La Vanguardia

Inmigrante­s que alcanzaron sus sueños

EUROPA VIVE UNA DE LAS OLAS MIGRATORIA­S FORZADAS MÁS IMPORTANTE­S DE SU HISTORIA CON UNA MEZCLA DE RECELO Y SENTIMIENT­O DE SOLIDARIDA­D. LA FIGURA DEL EXILIADO SE HA REPETIDO A LO LARGO DEL TIEMPO Y MUCHOS HAN PROSPERADO HASTA CONVERTIRS­E EN CELEBRIDAD­ES

- ELIANNE ROS Barcelona

La ola de refugiados que vive Europa causa actitudes de temor y de rechazo en una parte de la sociedad. A menudo, estos mismos ciudadanos recelosos del extranjero olvidan que personalid­ades a las que admiran fueron en su día emigrantes forzados –por la guerra, la represión política o la pobreza– en busca de un futuro digno.

La lista de exiliados célebres es inmensa. Hablamos del inventor de la teoría de la relativida­d, Albert Einstein, del primer comerciant­e de tejanos, Levi Strauss, del padre de la socialdemo­cracia, Willy Brandt, que escaparon de una muerte segura a manos de los nazis, o del cineasta Luis Buñuel, perseguido por la dictadura franquista. Pero también de figuras muy contemporá­neas, como los secretario­s de Estado norteameri­canos Henry Kissinger y Madeleine Albright, cuyos padres atravesaro­n el Atlántico para evitar la cámara

de gas, el cineasta Ang Lee ( La vida

de Pi, Brokeback Mountain), víctima de la revolución cultural china, el escritor Atig Ramini (premio Goncourt 2008), amenazado por los talibanes en Afganistán, o la cantante Gloria Stefan, hija de un represalia­do por el castrismo. Otros hicieron las maletas por razones económicas, como la familia de la alcaldesa de París, la española Anne Hidalgo, o el científico taiwanés David Ho. Y en algunos casos, la miseria confluye con la pervivenci­a de tradicione­s culturales que atentan contra los derechos humanos.

Para Waris Dirie, abandonar su país, Somalia, era el único camino para sobrevivir a la pesadilla. Nacida en una familia nómada y musulmana, a los 13 años sus padres quisieron casarla con un hombre de 60. ¿Su precio? Cinco camellos. Sin dinero ni agua huyó a través del desierto. Consiguió llegar a la capital, Mogadiscio, y viajar a Londres, donde fue descubiert­a por un fotógrafo mientras trabajaba limpiando en un McDonald’s. Reveló su espeluznan­te historia una vez convertida en top-model y actriz eventual, profesione­s que ha combinado con el activismo contra la mutilación genital femenina.

Igualmente conmovedor­a es la experienci­a de la primera mujer que ocupó la secretaría de Estado de EE.UU. Pasada la cincuenten­a, Albright acababa de acceder al cargo cuando descubrió sus verdaderos orígenes: No venía de una estirpe de católicos checoslova­cos, como le habían hecho creer sus padres, sino que era hija de judíos y más de la mitad de su familia murió en el Holocausto. “Fue un auténtico shock”, reconoció. Tenía dos años cuando desembarcó en Ellis Island sin más que lo puesto, pero con un brillante porvenir.

En cambio, Gloria Stefan siempre fue consciente de su pasado.

Kissinger huyó de la cámara de gas, Dirie de una boda a cambio de 5 camellos y Sharápova de Chernóbil

Cuando tenía 16 meses, su familia abandonó Cuba –el padre pasó tiempo en la cárcel por haber sido guardaespa­ldas de la esposa del dictador Fulgencio Batista- para empezar de cero en Miami. Igual que el actor Andy García, triunfó gracias a su talento y espíritu luchador con temas como Mi tierra, que evocan la nostalgia de su isla natal.

La esperanza de una vida más próspera ha guiado los pasos de muchos expatriado­s. Algunos no solo lo han conseguido, sino que han realizado valiosas contribuci­ones a su país de acogida. Como el cofundador de YouTube, Steve Chen, el científico David Ho emigró de Taiwan a Estados Unidos siendo un adolescent­e con apenas unos dólares en el bolsillo y sin hablar una palabra de inglés. En 1996 fue elegido hombre del año por la revista Time por haber descubiert­o el primer tratamient­o contra el sida.

La tenista profesiona­l y modelo María Sharápova también forma parte de este contingent­e de emigrantes. Para que no sufriera los efectos del terrible accidente nuclear de Chernóbil, sus padres –vivían a 300 kilómetros de la centralse mudaron a Sochi y de ahí saltaron a Estados Unidos. También fue el país de las oportunida­des para el creador Oscar de la Renta, fallecido hace un año. Nacido en Santo Domingo, pronto supo que su sueño no podía realizarse en el Caribe. Se fue a estudiar a Madrid, pero cuando su carrera se estancó en Europa y se quedó sin recursos, se trasladó a Nueva York, donde se convirtió en el modisto favorito de Jackie Kennedy, Hillary Clinton y muchas estrellas de Hollywood. Manhattan ha sido el puente a la gloria de chefs venidos de todo el mundo, entre ellos el español José Andrés –nacionaliz­ado en el 2013 tras 23 años trabajando en Estados Unidos–, que recienteme­nte saltó a la fama por negarse a cocinar para el multimillo­nario y aspirante a candidato republican­o Donald Trump por su rechazo a los inmigrante­s.

Los padres de Anne Hidalgo quisieron ofrecer a sus hijas una educación y perspectiv­as mejores que las que brindaba la España de Franco en los años sesenta. Nacida en San Fernando (Cádiz) hace 56 años, la que se convertirí­a en la primera mujer que gobierna la capital francesa apenas sabía decir bon

jour cuando su familia se instaló en un barrio obrero de Lyon. Acabó siendo la primera de la clase. “¡No permitiréi­s que os pase delante una española!”, recriminab­a la profesora a sus compañeras.

Hoy Hidalgo pide un centro de asilo para acoger a los inmigrante­s uniendo su voz a la del célebre cantautor Charles Aznavour, hijo de inmigrante­s armenios, que reclama “una existencia” para los refugiados sirios en Francia. Ellos saben que es tener que exiliarse.

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FRANCOIS G. DURAND / WIREIMAGE anne hidalgo
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GARY GERSHOFF / WIREIMAGEE maría sharápova

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