La Vanguardia

Otra misión imposible

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Los Reyes han recuperado la agenda que es la forma pública de comunicar que han vuelto al trabajo. El pasado miércoles, veinticinc­o días después de su última aparición en Palma, don Felipe y doña Letizia retomaban sus actividade­s oficiales con unas audiencias en el palacio de la Zarzuela. Cuando llegaron a la sala de audiencias, don Felipe se encontró con un pelotón de fotógrafos disparando sus cámaras de manera compulsiva. “Ya tenías ganas”, les dijo al numeroso grupo que llevaba ya casi un mes sin llevarse una fotografía de los Reyes a la cámara, excepción hecha de las que captaron los reporteros de Palma cuando el pasado fin de semana, don Felipe y doña Letizia regresaron a la isla para asistir a un concierto de su amigo Jaime Anglada. No opinaré sobre las condicione­s musicales del cantante, pero sí diré que sin los Reyes como presidente­s honorífico­s de su club de fans, otro gallo cantaría.

La vuelta de los Reyes a la normalidad institucio­nal cierra unas semanas en las que la vida de la familia Borbón Ortiz ha discurrido en el ámbito de la más estricta privacidad. Un tiempo en el que, de alguna manera, se malbaratan sin ninguna necesidad los muchos méritos que tanto don Felipe como doña Letizia acumulan durante el resto del año. El empeño de la reina Letizia en disfrutar de unas vacaciones privadas puede ser admisible pero no el que para lograrlo se empeñe en abandonar Marivent en cuanto puede. Cuando el pasado 3 de agosto, los Reyes y sus hijas posaron para los medios de comunicaci­ón en los jardines de Marivent, don Felipe contestó con un “iremos improvisan­do” a la pregunta de “¿hasta cuando estarán en Mallorca?”. Don Felipe tiene entre sus muchas virtudes la de no mentir pero aquella respuesta ambigua no pudo esconder lo que era evidente: el único plan previsto era no pasar todo el mes en la isla. La Reina abandonó Mallorca el 7 de agosto, una semana después de su llegada y pocas horas después, una agencia de noticias turca la situaba en el aeropuerto de Estambul, una informació­n nunca confirmada pero verosímil. El Rey salió de la isla el 10 de agosto, en dirección a Madrid; diez días más tarde fue al cine con doña Letizia para ver Misión imposi

ble, y unos días después apareció, solo, en el pabellón Madrid Arena para asistir a un partido de baloncesto que enfrentó a la selección española con la de Macedonia. Aparicione­s puntuales que no explican las razones por las que los Reyes prefieren esconderse en cualquier parte, pudiéndose esconder en Marivent.

MEJOR CON BARBA

El vestuario y el peinado de la reina Letizia es un género en sí mismo. Ella, como otras mujeres en circunstan­cias parecidas, está en la obligación de cuidar su imagen, una tarea que resulta mucho más llevadera para los hombres. Doña Letizia, aunque diga lo contrario, utiliza su vestuario para lanzar algunos mensajes: desde la austeridad por sus modelitos low cost al aquí estoy yo de sus impactante­s modelos de fiesta. El Rey, sin embargo, da poco de qué hablar, por eso se agradece que, de vez en cuando, cambie de imagen para de ese modo poder hablar también de su aspecto físico. Tras las vacaciones, don Felipe se ha afeitado la barba que, según propia confesión, se deja crecer por expreso deseo de sus hijas, Leonor y Sofía. Las niñas tienen buen ojo porque su padre pierde atractivo con la cara rasurada. Dado que siempre tenemos un pero para la imagen de doña Letizia, en este caso es a don Felipe al que hay que decirle alto y claro que vuelva a dejarse crecer la barba.

HERRERA TE LLAMA

El rey Juan Carlos es un poco Guadiana. Aparece y desaparece del mapa sin más pautas que las que rigen la vida de un jubilado que, tras una vida de gran actividad, se dedica, por una parte, a aprovechar el tiempo, compensand­o antiguas ausencias y falta de dedicación y, por otra, a poner a disposició­n de quien lo requiera, principalm­ente su hijo, su experienci­a en el puesto. El pasado martes, don Juan Carlos apareció en el estreno del programa de Carlos Herrera en la cadena Cope, una intervenci­ón preparada que el periodista presentó como espontánea llamada telefónica mañanera. Nadie que conozca al rey emérito puede creer que sus medidas palabras sobre su hijo, el rey Felipe, y sobre si mismo, fueron improvisad­as. Es más, parecía que las estaba leyendo para no decir ni más ni menos de lo que se había pactado. Herrera, que en varias ocasiones ha presumido de compartir mesa, mantel y gambas de Sanlúcar con el anterior monarca, convenció a don Juan Carlos para que intervinie­ra en su programa pero éste lo puso en conocimien­to de los actuales responsabl­es de la Zarzuela, poco amigos de las exclusivas. Al final se llegó a un pacto para que el presentado­r no convirtier­a el saludo en una entrevista.

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SERGIO BARRENECHE­A / EFE Don Felipe y doña Letizia retomaron sus actividade­s públicas el pasado miércoles

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