La Vanguardia

“Aquí he recuperado la emoción, una televisión grande te tritura”

SANDRA BARNEDA, PERIODISTA

- NÚRIA ESCUR

Dicen que es nuestra Ellen DeGeneres pero ella, puestos a soñar, preferiría ser Ophra. Se imagina dentro de diez años lejos de aquí, posiblemen­te en tierra estadounid­ense, pero de momento Sandra “ha vuelto a casa”. Su campamento base, en Barcelona, está en el Gòtic; en Madrid en el barrio de Las Letras.

Barneda, que acaba de estrenar Trencadís en 8tv, ha escogido la Laie para tomarse un café con leche de soja. En la carta, la cita de Josep Pla: “Todo pasaba, entonces, en los cafés. Y lo que no pasaba en los cafés no existía”. A los 21 años ya presentaba un informativ­o nacional.

Usted nunca habrá estado sin trabajo.

Sí, sí... Cuando dejé Telemadrid en el 2006 me pasé casi dos años,

y volví a Barcelona. Lo dejé porque era un escándalo.

¿Qué tipo de escándalo? Me hicieron un ultimátum: “Mira, tú tienes que ir contra Catalunya”, y les envié un burofax diciendo “hasta aquí hemos llegado”. Siento que he vuelto a mis raíces. Tengo toda mi familia aquí, en el Empordà, y eso tira.

Si no le gustara el programa que hace tampoco lo diría.

¡Creo que lo lograremos! Encontrare­mos ese rincón donde la gente nos venga a buscar. Sólo es cuestión de cavar, cavar, cavar... Siento que he vuelto a casa y estoy a prueba.

¿Qué diferencia hay entre trabajar para esta televisión y otras cadenas? He recuperado la emoción. Aquí notas eso de “todo es posible”. Algo que allí desaparece, no hay tiempo para la ilusión. La maqui-

nariara. Aquíde una tengo tele gente grande muy te joventritu­con Le unas leo ganasun tuit: increíbles. “Sandra Barneda, ejemplo pedazode cómo de desperdici­ar periodista, una ¿Siente carreraque hay quien excepciona­l”.cree que ha hecho programas que no estaban a su altura? Me lo ha dicho mucha gente, pero yo nunca creí que la dispersión sea un defecto. El programa ideal no existe. Hubo un tiempo en que me repetían que yo era el prototipo ideal para informativ­os. Y yo les pedía que no me encasillar­an. Me niego, soy una persona que odia la rutina. No me hice periodista por vocación sino casi por necesidad, por inquietud.

El presentado­r es el ser más vulnerable de un directo.

¡Te sientes vendido! Tienes que reaccionar ante lo que pase.

Usted se sintió ninguneada.

Eso es lo peor que me ha pasado en mi vida profesiona­l. Sentir en tu interior que no se te escucha, que te han colocado una dirección que te ignora y debes hacer un programa muy delicado. En Telemadrid me sentí muy sola, no estaba de acuerdo en nada, me rebelaba cada día, no leía cosas que estaban en el guión...

¿Hubo amenazas?

Yo presencié presiones del tipo: “Tu tienes hipoteca, ¿verdad?, e hijos, firma y no te compliques la vida”. Las television­es públicas jamás deberían estar politizada­s, pero no lo logramos.

Uno de sus profesores en la universida­d me contó que la clave de su éxito son “esas ganas de alcanzar lo que se te pase por la cabeza”. Supongo, sí. Soy tozuda en casi todo, la inconscien­cia siempre me ha acompañado... y no soporto la queja, “no llores, muévete”.

¿A qué ha dicho que no? A alguna propuesta profesiona­l muy mal pagada; de momento, portadas desnuda en una revista no me las han pedido nunca. Bueno, y en Antena 3 me negué a hacer una gala con Arévalo. Les dije: “¿Pero vosotros me veis? ¿Os creéis que me voy a colocar un escote para hacer de mujer consorte”. Me costó un castigo.

Ser un verso libre siempre tiene su riesgo.

Hay mucha gente que se siente amenazada, que circula como rebaño. Y a mi me ha pasado factura decir “no”. Pero prefiero eso a una llaga de estómago.

En una ocasión apareciero­n sus padres en pantalla y usted se emocionó mucho. Lo recuerdo. Es que ellos son gente que no se prodiga para nada y verlos allí... de golpe me di cuenta de el efecto televisivo. El impacto de ver dos personas que amas allí, me sorprendí yo misma del poder de la tele. Soy la cuarta de cinco hermanos –la mayor murió al nacer pero la contamos siempre– y creo que me educaron, básicament­e, en el diálogo.

¿Recuerda el día que les dijo que se había enamorado de una chica? Sí, perfectame­nte. Reaccionar­on con sorpresa, sin entenderlo y pensando que aquello era fruto de mi rebeldía, algo pasajero, adolescent­e, que se me pasaría.

La mayor lección que me han dado es que han sabido evoluciona­r. Han hecho un gran esfuerzo.

Hay gente que le pide ayuda.

Me entristece la gente que me escribe para decirme que no se atreven a manifestar su homosexual­idad porque temen el rechazo de quienes más aman. No sirve de nada refugiarse en el miedo.

¿Hacer pública su homosexual­idad le ha comportado más seguidores o detractore­s? No lo sé y ahora ya ni lo pienso. Cuando tú haces las cosas desde la verdad tiene que dejar de importarte. Siempre fui partidaria de la normalidad y la normalidad es no hablarlo. Pero me di cuenta de que aún hay mucho que hacer al respecto... la vida es una carrera de fondo, no puedes gustar a todo el mundo.

Lleva varias novelas a sus espaldas. ¿Qué ha aprendido de usted con la ficción? Siempre necesité apartarme y escribir porque me costó mucho entender la naturaleza humana. Siempre fui muy ingenua, me quise centrar en la bondad y me costó muchísimo entender que la maldad existe. A los doce años me sentía algo incomprend­ida.

Veo que es usted una especialis­ta en superar miedos. ¿Su relación con el espejo? Cada vez mejor. Reconcilia­da. A veces el nivel de exigencia hace que sólo te veas los defectos y yo he tenido mis complejos, ¿eh? No se los voy a explicar... Mi década de los treinta ha sido muy buena, ahora estoy en su ceremonia de despedida. Me siento más madura y serena, preparada.

¿Pensó en tener hijos? Estoy en ello pero ¡como no me espabile! La adopción es una opción, pero tarda tanto, es un proceso tan lento...

¿Su pareja también pertenece al mundo del periodismo? No hablo de ello. Jamás me han pillado en una foto y hasta ahora mantengo esa privacidad gracias al respeto de mis compañeros.

¿La novela en la que está...? No hablo de ello...

¿Es nacionalis­ta? No hablo de ello....

¿Tampoco? ¿Se da cuenta de que usted no le permitiría esas negativas a un entrevista­do? ¡Lo sé, lo sé! Pero lo de la novela lo tengo prohibido por contrato. Por lo que se refiere a Catalunya el próximo día 27 sólo espero que se acabe este mareo. Llevamos en este vértigo desde la reforma del Estatut, hay que abrir diálogo. Yo recuperarí­a el seny català. Creo que desde Madrid no pueden meter más la pata... porque no se dan cuenta de que el espíritu catalán, su respuesta natural ante la provocació­n, es la rebeldía.

Usted ya ve la toma de la Bastilla...

Creo que el pueblo catalán vuelve a estar asediado. Claro que situacione­s como el caso Pujol han hecho muchísimo daño; ha defraudado, ha lastimado el corazón de muchos catalanes, incluida yo.

¿Su trabajo caduca como el de los deportista­s de élite? Sí, yo pienso que hay un tiempo límite para la cámara. Creo que sabré reconocer el momento y situarme detrás, no soy animal exclusivo de cámara. Ahora, por ejemplo, estoy preparando la ficción de Reír al viento, en Bali.

¿El mejor regalo de lector? Vinieron a pedirme un autógrafo con cuatro ejemplares de mi libro. Un grupo de amigos. Me contaron que ese fue el último libro que le leyeron, en el hospital, a una amiga con cáncer... que murió con una sonrisa, durante un párrafo precioso; lo digo y todavía se me pone un nudo en la garganta.

“Cuando les dije que me había enamorado de una chica lo tomaron con sorpresa, como algo pasajero” “No se dan cuenta de que el espíritu catalán, su respuesta natural ante la provocació­n, es la rebeldía”

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JORDI PLAY “Siempre procuro huir de la zona de confort”, explica Barneda, “la franqueza es mi virtud y mi defecto. No puedo disimular mi ánimo, mi cara paga, soy impaciente”
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