica de un momento. Veo al librero de Casa Usher, Gerard Granados. Sólo se han tomado una semana de vacaciones. Él estuvo en Ciutadella leyendo La muerte del padre, de Karl Ove Knausgard, Gegants de gel, de Joan Benesiu, Memoria por correspondencia, de Emma Reyes y El león dormido, de Marian Izaguirre. Mi cronómetro marca tres minutos. La editora Ester Pujol ha estado en Palamós, sintiéndose como un Paulo Coelho que hallara la paz en el mar. Le dedico un minuto al editor de Tusquets Juan Cerezo, dos a la editora de Ara Llibres Izaskun Arretxe, que estuvo en Copenhague, un saludo a Glòria Gasch de Columna y otro a Elena Ramírez, directora de Seix Barral y del Departamento de Ficción Internacional de Planeta. Acompañada de su editora Pilar Beltran, Najat El Hachmi se prepara para la recién inaugurada Setmana del Llibre en Català; acaba de publicar la elogiadísima La filla estrangera, en Edicions 62.
Detengo el cronómetro con Jorge Herralde y Lali Gubern, porque han estado en Mallorca y pasaron por Cala d’Or, puerto al que el director de Anagrama fue con 12 años y ahora ha visto cambiado. De pequeña, yo jugaba al minigolf allí. Es una pena que no se acercaran hasta Portocolom, que tan buenos veranos le ha brindado a Jordi Amat, y me sigue brindando a mí. Comieron en Palma con Carme Riera y quedaron con Miguel Dalmau que, como apunta el presidente del Gremi d’Editors, Daniel Fernández, publicará la biografía de Julio Cortázar.
Llega Nuria Amat con un: “Dejo la política para ver si encuentro algo de literatura”. Lo dice porque en una zona de la terraza se han concentrado Jaume Collboni, Rocío Martínez, Ferran Mascarell, que hablan con el presidente del Grupo RBA, Ricardo Rodrigo, y un poco más allá está el exalcalde Xavier Trias, y también el president Artur Mas con su mujer, Helena Rakosnik. Mas charla con Juanjo Puigcorbé, con el escritor Andreu Martín, y se hace una foto con el chef. Intento poner la oreja, pero otros que en la suya llevan un pinganillo tienen también la mosca detrás. No veo a la alcaldesa Ada Colau.
En las fiestas de RBA sacan comida sin parar. Muy buena y variada, signo de abundancia. No se sirven postres, porque los invitados podrían interpretar que los echan. Esta vez hay una invasión de canelones. Mires donde mires, un camarero pasea una bandeja de canelones. Àngel Llàcer ha improvisado Fly me to the Moon, y nos ofrecen canelones. Ariadna Oltra se ha incorporado al Telenotícies y da buenas noticias; nos ofrecen más canelones. La escritora Cristina Fernández Cubas se ha quemado con la plancha de los bikinis. Hay canelones para Adam Martí, y Malcolm Otero y Paula Cifuentes, y Miguel Aguilar y María Lynch, y para Jordi Gracia, y Eugènia Broggi y Camila Enrich, para todo el mundo.
El editor de Libros del Asteroide, Luis Solano, quiere bailar. Hace un buen rato que el rosado, el vino y la cerveza, han dado paso a los mojitos y gin-tonics. Hablamos de lo que suele beber cada uno y de lo que piensa votar el 27 de septiembre, y de otros secretos. Dejo de tomar apuntes para brindar por el nuevo curso. A su salud.